La educación no es un proceso ordenado y progresivo; son interacciones desordenadas que buscan organizar saberes desorganizados, así el docente y el dicente interaccionan para ordenar/organizar esos saberes con la posibilidad de crear conocimientos; además el docente y el dicente no sólo interaccionan entre ellos, sino también entre el devenir histórico-social-cultural de cada uno de los actores que conforman la escuela; y no sólo del currículo propuesto en el plan de estudios que esté vigente.
La educación como la interacción entre enseñanza/aprendizaje conlleva a una confrontación entre desaprender y aprender; dicho en palabras cortas, no sólo se trata de la dialéctica de la enseñanza/aprendizaje, también del desaprender/aprender, que es por tanto un acto complejo y que no se puede simplificar en meras reproducciones de la actividad docente, o sólo como una construcción constante que involucre diversas corrientes epistemológicas, sino desde una mirada de la complejidad.
En los últimos años se ha dado un auge a la propuesta que Edgar Morin ideo en la segunda mitad del S. XX (Pensamiento Complejo), esto se puede constatar, por ejemplo, en la “reciente” creación del Centro de Ciencias de la Complejidad en la Universidad Nacional Autónoma de México (2015) y en la petición de una propuesta educativa que el “Programa Internacional sobre la educación, la sensibilización y la formación para viabilidad” de la UNESCO (1999) le hace al mismo Morin (Los Siete Aprendizajes Necesarios para Educación del Futuro).
Con lo anterior, el trabajo que se ha de realizar pretende partir de la mirada de la complejidad, donde el caos o el desorden son la génesis de ésta propuesta y por lo tanto del trabajo que presento; no es la intención quedarse en el caos, dentro de la mirada de Morin el orden, la organización y las interacciones son parte importante para que “un método” logre “sistematizar” y/o vislumbrar posibles salidas, o mejor dicho incertidumbres a un problema.
Palabras clave: Educación, Docencia, Pensamiento Complejo.