Diariamente los escolares interactúan, estudian, hacen tareas, juegan, intercambian experiencias, expectativas e incertidumbres. En algún momento, la convivencia se deteriora con la presencia de bromas, apodos, maltratos de toda índole, algunos se distancian, otros adoptan el estilo “rudo” de relación; son menos los que se agreden sin medir consecuencias. A veces como un ejercicio de poder injusto, abusivo, recurrente con la intención de lastimar, se van involucrando en los roles de agredido, agresor y observadores. Se inicia el escalamiento de la violencia y degradación de su convivencia, cuando el agredido enfrenta daños físicos, psicológicos o materiales; por parte de los agresores, los ejercerán imponiendo su fuerza. Los observadores temerosos, sin actuar, guardan silencio, se retiran o ignoran como evitar el acoso escolar.
Actualmente el agresor, el agredido o el observador pueden ser un alumno, un maestro, un directivo, un miembro de una familia que enfrente una amenaza o esté en riesgo de violencia. Ante esto, el objetivo del presente trabajo es hacer una aportación teórica, visualizando el proceso gradual de detrimento de los afectos por el uso de la violencia y el acoso como parte de la convivencia escolar. Consideramos importante visualizar a la afectividad como un medio y un proceso de reconstrucción de la convivencia. Se plantea a través de talleres vivenciales, una serie de estrategias de trabajo con: alumnos, padres y profesores. Se discute la importancia de la comunidad educativa y familia, en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales positivas, respetuosas, empáticas, amigables, colaborativas entre los escolares, la comunidad escolar y la familia. Establecer vínculos de: respeto, admiración, aceptación del liderazgo, revalorar la autoridad académica, ética y moral.
Palabras clave: acoso, degradación de la convivencia, afectividad