Convertir el Buen Vivir en praxis cotidiana, realizando la producción de alimentos como alternativa para la reproducción de la vida, estimulando de igual manera la ecología de saberes para construir las formas otras de vivir en el oriente del estado de México.
Un mundo se derrumba con el estruendo de un tambor vacío que nunca termina de caer. Otro mundo se levanta en el silencio que sólo escuchan quienes transmutan para ser, mientras hacen lo necesario para dejar de ser lo que son.
En el Oriente del Estado de México, que se urbaniza a ritmos muy acelerados para realizar la esencia del capital persisten, resisten e insisten pueblos, colectivos y personas que se aferran a prácticas agrícolas que garanticen la existencia en un contexto de compromiso de convivencia armónica con los otros y con lo otro, de tal forma que la gran casa, el planeta entero, cobre un nuevo sentido.
Así, en las experiencias de La Flor de Maíz, Flor de Olivo Néquiz y Casa de las Sábilas se dan pasos cotidianos para producir, cultivar, intercambiar y autorrealizarse como espacios de compartencia y reciprocidad, en los que cada persona comprende el Buen Vivir conforme su contexto y su cultura y lo convierte en la utopía que hace avanzar, por lo que los diversos proyectos particulares enlazan su realización con acciones colaborativas, convirtiéndose así en constructores de sus ideales, través de compartir y organizar su vida con otros, a quienes ven como iguales y con los que se construyen relaciones de confianza y se tejen lazos de amistad, en aras de un sueño diurno. Todos somos maestros y todos somos aprendientes. De tal forma que el Buen Vivir son las formas cotidianas, las maneras de transformar nuestras vidas desarrollando nuestras habilidades creativas en beneficio propio y de la colectividad. Estamos en un viaje de vida donde trabajamos día a día, descubriéndonos y descubriendo al otro en nosotros mismos. Buscamos nuevos horizontes.
Palabras clave: buen vivir, compartencia, reciprocidad.