Resumen
En el presente texto se exponen algunas ideas sobre cómo las diferencias de los individuos han sido utilizadas como factor para fomentarla discriminación en la sociedad mexicana, consolidándose ésta como uno de los problemas de mayor preocupación social y que impacta en todos los ámbitos de la vida. También se hace referencia al concepto de Interculturalidad en un sentido amplio, considerando que las diferencias nos enriquecen como sociedad, la cual solo podrá consolidarse en marco del respeto, el reconocimiento del yo y en el reconocimiento del otro como factor decisivo para la construcción de un mundo más pacífico.
Palabras Clave: discriminación, interculturalidad, interculturalidad positiva.
La violencia no es fuerza sino debilidad,
nunca podrá crear cosa alguna, solamente la destruirá.
INTRODUCCIÓN
Históricamente nuestro país ha sido parte de innumerables sucesos y acontecimientos que han dejado huella en la cosmovisión de sus habitantes, desde la época prehispánica se han manifestado situaciones que no pueden ser juzgadas con demasiada premura como buenas o malas, lo cierto es que han sido trascendentes porque han impactado en la sociedad, en el sistema político y económico, incluso más allá de las generaciones que las protagonizaron.
En nombre de la libertad y la igualdad se gestaron procesos que pretendían la reivindicación de la dignidad humana como eje normativo de las relaciones entre individuos, situación que se vio afectada por la incoherencia de los asuntos públicos y privados, eran muchos y muy variados los intereses mismos que generaron la firma exhaustiva de acuerdos y pactos en pro del bienestar colectivo que lamentablemente no han sido suficientemente efectivos pues México atraviesa por situaciones cada vez más complejas generadas a partir de las múltiples transformaciones que está sufriendo la sociedad, una sociedad que está concibiendo al desequilibrio como parte fundamental de sí, en la cual están siendo generalizadas, minimizadas y naturalizadas prácticas no previstas o analizadas en el pasado; esto no implica en ningún momento que el cambio sea malo sino que viene acompañado con muchas manifestaciones que van desde un profundo temor hasta una completa apatía e indiferencia acerca de lo incierto del futuro del país.
Una de esas manifestaciones tiene que ver con la idea de que el ser humano ha generado una serie de situaciones que atentan contra el mismo hombre; si volteamos la mirada hacia la historia de la humanidad, encontraremos actos de barbarie, esclavitud, dominación, conquista, violencia, menosprecio, discriminación y supremacía, de unos respecto a otros; todas esas situaciones han generado un clima de tensión y de desigualdad que han abierto un abismo entre los individuos, con el único argumento: la diferencia.
DESARROLLO
Las diferencias son parte natural del devenir de un individuo, las más elementales son aquellas originadas desde la genética misma, otras más se gestan en el seno materno y bajo influencia de un círculo con características sociales y culturales comunes entre sí pero distintas respecto a otros, también las hay producto de las estructuras y organizaciones políticas y económicas que generan clases sociales que se contraponen de acuerdo a sus intereses y mientras unas consideran cómo conseguir, acumular o invertir su capital, los otros están buscando la subsistencia misma.
En este sentido, nos encontramos que en la actualidad, lejos de convivir con las diferencias se ha luchado contra ellas en mira de erradicarlas, subsanarlas e incluso exterminarlas, amenazando con ello la diversidad, característica de nuestra sociedad; esto es producto de los ideales de homogenización generados y difundidos por los procesos de modernización económica propios de la globalización, en palabras de Bello (2012: 3) “Los procesos culturales y la conformación de identidades se han convertido en procesos de acercamiento-distanciamiento en tanto que las identidades aparecen como irreconocibles en paralelo a un proceso de diferenciación y exclusión que la propia globalización propicia en marco de las contradicciones sistémicas”; al respecto, considero que la idea de una visión única del mundo limita el potencial de la humanidad pues los sistemas de producción en serie, las empresas, el bombardeo constante de los medios, las políticas gubernamentales e incluso la escuela, se han transformado en instancias que cuadran o encajonan los ideales, las necesidades y las visiones de la población, dejando de lado las identidades individuales, grupales y sociales.
En contraposición a las ideas anteriores, los distintos gobiernos han generado una serie de políticas que buscan reivindicar a los diferentes, todas ellas ha sido generadas como planes emergentes de gobierno, eslóganes de campañas políticas, o programas compensatorios que lejos de beneficiar han etiquetado de vulnerables a todos aquellos individuos que por sus características son susceptibles de ser discriminados, excluidos e incluso violentados; esto tiene razón de ser debido a que “En el contexto histórico de la sociedad y de las instituciones educativas, los testimonios refieren la búsqueda de la homogenización como una forma de inclusión legal pero no legitimada, ya que a partir del desconocimiento de la formas diversas de expresión social, cultural, lingüística, de género o física, se ejerce la exclusión formal” (Bello, 2013: 5).
Dicha situación puede encontrarse enmarcada en la realidad de nuestro país pues aunque en México existe una gama muy amplia de acuerdos, tratados y leyes que pretenden proteger a los vulnerables, lo cierto es que desde las instituciones mismas se señala, juzga, se discrimina, se excluye a todos los individuos que pueden ser considerados diferentes en palabras de Bello (2013: 6) “No basta con la formulación de políticas basadas en el respeto mutuo y la libertad cultural, como lo traza el multiculturalismo; se hace necesario el ejercicio de la libertad cultural y educativa para la construcción del dialogo y la convivencia”; en este sentido, a las políticas públicas se les puede considerar leones con piel de oveja pues bajo las palabras y las leyes de gabinete se esconden intenciones ocultas que manipulan la opinión pública pues los intereses que las motivan van más allá de empoderar al ignorado, al silenciado, al invisibilizado.
Ante esta perspectiva, mucho de lo que como sociedad somos ha sido respaldado desde la estructura misma, naturalizando con ello prácticas como la discriminación que según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México es “un fenómeno social que vulnera la dignidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas” (2012: 6), dicho con otras palabras, la discriminación es una construcción social asociada al poder en la que un individuo es limitado y excluido de oportunidades, afectando el goce de sus derechos fundamentales y su dignidad humana como resultado del origen, la raza, el color, las creencias religiosas o políticas, las preferencias sexuales, el género, el sexo, la imagen personal, la situación económica, entre otras; situaciones que pudieran repercutir para ser considerados diferentes.
Los seres humanos convergen en distintos espacios, algunos de carácter privado como la familia y otros más de carácter público como la escuela, los parques, la calle, plazas, escenarios deportivos, entre otros; “Los espacios sociales, políticos, culturales y educativos en los que se expresa la diferenciación, la identidad, la pluralidad y de resistencia frente a los otros, a lo otro, lo que no es nuestro, fija nuestros límites, nuestro ser y nuestro modo de ser diferentes” (Bello, 2013: 6).
Justamente esa diferencia ha ocasionado que desde siempre se han generado actos que atentan contra los otros, contra los diferentes: los de diferente clan, los de diferente nivel social, los de diferente procedencia…; esto permite identificar que aunque parte de una misma sociedad, los diferentes han sido históricamente asociados a la construcción social del enemigo. Esta situación continua teniendo un eco muy intensificado en la actualidad pues aunque producto del mestizaje se generó una nueva raza, las diferencias siguen siendo parte fundamentalmente notoria entre los pobladores: los de diferente grupo, los de diferente ocupación, los de diferente cultura, los de diferente lengua, los de diferentes ideales, los de diferente forma de pensar, los diferentes…, siempre los diferentes.
Considerar a las diferencias como aspectos positivos de la sociedad recae en la aceptación de que dicha condición social es el parteaguas de la transformación social. “El reconocimiento del derecho a la diferencia no significa, entonces, regresar a una situación de desigualdad jurídica, en perjuicio de las personas carentes de derechos, que eran mayoría en los tiempos de la sociedad estamental, sino el establecimiento de un orden jurídico diferenciado que reconozca la diversidad cultural y evite que una identidad cultural se imponga a las demás” (García, 2006: 8); cuando se reconoce esta situación, se están dando pasos firmes hacia la interculturalidad, no como un concepto trivial o de moda que pueda ubicarse los aparadores de los Estudios para la Paz sino como una forma de vida, como una realidad idealizada que puede ser concebida y materializada por los seres humanos y para los seres humanos.
Bajo estas condiciones, se considera que las diferencias que social y culturalmente han sido utilizadas para excluir deben ser el punto de partida para reconstruir, pues reconocer que todos, incluso si formamos parte de un mismo grupo social, somos diferentes es el primer paso para transitar de una sociedad multicultural a una intercultural.
La multiculturalidad es considerada la coexistencia de varias culturas en un mismo espacio geográfico mientras que la interculturalidad en palabras Walsh (1998) intenta romper con la historia hegemónica de una cultura dominante y otras subordinadas, para construir una sola identidad a través de la “convivencia del respeto y de legitimidad entre todos los grupos de la sociedad” (119-128); desde la perspectiva de la interculturalidad y del derecho a la no discriminación, las diferencias son el punto de partida para generar espacios en los que el respeto sea el marco de la interacción y en los cuales el reconocimiento del ser permita el reconocimiento del otro, el otro igual pero diferente, aquel al que constantemente se le ha asociado con el enemigo por el simple hecho de vivir sumidos por el “miedo a la diversidad” (Comins, 2003).
La interculturalidad en su sentido simple implica la interacción pacífica y respetuosa entre grupos culturalmente distintos y comúnmente se le ha atribuido a la coexistencia con grupos indígenas; sin embargo, esta postura es claramente debatida pues no necesariamente se requiere la existencia de grupos originarios sino que este concepto tiene un sentido más amplio y complejo pues “una Interculturalidad para la Paz… tiene como principio el diálogo respetuoso, igualitario y de relación horizontal entre las diferentes culturas” (Sandoval, 2014: 119), considerando a las culturas como distintos modos de ser, de vivir, de comportarse; en ese entendido, se puede hablar de la interculturalidad en una aula de clases en el que convergen personas que por ende pueden ser consideradas diferentes, después de todo, es preciso reconocer que son las diferencias las que enriquecen la cultura de un pueblo, un país y por supuesto del mundo.
Es importante reconocer las diferencias partiendo desde el reconocimiento de uno mismo, es decir, partir que soy diferente dentro de una diversidad en la cual existo y soy coparticipe para crear acuerdos y consensos de paz, para poder eliminar todo tipo de discriminación (estereotipos o prejuicios), provocando con ello el reconocimiento del otro en igual respecto a derechos humanos y dignidad. Por lo que es necesario educar en y para la diferencia partiendo a través del respeto, tolerancia y empatía para trabajar en cooperación y solidaridad.
Si no se reconoce que somos diferentes pero iguales, llegamos a ocasionar un conflicto que puede llegar a ser un problema, con esto, se hace referencia de que si nosotros no dialogamos y re-aprendemos a comunicarnos desde la cultura de la paz, no podremos solucionarlos de manera creativa, positiva y noviolenta. Para lo cual es fundamental que estimulemos en la comunidad escolar la comprensión mutua, la tolerancia, la responsabilidad y la ética para llegar a convivir en nostredad.
Por lo que es necesario trabajar en los “cuatro ejes de la educación para la paz (FISAS, 2011: 5)
De acuerdo a lo anterior la educación se torna, una herramienta fundamental. En el contexto educativo formal e informal donde se puede convertir en un espacio de encuentro y diálogo para la toma de consciencia progresiva, pacifica, intercultural y para el diálogo, la negociación y el trabajo consensual en pro de las relaciones y una sociedad más armónica y democrática (DIE, L. 2012: 33) para que se pueda promover las relaciones de confianza, el reconocimiento mutuo y así poder compartir en nostredad partiendo de la comunicación afectiva y asertiva, regulación pacifica de los conflictos y la cooperación.
Ante tales planteamientos, la interculturalidad puede ser concebida como Interculturalidad Positiva (tomando como referencia los conceptos de Johan Galtung para referirse al concepto de Paz) lo que implica el reconocimiento de que en un grupo de personas con características aparentemente iguales, hay grandes diferencias y al haber diferencias se puede hacer referencia a un espacio intercultural llámese familia, aula, escuela, sociedad, etc.
La interculturalidad no simplemente implica un contacto entre culturas, sino un intercambio que se establece en términos equitativos, en condiciones de igualdad, partiendo desde la otredad, pero iniciando desde la mismidad que implica el reconocimiento del yo, “El animal humano tiene en común con otros animales la desconfianza (si no el rechazo) del diferente, rechazo que se supera con el conocimiento del otro” (Comins, 2003: 185). Además de ser una meta por alcanzar, la interculturalidad debería ser entendida como un “proceso permanente de relación, comunicación y aprendizaje entre personas, grupos, conocimientos, valores y tradiciones distintas, orientada a generar, construir y propiciar un respeto mutuo, y a un desarrollo pleno de las capacidades de los individuos, por encima de sus diferencias culturales y sociales” (Walsh, 1998).
Por lo anterior es necesario ver la interculturalidad desde la perspectiva Positiva, que debe entenderse como la incorporación y la inserción social de aquellos que pertenecen a culturas diferentes minoritarias, esto no debe significar el abandono de sus características culturales, sino verlo como la riqueza de la sociedad. Por ello debemos estimular el intercambio y la interacción cultural tomando en cuenta las diferencias culturales partiendo de que todos somos iguales, para poder vivir nuestra identidad cultural sin problemas, para realizar las aportaciones a nuestra comunidad desde el respeto y el diálogo, para no transgredir la dignidad del otro, ya que son parte integral de uno mismo.
En estas condiciones, la interculturalidad Positiva puede ser generada desde espacios como la escuela y una manera de hacerlo puede ser a través de las relaciones dialógicas que consiste en palabras de Bello (2013) “el diálogo con otros significados, formas de vida y personalidades concretas, es necesario para profundizar en la relación y participación democrática propias de la sociedad actual.
Educar en la diversidad, implica la superación de la cultura oficial, para abordar la cultura a partir de las culturas particulares que aportan los educandos.”; en este tenor, es a través del diálogo que se logra establecer contacto con los otros, con sus pensamientos, con su cultura, con su ideología pues es por medio del otro que se construye la identidad propia. El mismo Bello (2014: 16) propone que “La Educación Intercultural y el Diálogo de Saberes para la Paz da respuesta a la necesidad de crear la nueva realidad social que converge en los grupos y dentro de las aulas escolares, con una dimensión diversificada del escenario educativo pertinente y relevante para el desarrollo de las personas que acuden a ella” pues lo realmente relevante en las aulas de clase, lejos de ser el programa de estudio son las interacciones que permiten conocer y dar sentido al yo en función y reconocimiento del otro.
Freire (2008: 39) se hace una reflexión interesante respecto a la importancia del diálogo en las relaciones que buscan la interacción entre diferentes: “Ellos te entendieron a ti pero necesitaban que tú los entendieras a ellos”; este planteamiento permite darse cuenta de que antes de pretender que los demás nos entiendan se necesita aprender a entender al otro pues solo en este sentido se puede llegar a la esencia del ser.
Para finalizar, consideramos que es urgente construir una nueva mejor forma de coexistencia entre los seres humanos en la que todos, independientemente de nuestras características que nos hacen diferentes tengamos acceso al pleno disfrute de nuestros derechos fundamentales, a las oportunidades y sobre todo al desenvolvimiento en un ambiente enmarcado en la tolerancia, considerando que todos somos iguales pero diferentes y esas diferencias pueden ser consideradas el punto de partida de nuestra educación en la que se promueva el respeto y la interacción en miras de construir una realidad en la que todos quepan y sean reconocidos como valiosos y que la interculturalidad debe ser un proceso permanente de comunicación y aprendizaje entre personas diferentes pero iguales en dignidad, así mismo el intercambio constante de conocimientos, valores y costumbres distintas de los otros, permitirán reconocer al otro a través de su diversidad y al mismo tiempo nos permita abatir la discriminación y la exclusión, por lo que es importante desarrollar competencias que se trabajen de manera transversal desde el aula de clases.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
NOTA:
*Este artículo/ensayo es producto de la investigación de tesis de los alumnos Nadia Wendy Limas Garfias y Apolinar López Miguel. Estudiantes del Doctorado en Educación para la Paz y la Convivencia Escolar del Programa de Valores por una Convivencia Escolar Armónica de la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, impartida por la Universidad Autónoma Indígena de México. Institución Intercultural del Estado de Sinaloa Promoción 2014-2016.
1Maestra en Administración de la Educación por la Escuela Normal Superior del Estado de México. Licenciada en Educación Primaria por la Escuela Normal de Valle de Bravo. Profesora Horas Clase de secundaria para el subsistema educativo del Estado de México y estudiante del Doctorado en Educación para la Paz y la Convivencia Escolar del Programa de Valores por una Convivencia Escolar Armónica impartida por la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM).
2Maestro en Educación Superior por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex. Especialidad en Competencias Docentes por la UPN, Certificado en Competencias en la EMS por ANUIES, Licenciado en Derecho. Subdirector de Plantel CECYTEM y estudiante de Doctorado en Educación para la Paz y Convivencia Escolar del Programa de Valores por una Convivencia Escolar Armónica de la Secretaria de Educación del Gobierno del Estado de México, impartido por la Universidad Autónoma Indígena de México.