Resumen
La oferta de modernización en la economía, la salud, la educación y la cultura, sustentada desde el discurso oficial en la democracia, bienestar y justicia social, se ha transformado en la realidad, gracias a la racionalidad instrumental del paradigma neoliberal, en promotora de una sociedad autoritaria, antidemocrática, ingobernable y violenta.
El sistema educativo prioriza tres ideas fundamentales: eficiencia, eficacia y calidad, que fueron originalmente acuñadas por la pedagogía estadunidense del eficientismo industrial que traslada al campo pedagógico y, en general al de las ciencias humanas, conceptos empresariales. De esta manera, se vincula lineal y mecánicamente el sistema educativo con el aparato productivo, subordinando el primero a los intereses del segundo. Se considera a la educación como producción de capital humano, como inversión personal y colectiva, la cual debe, por lo tanto, ser rentable en términos económicos.
Estos son los principios que rigen los programas educativos para América Latina de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Según este razonamiento, invertir mejor no significa invertir más, sino desarrollar aquellas áreas educativas que demanda el mercado y considerar la educación como una empresa que debe mostrar su eficiencia, eficacia, rentabilidad y calidad.
La negación de la educación como un "derecho humano" es continuamente sustentada con distintos artificios difundidos a diario por el Estado; uno de ellos es la pertinaz declaración de "falta de recursos", acompañada de medidas gubernamentales orientadas al estrangulamiento presupuestario de la educación pública en sus distintos niveles y modalidades, en tanto se procede al estímulo cada vez mayor de la educación privada. Otra representación social del docente coludido con el neoliberlismo se refleja precisamente en el discurso de que “UN BUEN MAESTRO ES EL QUE MÁS REPRUEBA”
Una educación de calidad bajo una visión muy diferente y opuesta a la práctica neoliberal, debe ser humana para formar profesionales críticos, capaces no sólo de asimilar teorías sino de crearlas y de asumir posiciones transformadoras en todos los aspectos. Lo que debería buscar la educación es la formación de hombres creadores, conscientes del mundo en que viven, de la historia, de la realidad y de sus procesos sociales solo así se podría hablar de una transformación comunitaria de las escuelas para que puedan transformar sus realidades adversas, corregir sus ineficiencias y solucionar sus problemas cotidianos y no de hablar de cambios para que nada cambie.
Desde esta perspectiva, y como docente universitaria, propongo una reflexión sobre el miedo a romper con lo que tradicional y cotidianamente se hace:
Miedos que están lejos de lograr una transformación comunitaria de las escuelas, pero también propongo reconocer labores docentes tenaces y permanentes que se acercan a esta transformación.
Doctora en Ciencias Psicológicas por la Universidad de la Habana, Maestría en Psicología Clínica con Mención Honorífica por la UAQ. Psicoterapeuta de Grupo. Diplomada en Género. Licenciada en Psicología por la UAQ. Es investigadora y docente de la Facultad de Psicología de la UAQ, coordinadora de la Ceseco. Ha sido consultora de la OMS/OPS y catedrática de diversas Universidades de Bolivia y México. Es presidenta de la Asociación Queretana de Alternativas en Psicología. Autora de numerosas investigaciones y publicaciones de clínica psicoanalítica, teoría sistémica, psicología comunitaria, grupos e instituciones. Autora del libro “Grupo Infantil Natural-Grupo Analítico de Padres: formación, investigación y practica”, coautora de los libros: “Hacer y Pensar la Psicología” y “Psicología y acción comunitaria, sinergia del cambio en América Latina”. Ha participado como ponente en múltiples Congresos Científicos de Latinoamérica, Europa y Asia. Ha impartido variedad de cursos, diplomados y talleres, nacionales e internacionales.