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La equidad de género, un elemento clave en la educación

Ana María Saloma Gutiérrez

UNAM Filosofía y Letras

Resumen

Las transformaciones sociales y culturales por lo general se realizan de forma lenta, suelen además, enfrentar una serie de resistencias por parte de diversos sectores de la población; cambiar las formas de hacer y pensar obedecen por lo general a la necesidad de resolver nuevos retos, las viejas recetas ya no son tan eficaces, es entonces que surgen propuestas nuevas que buscan generar nuevas soluciones, nuevas formas de establecer relaciones que respondan a las nuevas necesidades. Un ejemplo de ello en la actualidad es el de establecer relaciones entre las personas que se rijan por el respeto a los derechos humanos, la equidad de género, la igualdad y la inclusión.

En la transformación de paradigmas y de horizontes culturales, como el que significa la inclusión de la equidad de género, la educación juega un papel clave; a través de ella, es posible generar en los estudiantes nuevas actitudes, formas de pensar, de hacer; pero para ello es indispensable y transformar todo el proceso educativo, iniciando con la habilitación del personal docente, los materiales educativos y la revisión del currículo; ello significa que debe hacerse efectiva la transverzalización de género.

Palabras clave: Educación, género, transversalización.

Es necesario analizar y visibilizar un serio problema que se encuentra presente en las distintas esferas y niveles del ámbito educativo, el cual afecta a todas las personas; porque lo que ocurre en el proceso educativo no es sólo un asunto personal, es un asunto colectivo debido al papel clave que la educación desempeña en una sociedad. El problema al que me refiero es al de la desigualdad de género y sus efectos negativos.

La educación formal y la no formal desempeñan las tareas fundamentales de transmitir, de formar, de conservar o transformar no sólo los conocimientos que una sociedad posee, sino también el de trasladar el imaginario colectivo, las creencias, una concepción simbólica del ser y del deber ser, una identidad; las filias, las fobias, los valores positivos y negativos, las esperanzas, los miedos, las normas, las reglas no escritas, los códigos de comportamiento y convivencia. Es un largo y complejo proceso de socialización que las personas mayores han diseñado e impuesto el cual deben recorrer los niños y las niñas. La educación, va más allá de adquirir los conocimientos que requieren la infancia y los adolescentes para incorporarse en su vida adulta a las actividades productivas. La educación formal e informal es un camino en el que los infantes aprenden los roles que la sociedad espera que desempeñen de acuerdo a su sexo, y por lo tanto, los estereotipos con los que funcionarán y pondrán en práctica en sus relaciones personales, sociales y laborales.

Solemos concebir a la educación formal como un proceso racional, objetivo, científico, pero, ¿realmente es así?, ¿no hay en el proceso de construcción del conocimiento un cierto grado de subjetividad?, ¿del azar?, ¿de pasión?, ¿por qué el empeño de subrayar que el conocimiento digno de ser transmitido debe responder a la concepción occidental de científico, racional y objetivo?, ¿y qué hay de los conocimientos desarrollados por culturas no occidentales? Bien entendida la práctica científica, racional y objetiva, es la que cuestiona, la que pone en duda, la que reconoce elementos diversos, la que se arriesga a lo desconocido, a lo nuevo.

Pero no sólo es la concepción occidental la que domina y determina lo que es ciencia o no; el mundo moderno y racional de los científicos ha estado dominado por los varones. Aparentemente las científicas y sabias han llegado a la república del saber de forma reciente, pero no es así; las mujeres hemos contribuido al desarrollo del conocimiento; recordemos algunos: Hipatia de Alejandría (370-414); Marie-Sophie Germain (1776-1831); Augusta Ada Byron (1815-1852); Amalie Emmy Noether (1882-1935); Marie Curie (1867-1934). La negación de las mujeres y sus contribuciones al conocimiento se ha realizado desde una posición sexista y androcéntrica, en esta negación se han usado  como argumento  los estereotipos de género, en el que se aduce que las mujeres por sus características naturales no tienen las capacidades de racionamiento y abstracción; esto tiene serias consecuencias, debido a que ello implicó durante mucho tiempo la exclusión de niñas y mujeres de la educación formal impartida en la educación superior. Indudablemente la curiosidad y la necesidad de observar, buscar respuestas y transmitir el conocimiento acumulado lo han compartido hombres y mujeres desde tiempos inmemoriales y en todas las culturas.

Comencemos por reflexionar qué concepción se halla al fondo de la concepción dominante de la ciencia y su efecto en la educación. Se ha reconocido que la ciencia moderna tiene como padres a: Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, René Descartes y otros más. Fue así que se construyó una forma de concebir el conocimiento y de quiénes legítimamente se podían llamar científicos. El señalamiento no es menor, debido a que la forma en la que particularmente se concibió en las sociedades occidentales hasta bien entrado el siglo XX,  el de concebir como atributo “natural”  exclusivo los varones la capacidad racional e intelectual, por tanto de ser los científicos y humanistas. En cuanto a las mujeres, no teníamos por “naturaleza” la capacidad de razonamiento, ni de abstracción. Esta suposición sobre las féminas es ejemplo de la construcción social de los estereotipos de género en el que se les tribuye a los varones una serie de capacidades y cualidades que los convierten por “naturaleza” aptos de forma exclusiva para los asuntos públicos y a las mujeres para atender el ámbito privado; el argumentar la inmutabilidad de la naturaleza, permitió mantener a las mujeres fuera de las universidades y tecnológicos.

 Esta idea desafortunadamente en diversos sectores de la sociedad mexicana contemporánea continúan considerándolo como un hecho evidente, por lo que tanto en los espacios educativos, como fuera de ellos, hay personas que reproducen éstos estereotipos de género de forma consciente, inconsciente; lo cual tiene repercusiones en el proceso educativo que se ofrece a la infancia y los adolescentes, por ejemplo en las elecciones de trayectoria académica de los chicos y las chicas, en las cuales, a los primeros se les alienta a elegir las ingenierías, las ciencias duras, mientras que las segundas se les induce a las humanidades o alguna disciplina relacionada al cuidado de los otros.

¿Por qué no alentar desde la más temprana infancia las diversas capacidades que permitan a niños y niñas elegir trayectorias académicas no determinadas por los estereotipos de género?, ¿no sería mejor ignorar la identidad sexo/genérica y alentar a cada quién de acuerdo a sus habilidades, capacidades y preferencias?

El proceso educativo no es “natural”, es social, y por tanto, es  histórico, por lo que éste no es estático, sino dinámico; por medio de la educación los adultos enseñamos a infantes y adolecentes las concepciones sociales específicas de los roles de género asignado a mujeres y hombres de acuerdo a su sexo; reconociéndose únicamente al sexo femenino (hembra) y al sexo masculino (macho), como los determinantes biológicos de toda persona, excluyendo y negando otras realidades biológicas. Estudios recientes proponen que la identidad sexo/genérica no se limita a masculino/femenino y señalan la existencia de una diversidad identitaria que rompe con la normatividad heterosexual; así como con los roles de género tradicionales

Los procesos educativos formal e informal no son ni objetivos, ni neutrales,  son procesos que pueden reproducir y reforzar los estereotipos de género; o bien contribuir a romperlos, a modificarlos, con el objetivo de generar una cultura de equidad, de inclusión, de democracia, de paz.

La educación tiende a ser sexista, al reforzar de forma consciente o inconsciente los roles de género asignados a las personas de acuerdo a su sexo. El sexismo va más allá del discurso contenido en los planes y programas, libros de texto, material didáctico, diseño de actividades escolares y extracurriculares, evaluaciones; el sexismo es posible encontrarlo en las actitudes y comportamientos al interior y exterior del aula; se filtra de forma imperceptible en el lenguaje, en el patio de recreo, escala en la composición laboral, los cargos de responsabilidad, en el currículo oculto que se vive y es reproducido por directivos, personal docente, estudiantado, padres y madres de familia; el sexismo aprendido traspasa los límites de los centros educativos, se encuentra extra muros en los espacios públicos y privados.

No es tarea sencilla la de romper y transformar  la cultura androcéntrica y sexo/genérica dominante; realizar la transformación requiere de la participación de la sociedad en su conjunto. En México, dese hace varios años, las administraciones gubernamentales han comenzado a dar algunos pasos en dirección de incluir el tema de género, para dar respuesta tanto a demandas de sectores sociales, como parte de los compromisos internacionales adquiridos en diversos convenios; en estos últimos se hace énfasis en la urgencia de transversalizar el género.

La actual administración ha planteado en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, como parte de su política el compromiso de la transversalización de género. Transversalización que se encuentra en diversos documentos como la Ley General de Educación vigente; en ella se considera como parte de la tarea educativa los derechos humanos, la igualdad entre mujeres y hombres, el respeto a los derechos lingüísticos de los indígenas, el conocimiento y práctica de la democracia, la cultura de la legalidad, de la paz y no violencia, la lucha contra la discriminación, prejuicios, estereotipos, la violencia contra las mujeres y los niños

El artículo 33 inciso VIII, de dicha ley se consigna que se desarrollarán programas con perspectiva de género, para ello únicamente se estipula que se otorgarán becas y apoyos económicos. Importante sí, pero no es suficiente para alcanzar los objetivos de equidad, inclusión e igualdad, se requiere en nuestra sociedad un cambio de paradigmas, un quiebre cultural  de gran magnitud que elimine de forma radical las raíces en las que se sostienen la violencia y la discriminación; eso se logra a largo plazo dando pasos firmes y comprometidos en todos los ámbitos de la vida, en particular en la educación formal en todos los niveles que marque la diferencia entre mantener la desigualdad, la discriminación, el sexismo, la violencia en todas sus formas, o impulsar la transformación que siente las bases de una sociedad más justa y equitativa para todas las personas: ello significa hacer efectiva la transversalización de género.

Cabe plantearse si las buenas propuestas realizadas por las autoridades han bajado a la realidad, si se ha diseñado un modelo educativo que responda a lo consignado por la legislación nacional y los convenios internacionales; si esto se ha plasmado en la actualización de los planes y programas del sistema educativo  educación inicial; si se ha capacitado y actualizado al personal docente, si se han generado comunidades educativas con una visión integral, si se han generado los materiales didácticos y libros de texto con perspectiva de género e inclusión, si se han comenzado a hacer las adecuaciones físicas y materiales en los centros educativos, si se han iniciado las acciones necesarias para impulsar una mayor participación de mujeres en los puestos de toma de decisiones, si se han emprendido campañas para que varones se integren como personal docente a educación inicial.

Las diversas autoridades educativas han tomado algunas medidas, diversos centros educativos han comenzado a tomar acciones concretas para incorporar la equidad de género y la inclusión. Pero aún no es suficiente, revisemos algunos datos.

En un sondeo rápido realizado a la página electrónica de CONALITEG y su catálogo de libros de texto gratuititos 2014-2015, en los libros de secundaria podemos observar que, a nivel de imagen de portada aún persiste la tendencia de relacionar la disciplina, con un estereotipo de género; por ejemplo en las materias de matemáticas, ciencias y física, predominaban los niños; en cambio en español, son las niñas las que aparecen; en los libros de historia, son frecuentes los personajes masculinos. Es discriminatorio presentar y asociar únicamente a varones con las ciencias duras, como el de incluir de forma exclusiva a mujeres con las ciencias humanísticas y sociales; con portadas de este tipo se están reforzando los estereotipos de género.

Afortunadamente ésta tendencia comienza a cambiar y hay portadas de libros en los que  se utiliza para las ciencias duras la foto de una niña y en un libro de español aparece un niño: a pesar del avance que representa la inclusión de imágenes que rompen con el estereotipo de género, no es suficiente, ni significa que se esté cumpliendo con el principio de equidad de género, para que éste fuese efectivo deberían usarse imágenes femeninas y masculinas de forma simultánea, equilibrada y paritaria.

 En cuanto a contenidos en los libros de texto gratuito únicamente consideraré algunos de los aprobados para segundo año de secundaria en la materia de Historia I. De los libros revisados, éstos continuaron usando un lenguaje no incluyente, las ilustraciones por lo general representan mayoritariamente a varones, una que otra mujer y  excepcionalmente en un papel protagónico.  No puedo dejar de preguntar ¿a lo largo y ancho de la historia dónde estábamos las mujeres y las niñas?, ¿mirábamos con indiferencia?, ¿seguíamos de forma impasible en nuestras actividades cotidianas?, o quizás la respuesta a la invisibilidad histórica de las mujeres, así como su reiterada ausencia lingüística se debe a otras razones, tales como la discriminación y la inequidad que comparten con otros sectores de la población.

Aparentemente en los centros educativos se ofrecen oportunidades iguales a niños y niñas, sin embargo en la realidad esto no ocurre, debido a que los padres, madres y  docentes tienden a proporcionar un trato diferenciado niños y niñas de acuerdo con su sexo; así se fortalecen los estereotipos de género de la cultura androcéntrica por medio del currículo explícito y el oculto. Por ejemplo, en el aula hacer una mayor motivación dirigida a los niños para la resolución de problemas aritméticos, o que las familias ante las dificultades económicas den preferencia a los hijos varones para que asistan a la escuela, reteniendo a las niñas para que apoyen en las tareas domésticas.

El desafío es inmenso, romper con estructuras mentales, sociales y culturales. Construir una nueva visión civilizatoria requiere de los pilares de la equidad de género, de igualdad de oportunidades y una efectiva inclusión.

La transversalización de género debe realizarse en los siguientes niveles y de forma interelacionada:1) políticas públicas, 2) institucionales y organizacionales; 3) colectivas y 4) personales. A continuación algunos ejemplos de cada nivel.

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