En este trabajo haremos una crítica del proceso de evaluación educativa, la que se practica en el sistema educativo, diseñada como política educativa, desde el ejercicio de poder; diferenciándola de la que se concibe en las aulas, por docentes o colectivos escolares. La evaluación la tomamos como fenómeno social, desde el nivel globalizante; para comprenderla consideraremos interacciones entre las esferas económica, social y cultural, tomando en cuenta la lógica institucional. Retomando las dimensiones de la evaluación. La ideológica: que considera ideas que responde a intereses, aspiraciones o ideales dados, que guía y justifica comportamientos prácticos de acuerdo a intereses de grupos sociales. Política: los sistemas políticos vigentes y su relación con los procesos de evaluación, además el problema de la participación en los procesos de evaluación. Social: el desarrollo de proyectos sociales amplios, la presencia y actuación de diversos grupos que componen la sociedad, oposiciones y concepciones que se desarrollan por presiones externas e internas que producen cambio en la sociedad.
En la preparatoria 55 del Estado de México vivenciamos la autogestión curricular, la praxis para formarNOS, para darnos forma; con la confluencia de saberes, voluntades y emociones, que desplegamos al arrostrarse los problemas escolares o de la educación. En nuestra concepción, el currículum es un sistema mucho más amplio y complejo que el simple Plan de Estudios, sus propósitos y estrategias; es el proyecto que justifica socialmente la escuela y que integra planificadamente y de manera fortuita al todo, a las partes, a las relaciones y a la organización.
Concebimos la evaluación como proceso formativo. La que enriquece a las personas intervinientes, desarrolla los programas e instituciones evaluadas y produce alicientes para aprender en la vida. Una de las funciones pedagógicas importante es que los evaluados identifiquen y reconozcan fortalezas y debilidades en su aprendizaje, esto se logra si la información que genera la evaluación es clara y oportuna para los evaluados. Sirve para que el docente analice y reflexione acerca de su práctica, brindándole información para tomar decisiones que posibiliten reorientar su quehacer. Esta evaluación debe ser continua y estar integrada de forma natural al proceso de aprendizaje. Pugnamos una evaluación para la educación emancipadora. Que contribuya al fortalecimiento de los procesos, sin convertirse en instrumento de fiscalización, con carácter participativo, que oriente el itinerario a seguir, que teja diálogos entre los participantes, con una mirada sistémica, que esté elaborada desde la mirada crítica y valorativa del proceso, a través de subjetividades personales y colectivas, que genere aprendizajes para imaginar alternativas de mejora. Debe permitir a los grupos y a las personas empoderarse. Basada en métodos flexibles y adaptativos a la situación. Debe permitir descubrir como romper inercias a través de una revisión crítica del proceso.