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Viví sin conocerte ¿Podré vivir sin ti? La filosofía de la química en la U. A. del Estado de México

Guadalupe Mirella Maya López

U. A. del Estado de México, Facultad de Química

Resumen

La ciencia entre las innumerables creaciones humanas es parte fundamental de la sociedad y su cultura, las modifica y a su vez cambia por ellas y para ellas. La química como disciplina científica nace, crece, se modifica y cambia a la humanidad; tiene en su haber una larga herencia de oficios, intereses e incluso ambiciones, en donde de una manera mágica se encuentran el estudio y la vivencia de la transformación de la materia; con un método y un lenguaje propio. Y a pesar de su tradición e historia, su filosofía es una actividad intelectual prácticamente nueva. Se encuentran los primeros acercamientos en revistas especializadas a finales del siglo pasado. En el mundo de la filosofía de las ciencias, poco se ha cuestionado el sentido y los límites de la química. Transitar por este sendero es arriesgado, peligroso y osado, pero necesario. Este trabajo pretende generar la reflexión sobre el lugar de la filosofía de la química en la esfera de la filosofía de la ciencia y la importancia en la formación profesional de los químicos de la Universidad Autónoma del Estado de México.

Palabras clave: filosofía de la química, filosofía de la ciencia, educación, reflexiones.

¿Cuál es el lugar de la química en la esfera de la filosofía de la ciencia?

En este momento menos que nunca se discute si la ciencia es importante o no; sus avances y descubrimientos se presentan a ritmo vertiginoso al igual que el desarrollo y aplicaciones tecnológicas; por supuesto la química incluida, que dicho sea de paso, más que cualquier otra disciplina científica incide positivamente en una variedad impresionante de aspectos de la vida, del hogar, el arte, la industria automotriz, textil, alimentaria, farmacéutica, y de impactos no precisamente positivos en el ambiente y la transformación de la naturaleza; lo cual nos lleva a pensar en la responsabilidad y papel que tendrá en este siglo. Parafraseando a Ricardo Contreras, la química tiene la enorme responsabilidad de la reconstrucción, conservación y mantenimiento de la Tierra, por lo que, se hace necesaria una abstracción filosófica sobre la química, que incluya el estudio de sus bases fundamentales, métodos, lenguaje, aspectos éticos, su paradigma y su autonomía relativa frente a otras ciencias fácticas. Para crear y desarrollar la filosofía de la Química como el espacio propio para la reflexión y el diálogo interdisciplinario, de tal manera que sea más fácil la comprensión de la influencia de la química en la sociedad (Contreras, 2011).

Nace la filosofía de la ciencia. Ricardo Contreras (2011) la presenta de una manera muy clara. En la década de los 20 del siglo pasado, el círculo de Viena apuesta por una filosofía de la ciencia y genera conciencia en diversos espacios para reflexionar sobre los conceptos, clasificación y métodos que se utilizan en las ciencias y su ineludible conexión con la epistemología. Quizá por el predominio e interés de físicos y matemáticos el proceso inicia precisamente con las ciencias exactas. A partir de entonces toma forma y los interesados inician su proceso de sistematización, empezando por el estudio de los procesos de verificación y los criterios de demarcación. Así la filosofía de la ciencia comienza a construir un camino independiente que encuentra en el paradigma científico propuesto por Thomas S. Kuhn, un modelo para la descripción de las disciplinas científicas. Posteriormente cada una de las ciencias va construyendo su propio sendero, y así se habla de la filosofía de la física, de la psicología, de la biología, de las ciencias sociales, quedando pendiente la filosofía de la química. (Contreras, 2011)

Filosofía de la química. A la pregunta ¿Por qué hay tan pocos químicos participando en filosofía de la ciencia?, José Luis Villaveces (2000) dice que la respuesta tiene una connotación demográfica, pero si el cuestionamiento fuera ¿Por qué los filósofos de la ciencia se han interesado tan poco por la química o simplemente no se han interesado? Será que para los filósofos, no alcanza la categoría de ciencia; consideran a la química una rama de la física; no tiene elementos que la sostengan como ciencia; todo hace suponer que son los mismos químicos quienes no la reconocen como tal, de otra manera, tal vez habría más químicos interesados en su filosofía o más filósofos interesados en ella.

Y por sus múltiples relaciones con otras ciencias, a la química se le considera la ciencia central, de ninguna manera una ciencia sola e independiente, se apoya de la física y las matemáticas, comparte espacios con: geología, geografía, antropología, psicología, sociología, economía y biología, entre otras; haciendo posible la creación de la: bioquímica, geoquímica, fisicoquímica, por mencionar algunas (Van Lier, G., 2002), citado por Vivas-Reyes (2009).

Lo paradójico son las aportaciones de esta disciplina científica, en la actualidad, los resultados de la investigación química incluyen: nanotecnología, industria de la transformación, cuidado del ambiente, agricultura, biología molecular, medicamentos, conservadores de alimentos, por citar algunos. Cuando hace dos siglos los físicos consideraban que los átomos podían ser una hipótesis innecesaria, los químicos ya habían demostrado la naturaleza atómica y eléctrica de la materia, el carácter eléctrico del enlace químico, habían pesado, cargado y descargado átomos, medido la velocidad con la que se mueven en las soluciones y empezaban a mirar en su interior. En poco menos de cien años aportaron un sólido respaldo experimental y con fundamento matemático a la vieja teoría de la constitución atómica de la materia. El resultado, una disciplina muy desarrollada en sus aspectos prácticos y con gran arraigo en el mundo contemporáneo, pero con bases teóricas muy débiles. No hay duda del éxito de la química como ciencia, pero a pesar de sus grandes logros, no recibe el reconocimiento que se merece. Y por si fuera poco, los químicos integran el grupo más grande de científicos. Lo realmente raro es que haya tan pocos dedicados a reflexionar sobre los fundamentos de esta disciplina (Villaveces, 2000).

Además del desinterés de químicos y filósofos, otro obstáculo a vencer para el establecimiento de una filosofía de la química fue la idea de suponer que la química era una rama de la física y por lo tanto reducida a ella. La discusión se genera con el presupuesto de que la química, no es necesariamente una ciencia autónoma en el sentido de que sus principios, leyes, teorías y métodos son los de la física y no tiene los propios. Sin embargo, la ley de la conservación de la masa, las teorías ácido-base, la ley periódica derivada de la tabla periódica de los elementos químicos, han permitido predecir y justificar la naturaleza y el comportamiento de diferentes sustancias así como también justificar la existencia y validez de la química como ciencia.

Otro problema a sortear para el establecimiento de una filosofía de la química es de tipo sociológico: los químicos, a diferencia de físicos, biólogos o matemáticos, no están ni familiarizados ni interesados en la filosofía de la ciencia. Esta situación se genera desde la formación de los químicos, en la mayoría de los programas de estudio de química, la filosofía de la ciencia, no está presente, o es una asignatura aislada que no cubre las expectativas de los estudiantes y, por lo tanto, no les genera el gusto e interés por el tema.

Si el tema de la autonomía de la química puede resolverse tomando como base la ley periódica de los elementos, y el problema que se plantea a los químicos con el estudio de los temas filosóficos es un desafío que puede resolverse desde su incorporación al currículum formal, entonces, se puede afirmar que las condiciones estarán dadas para el establecimiento de una filosofía de la química.

Ricardo Vivas-Reyes (2009) sostiene que los avances en filosofía de la química han concentrado su esfuerzo en la autonomía, identidad y su relación con su imagen manifiesta, de manera tal que pueda ser una herramienta para solucionar los problemas de sobrevivencia de la química como ciencia autónoma, y mejore la imagen que tienen la química y los químicos en la sociedad. (Vivas-Reyes, 2009)

El trabajo de Martin Labarca (2005) es particularmente importante para el tema que nos ocupa, porque en él “se revisan las principales líneas de investigación en la filosofía de la química contemporánea y los beneficios potenciales que puede obtener la educación en química a partir de los trabajos generados por los filósofos de esta disciplina”. Al igual que Villaveces cinco años atrás, Labarca (2005) también se pregunta ¿Por qué, la química ha sido en gran medida ignorada por los filósofos de la ciencia?

Sólo a finales del siglo pasado, la filosofía de la química empezó a despertar interés como parte de la filosofía de la ciencia; a pesar de ser  considerada una ciencia fenomenológica, por tanto, de un prestigio inferior al de la física. Aunado a lo anterior la relación existente entre la industria química moderna y los problemas ambientales, y la campaña anti-química en los medios de comunicación, afectan la imagen de la química en la sociedad. Todo esto ha impedido a la filosofía de la química emerger como un campo de investigación de igual derecho y jerarquía que la filosofía de la física y de la biología (Labarca, 2005).

Por fortuna, en los años recientes esta situación ha empezado a cambiar, la filosofía de la química está adquiriendo impulso, “reformulándose” a sí misma; ahora los filósofos de la química además de cuestionarse sobre algunas de las concepciones tradicionales acerca de esta disciplina empiezan a abordar tópicos que indican la existencia de un ámbito legítimo de reflexión filosófica. Tal es el caso de la metafísica de las entidades químicas, este tópico es uno de los principales e incluye la discusión acerca del estatus epistemológico y ontológico de conceptos como: elemento, átomo y molécula, fase y estructura muy relacionada con el concepto de identidad molecular.

Se considera que una molécula conserva su identidad a pesar de cambiar de estado de agregación molecular o su forma por vibraciones o rotaciones; pero la pierde al romper sus enlaces o formar nuevos con otros elementos. De aquí parten discusiones como: ¿La estructura molecular es reductible o irreductible? ¿Este concepto tiene relación con la realidad? ¿Es un aspecto esencial para la identidad molecular?

El origen del conflicto acerca de la interpretación del concepto de estructura molecular se encuentra en la convergencia de la mecánica cuántica con la química. La noción de estructura desde el punto de vista cuántico carece por completo de significado en virtud de la indeterminación de la posición y la trayectoria de algunas partículas subatómicas; y a la vez ocupa un lugar central en las explicaciones químicas, incluyendo un punto básico, la identidad de las moléculas.

La controversia acerca del estatus epistemológico del concepto “estructura molecular” la inicia Wooley (1978) con artículo “¿Debe una molécula tener una estructura?”, señala que desde el punto de vista de la teoría cuántica, la noción de estructura molecular se contrapone con la noción clásica y, por tanto, no es una propiedad intrínseca de los sistemas químicos. Hans Primas (1983) considera que la estructura molecular es una poderosa y reveladora metáfora que no tiene que ver con la realidad descrita por la mecánica cuántica. Si esto es así, “la idea de que las moléculas son construidas a partir de átomos, los que retienen su identidad esencial dentro de la molécula, es puesta en duda” Pese a ello, el propio Wooley (1985) recuerda que tal concepto surgió en un contexto científico muy diferente del actual y curiosamente señala que este concepto no debe ser abandonado.

Por su parte, Eric R. Scerri (2000) afirma que, la mayoría de los químicos reaccionaría con absoluta incredulidad si les dicen que la estructura molecular es sólo una “metáfora iluminadora”, ya que se trata de un concepto central en la química contemporánea. La evidencia contundente en favor de su existencia la aportan la espectroscopía y las técnicas modernas de microscopía. El debate, está aún lejos de concluir.

Un problema más a superar es el del realismo, estrechamente relacionado con estructura molecular; las discusiones se han concentrado principalmente en otros dos conceptos: orbital atómico, fundamental en la química contemporánea, y configuración electrónica; los cuestionamientos ¿Se trata de entidades existentes en el mundo químico pero no en el mundo físico? ¿Son entidades “reales”? Para Scerri (2000), estas preguntas plantean un muy interesante problema filosófico, apuntan al núcleo del problema del realismo. Un orbital es la región del espacio, próximo al núcleo atómico, donde existe la mayor probabilidad de encontrar un electrón. En mecánica cuántica, un orbital es una herramienta matemática expresada en una función de onda (una función matemática) y constituye una solución de la ecuación de Schrödinger para sistemas de un electrón. Si es una herramienta matemática, dicen Scerri (2000) y Ogilvie (1990) entonces no existen el orbital atómico y la configuración electrónica. A pesar de ello ambos conceptos resultan útiles en química y, claramente, no deberían ser abandonados. En 1999 una noticia conmovió el mundo de la química y de la física: los orbitales habían sido visualizados y fotografiados por primera vez. A pesar del impacto y de la expectativa que generó el resultado de la observación de los orbitales electrónicos, algunos químicos algo más reflexivos y filósofos de la química objetaron rápidamente las conclusiones obtenidas por los investigadores responsables de la experiencia, señalando el error conceptual cometido en la interpretación de dichas visualizaciones. Scerri (2003) ha insistido en que los orbitales no pueden visualizarse, porque las funciones de onda no son observables, son funciones matemáticas desprovistas de cualquier existencia real. El error, consiste en confundir el concepto de orbital con densidad de carga o densidad de electrones, el cual, efectivamente, sí se observa durante los experimentos.

Los ejemplos a seguir son los investigadores y escritores que se han convertido en pioneros en el área como: Jaap van Brakel de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica; Nicos Psarros de la Universidad de Leipzig, Alemania; Eric Scerri de la Universidad de California, Los Angeles, EE.UU., además de ser editor en jefe de la revista Foundations of Chemistry desde 1999; Joachim Schummer de la Universidad de Karlsruhe, Alemania, también editor en jefe de la revista HYLE: International Journal forPhilosophy of Chemistry. Con estos antecedentes es posible contribuir al crecimiento y fortalecimiento de una filosofía para la química con el estudio de sus bases teóricas, metodológicas, experimentales, lingüísticas, sociológicas y éticas, así como la reflexión sobre la importancia del desempeño profesional de los químicos en la conservación del planeta y el bienestar de la sociedad (Contreras, 2011).

Particularmente importante es el trabajo de José Antonio Chamizo, de él rescataremos en este espacio solamente las aportaciones que hace en “Hacia una cultura química” presentada en el libro La esencia de la química, reflexiones sobre filosofía y educación (2007).

Sus argumentos en torno al reconocimiento de la química como ciencia y en un segundo momento su filosofía se puede presentar como sigue:  

“La ciencia no empieza en los hechos, sino en las preguntas. Los hechos no son independientes de los observadores y de sus maneras de ver el mundo. Por ello, en un momento y en una cultura determinados, es posible que todos los observadores coincidan respecto a un cierto hecho. (Chamizo, 2007: 165).

La ciencia puede explicarse a través de la lógica positivista, es una de las tradiciones más profundamente implantadas, que bien podría decirse tradición ortodoxa, aceptada tanto en la comunidad científica como en la sociedad. La lógica positivista asume que las leyes de una determinada ciencia, pueden derivarse de leyes básicas, para la química derivadas de la física.

El mismo autor sostiene que el intento de reducir la química a la física, particularmente a la mecánica cuántica, no ha sido posible hasta ahora y no lo será. En química el objeto de estudio son los macrosistemas de materia, compuestos de microcomponentes, estos microcomponentes se pueden describir por la mecánica cuántica cuando están aislados; pero, la descripción completa de los microcomponentes de ninguna manera permite conocer las propiedades del macrosistema, por ejemplo. La descripción completa de los átomos de hidrógeno y de oxígeno no se acerca a las propiedades del agua.

De acuerdo con el filósofo de la ciencia J. Schummer (1999) citado por Chamizo (2007) una propiedad es un comportamiento reproducible en un contexto particular. Por lo tanto, el contexto es el aspecto a través del cual se pueden identificar las propiedades de los materiales. El estudio de una propiedad particular de la materia, que diferencia a esta disciplina de las demás, es la reacción química.

Por otro lado, la extraordinaria variedad y complejidad de materia y los modelos con que actualmente se cuenta para describirlo y explicarlo hace que una descripción química primaria sea de muchas maneras más predictiva respecto a sus propiedades químicas. Sin embargo la mecánica cuántica predice las propiedades electromagnéticas. De tal forma que en las explicaciones científicas no se puede excluir una ciencia o la otra.

En cuanto a la importancia de la filosofía de la química en la formación de los químicos, encontramos autores como Juan Carlos Orozco Cruz (1998) que, convencido de la necesidad de conocer el fondo, tanto de la química como de su estructura histórico-conceptual, aborda este tema en el contexto de la práctica educativa, asumiendo que los estudios sobre historia y filosofía de la ciencia, tienen como perspectiva que los elementos derivados del análisis epistemológico de la actividad científica, con todo y su complejidad, contribuyen a la formación de una imagen crítica de la ciencia para consolidar una cultura científica de base; Orozco destaca la importancia de los estudios epistemológicos porque apoyan el análisis y la comprensión de la actividad científica. Además, la filosofía de la ciencia es un instrumento de crítica conceptual de los fundamentos, propósitos y prácticas de la ciencia; así facilita la comprensión y análisis de la estructura conceptual que ha alcanzado este campo disciplinar y se pueden proporcionar criterios para orientar actividades de socialización de los saberes especializados en un determinado sentido (Orozco, 1998).

En la evolución de la química se presenta la dinámica que caracteriza su desarrollo; se observa la imagen de una ciencia que en el proceso de construcción del conocimiento, manifiesta rupturas, giros leves a veces en otras radicales en la concepción de la naturaleza, cambios de perspectiva en la actividad de los científicos. En las diferentes expresiones de los discursos científicos destaca la complejidad que reviste esta actividad a través de los cuestionamientos sobre la transformación de las sustancias mediante la diversidad de aproximaciones que, en un mismo momento y desde contextos diferentes responden los intentos de construcción de explicaciones globales y sistemas teóricos.

El mismo autor puntualiza que se hace necesario resaltar que toda historia de la química es incompleta, en este sentido, puede sostenerse la existencia de múltiples historias de la química, todas legítimas en principio, algunas más significativas que otras en la medida en que responden mejor a las inquietudes y a las concepciones del momento y del espacio en el cual se traen a colación, todas en condición de proporcionar elementos interpretativos de la actividad de la ciencia. Ninguna más definitiva que la otra (Orozco, 1998).

Particularmente interesantes son los argumentos y aportaciones que José Vicente Talanquer y José Antonio Chamizo presentan en este ámbito. Las prácticas y conocimientos asociados con la disciplina científica hoy llamada Química han jugado un papel central en tal empresa (Bensaude-Vincent & Simon, 2008; Knight, 1992) citados por Talanquer (2011). El quehacer y formas de pensar de los químicos, farmacéuticos y otros profesionales, han puesto sobre la mesa poderosas herramientas para analizar la composición de cada sustancia y para sintetizar nuevos materiales con propiedades extraordinarias. Este conocimiento nos permite transformar el entorno y nuestro cuerpo. Pero las consecuencias no siempre han sido del todo para beneficio de la humanidad, de tal manera que, literalmente, los humanos propiciamos paraísos e infiernos en la Tierra.

El gran poder transformador del conocimiento, las formas de hacer y pensar, así como de los productos tangibles de la química, hacen imperativo que los ciudadanos de este planeta adquieran los conocimientos químicos mínimos que les permitan tomar –o ayudar a tomar– decisiones responsables sobre cómo utilizarlos. Nuestra supervivencia depende del éxito que tengamos en educar a las nuevas generaciones para que puedan analizar de forma crítica los costos y beneficios de los productos de la ciencia y la tecnología; para que puedan decidir de manera responsable qué fuentes de energía utilizar, qué alimentos consumir o qué tipos de desarrollo científico y tecnológico apoyar o promover. (Talanquer, 2011: 56)

Analizar de manera crítica los beneficios de los productos científicos y tecnológicos es un compromiso de vital importancia en el proceso educativo de profesionales de la química. Las preguntas centrales de las personas involucradas en educación química que deben responder son: ¿Qué se debe enseñar en este siglo XXI? ¿Cómo se puede hacer para promover aprendizajes significativos? ¿Cuáles son las competencias específicas que se deben generar? ¿Cuáles son las competencias genéricas que todo profesional debe desarrollar? Las respuestas a estas preguntas deben surgir del análisis de la naturaleza de la química, sus prácticas y formas de pensar, su historia y filosofía, así como de la investigación educativa sobre las dificultades que enfrentan las personas para comprender ideas y conceptos centrales en esta disciplina. La reflexión es necesaria en el momento de diseñar el currículum, así como los programas de estudio, los instrumentos de apoyo al aprendizaje, es decir, las estrategias de enseñanza y aprendizaje, aunado a las actividades de difusión científica que contribuyan a adquirir una cultura química realmente auténtica y productiva y disminuyan el carácter negativo que se le asigna a la química.

A través del tiempo, la enseñanza de la química se ha encargado de comunicar los conocimientos disciplinarios acumulados sobre propiedades de sustancias y procesos químicos. Hace un poco más de un siglo, la naturaleza del conocimiento era esencialmente descriptiva, centrado en la discusión de semejanzas y diferencias en el comportamiento de sustancias y reacciones químicas. En la segunda mitad del siglo pasado, el currículum tradicional cambió radicalmente se dio mayor importancia a la descripción de teorías y modelos que habían utilizado para explicar y predecir las propiedades de la materia. Este enfoque sigue dominando; en años recientes han surgido programas de estudio alternativos en donde se hace énfasis en la descripción de conocimientos adquiridos sobre fenómenos o problemas relevantes para las sociedades modernas, como calentamiento global y recursos energéticos (Bennett y Holman, 2002), citados por Talanquer (2011), aunque no es todos.

El punto común entre la mayoría de los planes de estudio es el enfoque en la comunicación de conocimientos que los químicos han adquirido sobre diferentes tipos de sistemas. Más bien es poco lo que se discute sobre la construcción e investigación para resolver problemas de interés individual o colectivo; las herramientas prácticas e intelectuales que guían el pensamiento químico en la búsqueda de soluciones a problemas trascendentes en el mundo actual poco se analizan. Se hace énfasis en enseñar lo que se sabe y no cómo se piensa (Talanquer y Pollard, 2010) citado por Talanquer (2011); la forma de conceptualizar así los planes de estudio de química, hace de lado la importancia de generar interés para que los estudiantes comprendan el tipo de preguntas que ayuda realmente a responder la química y otras maneras de pensar generan otro camino para encontrar las respuestas. Es necesario cambiar la atención que se centra en la química como un conjunto de conocimientos establecidos, por la ciencia que tiene una forma diferente de pensar y conceptualizar el mundo.

Si se hiciera un análisis de lo que la historia y la filosofía de la química dicen sobre su naturaleza, en el momento de diseñar un currículum, los aportes que se incorporarían a planes de estudio de química serían de gran apoyo en la formación de profesionales de esta disciplina, para ello los cuestionamientos que orientarían este análisis son de acuerdo con Talanquer ¿qué distingue a la química de otras disciplinas científicas? ¿Qué preguntas esenciales guían el desarrollo y aplicación del conocimiento químico? ¿Qué dilemas éticos implican el avance en el conocimiento de la química? Y ¿Qué elementos éticos se deben consideran al usar los productos de la química? Al poner sobre la mesa de discusión las posibles respuestas darían un punto de vista diferente en el diseño del currículum y construcción de estrategias para mejorar la enseñanza de los alumnos y en consecuencia en la formación de ciudadanos éticamente responsables de su desempeño profesional al darles elementos para reconocer, valorar evaluar de mejor manera el papel de la química, de sus productos y de ellos en la sociedad.

Resultados de investigaciones en educación química en los 30 años más recientes señalan que no es fácil de aprender química; su aprendizaje implica desarrollar formas diferentes de pensar sin tener aparentemente referentes concretos en el mundo que los alumnos perciben.

Para apoyar estas ideas, Talanquer sostiene que tanto los análisis históricos como los filosóficos guían su propuesta de cambio en el qué y el cómo se enseña la química.

Diferentes planes de estudio se enfocan en enseñar procesos para analizar y sintetizar sustancias, la sugerencia es proponer que los procesos educativos inicien con preguntas como ¿Qué es esto? Para analizar y ¿Cómo se forma? Para sintetizar, pero, además los químicos se interesan en transformar, explicar y predecir el comportamiento de las sustancias formadas; de tal forma que las preguntas ¿Cómo cambia? Y ¿Cómo explico el comportamiento? Son fundamentales, “este tipo de preguntas en las áreas de recursos energéticos, vida y salud, nuevos materiales y medio ambiente, será el foco de atención de los profesionistas de la química en el siglo XXI (Talanquer, 2011)”.

En contraste la identificación de estas preguntas no es fácil pues el currículo de química tradicional está organizado alrededor de temas frecuentemente desconectados unos de otros, tales como estequiometría, estructura atómica, ácidos y bases, y las preguntas centrales que estos conocimientos ayudan a responder no se hacen explícitas. Sin embargo, el análisis de las preguntas que tradicionalmente se incluyen en libros de texto revela que el interés se centra en responder a preguntas como estas: ¿Cómo se balancea una reacción química? ¿Cómo se construye la configuración electrónica de un átomo? ¿Cómo se calcula el pH de una solución? El énfasis se pone en aprender a resolver preguntas tan específicas y descontextualizadas que parecen irrelevantes y carentes de propósito.

La propuesta se basa en la selección, orientación y organización de los contenidos en los cursos a partir del análisis histórico y filosófico de los propósitos centrales del quehacer y pensar en química. Si los planes de estudio se modifican con este enfoque, crean oportunidades de aprendizaje diferentes dando a los estudiantes la oportunidad de entender la importancia de responder a preguntas como ¿Qué es esto? ¿Cómo lo sintetizo? ¿Cómo lo cambio? y ¿Cómo lo modelo? en contextos de su vida cotidiana y el mundo en el que viven al involucrarlos de manera activa en la generación de respuestas.

Finalmente, la Facultad de Química, inició sus actividades en 1970, como Escuela de Ciencias Químicas, desde entonces y hasta ahora en sus planes de licenciatura no ha incorporado de manera formal a la filosofía de las ciencias, solamente se ofrece como unidad de aprendizaje optativa desde 2003, pero filosofía de la química no existe. En este 2015 cambian cuatro planes de estudio, empieza uno nuevo y seguimos igual.

A manera de conclusiones

Ha sido notoria la ausencia de filósofos de la ciencia interesados en la química.

Ha sido notoria la ausencia de químicos en el debate epistemológico, debido en parte a la relación entre la química y la física interpretada como subordinación. Esto no fue sano para la química, y no fue sano para la epistemología pues excluyó a toda una comunidad, del debate general.

La filosofía de la química ya emerge como un área de legítima investigación filosófica que reclama nuestra atención; el mejor trabajo que puede realizarse ahora por los químicos en esta área abandonada, es el intento de mostrar su importancia.

En el desarrollo y aplicaciones de la química recae la enorme responsabilidad de la conservación y mantenimiento de la Tierra, por lo que, se hace necesaria una abstracción filosófica sobre la química, que incluya el estudio de sus bases fundamentales, métodos, lenguaje, aspectos éticos, su paradigma y su autonomía relativa frente a otras ciencias fácticas.

En los años más recientes han empezado a superarse los obstáculos que impedían la reflexión filosófica acerca de la química, el creciente interés de los filósofos de la ciencia ha logrado que la filosofía de la química haya adquirido un fuerte impulso, siendo la de más rápido crecimiento dentro de la filosofía de la ciencia contemporánea.

Las preguntas centrales para el diseño del currículum de químico que se deben plantear: ¿Qué se debe enseñar en este siglo XXI? ¿Cómo se puede hacer para promover aprendizajes significativos? ¿Cuáles son las competencias específicas que se deben generar? ¿Cuáles son las competencias genéricas que todo profesional debe desarrollar? Las respuestas a estas preguntas deben surgir del análisis de la naturaleza de la química, sus prácticas y formas de pensar, su historia y filosofía,

En la Universidad Autónoma del Estado de México, no se han contemplado la incorporación de la filosofía de la ciencia y la filosofía de la química de manera formal para alumnos de licenciatura ni para docentes, entonces bien podríamos decir: “viví sin conocerte” pero, a partir de ahora nos preguntamos ¿Podré vivir sin ti?

¿Es necesario el desarrollo e incursión en el campo de la filosofía de la química en la UAEM?

Referencias

Chamizo, J. A. (2005) Hacia una cultura química. En Ciencia. Revista de la Academia Mexicana de Ciencias, No. 56, págs. 17-26. Publicado en La esencia de la química. Reflexiones sobre filosofía y educación. José Antonio Chamizo (ed.) (2007), UNAM.

Contreras, R. R. (2011) Aproximación a la filosofía de la Química. En Avances en Química, vol. 6, núm. 3, septiembre-diciembre, 2011, pp. 107-116, Universidad de los Andes, Venezuela

Labarca, M. (2005) La Filosofía de la Química en la Filosofía de la Ciencia Contemporánea. En Redes, vol. 11, núm. 21, mayo, Págs. 155-171, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.

Orozco, J. C. (1998) ¿Un estatuto epistemológico de la química? En Revista Educación y Pedagogía Vol. X No.21 mayo - agosto. Págs. 177-190

Talanquer, J. V. (2011) Educación química: escuchando la voz de la historia y la filosofía, en Química, Historia y Filosofía, Págs. 55-65. Universidad Pedagógica Nacional

Villaveces, J.L. (2000) Química y Epistemología, una relación esquiva. En Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia, Vol. 1, Nos. 2 y 3, Págs. 9-26.

Vivas-Reyes, R. (2009) Filosofía de la química: un área ampliamente olvidada. Rev. Acad. Colomb. Cienc. Vol. 33 (26) Págs. 125-128, 2009. ISSN 0370-3908.

Scerri, E. (2007) “La nueva filosofía de la química y su importancia en la educación química” en La esencia de la química. Reflexiones sobre filosofía y educación, José Antonio Chamizo (ed.), UNAM. México.

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