Resumen

Freud estableció desde sus primeras incursiones en el campo del sufrimiento subjetivo, llamado neurosis, la relación entre intolerancia y represión. La intolerancia a ciertas ideas y a ciertos afectos conducía a su represión. Descubrió un yo sumamente intolerante con él mismo. Por conservar una imagen amable de sí mismo rechazaba, repudiaba, ciertas ideas, ciertos afectos. No admitía pensamientos ni afectos que contrariaban esa imagen. La condición de indefensión básica hace que el ser humano dependa enteramente del Otro. Los afectos y las ideas poseen  una direccionalidad, un sentido social, un sentido de Otredad. Entonces se trata de que en un principio el sujeto busca no solo complacerse sino complacer a ese Otro de quien depende enteramente. No se trata sólo de ideas y afectos que yo no tolero sino de ideas y afectos que el Otro, que me sostiene, no admitiría. Pero también se genera una dialéctica donde lo que yo no tolero se lo paso al otro, a los otros, para que se ocupen de eso.  Se llama proyección y produce aguda suspicacia. También lo que el otro no tolera me lo pasa a mí para que me ocupe de eso y con eso. Las ideas y los afectos que más causan intolerancia tienen que ver con la sexualidad, la identidad sexual y con las condiciones sociales, raciales, religiosas, Pero también con rasgos propios o del otro que contrarían una imagen idealizada, una imagen narcisista. He diseñado una propuesta para abordar en grupo operativo posiciones de intolerancia mediante una narrativa que se despliega y reescribe en tres momentos. El recorrido por estas narrativas que tramitan las intolerancias me ha dejado algunas de las siguientes revelaciones:

1. La experiencia que se narra en grupo tiene la condición de acontecimiento. Es decir, indica que se trata de un episodio decisivo en la historia de un sujeto. Configura lo que se llama un parteaguas, una experiencia de ruptura donde ya no se puede volver a ser el mismo de antes.
2. La experiencia nos remitió a una sensación primordial de vulnerabilidad e inermidad. Es decir, el episodio hirió el narcisismo del sujeto. Confrontó al sujeto con la inmensidad de un poder frente al cual parece no poder hacerse nada.
3. El episodio tiene el alcance de lo traumático pues en el momento de acaecer el sujeto parece carecer de recursos simbólicos para insertarlo en el mundo del sentido. El sujeto queda prendido del acontecimiento porque afectos como el miedo coartan la puesta en palabras del reclamo, el coraje, la exigencia de justicia, el dolor y el duelo.
4. Los sujetos advierten que el tema de intolerancia tiene diversas posiciones éticas. No toda intolerancia es mala y no toda tolerancia es buena. Toleramos muchas cosas que laceran y ofende nuestro autorrespeto. No toleramos, en cambio, cosas que cuestionan nuestros esquemas fantasmáticos cerrados, nuestras ideologías de estructura imaginaria. Nos sentimos ofendidos ante esos cuestionamientos.
5. Se descubren en la experiencia grupal modalidades de satisfacción propias del yo narcisista. La satisfacción en la humillación al otro, en su degradación, en su angustia, en su impotencia.

Aparecen diferentes escenarios de violencia cada vez que se tocan situaciones subjetivas de intolerancia. Desde violencia cotidiana de la vida urbana hasta violencia institucional, En la constitución de esos escenarios nos involucramos, somos coparticipes y hasta cómplices y promotores de los mismos.