Resumen
En las décadas recientes, parece haber un consenso al interior de las ciencias sociales y, por tanto, en las ciencias de la educación, en torno al hecho de reconocer que es necesario dar cuenta de los fenómenos educativos actuales, y por ello es preciso que seamos capaces de construir explicaciones nuevas para esos nuevos fenómenos que nos interpelan cotidianamente; sin embargo tal acuerdo parece quedar sólo en un sentido declarativo, es decir, se pretende dar cuenta de las nuevas realidades pero con las mismas herramientas teóricas hace siglos conocidas; o bien, tomando como base las teorizaciones de moda pero sin recuperar la especificidad histórica de eso que llamamos "nuevos fenómenos educativos" de nuestra época. Dejando así las expresiones de "lo nuevo" o "de nuestra época" como meros adjetivos vacíos de contenido.
Otra salida que ha cobrado fuerte importancia con la tendencia hacia una profesionalización instrumentalista de las disciplinas es la creencia de que en la recuperación de los "datos" se encuentra la "realidad", esta situación ha tendido a despojar a la investigación social, de la exigencia teórica para acudir al uso exacerbado de técnicas e instrumentos de investigación novedosos que sólo por su aplicación, se piensa, nos llevarán al conocimiento de la realidad.
Ambas posturas sintetizan lo que hoy en día se convierte en la práctica habitual al interior de la investigación educativa; por ello es preciso replantearnos el sentido de nuestro hacer como investigadores educativos, más aún si pretendemos incidir, de alguna manera, en esto que llamamos "transformación educativa" pero con un sentido incluyente.