México a 30 de Abril de 2020
Mientras el Estado y los grupos de poder hegemonizan pretendiendo la totalidad—sistemas estáticos precursores de perfiles homogéneos, medidos con estándares globales del pensamiento y el comportamiento, siempre sobredeterminados—particularmente en la educación, coexisten posibilidades no reveladas que permiten emerger sujetos desprendidos de sus límites.
La convulsa época COVID-19 es una coyuntura que como propone Zemelman constituye una articulación entre la totalidad y la indeterminación, lo cual representa una mediación entre el conocimiento acumulado —apareado con sus respectivas estructuras teóricas— y la alternativa de praxis adecuada para conseguir opciones definidas como posibles. La realidad está siendo una constelación de rupturas, las determinaciones hegemónicas y sus formaciones discursivas se encuentran dislocadas y confrontadas con las necesidades de las poblaciones, de ahí, el momento de las reivindicaciones que concitan a nuevas fuerzas y nuevos contornos sociales.
Mientras la SEP y sus equivalentes locales, las universidades y demás instituciones educativas, se empecinan en el cumplimiento fiel de planes y programas de estudio —determinados como prescripciones y normas en el seno de sus cúpulas técnico burocráticas— dentro de la vorágine de la virtualidad, el magisterio, el estudiantado y sus familias viven atribulados por el desorden en la vida cotidiana y por la des estructuración de las certezas.
Las y los maestros, compelidos a aprender el uso de dispositivos y plataformas digitales, perdieron esas condiciones de poder con las que la escuela moderna y su atalaya, la evaluación, confieren sentido de éxito, logro y aprobación. La interlocución avasallante del que enseña y la mirada sumisa del pupilo están desdibujadas en las redes y las tecnologías ignotas, pero se despliegan en los volúmenes abrumadores de tareas que han de surcar el ciberespacio de los alumnos, de los docentes y de sus superiores jerárquicos.
El perfil de egreso, las competencias, los contenidos del currículum, como toda estructura en falta, dentro de una coyuntura, palidece y se carcome a sí misma frente a la circunstancia del sufrimiento y la crisis estructural generalizada; lo que era estable y sedimentado no otorga sentido a un futuro que dejó de estar predefinido. El sentido hoy, como para cada momento de la vida en la incompletud del ser, es otro: la voluntad de aprender cómo resistir y cómo sobreponernos; cómo dar y recibir cooperación; cómo tejer la historia con posibles en los que no quedemos a merced de pandemias y catástrofes; cómo distanciarnos de la exclusión y la marginalidad; cómo afianzarnos a la naturaleza y su inconmensurabilidad; en fin, cómo construir lo impensado.
Esos son los desafíos en que nos sitúa la conmoción coyuntural y que habremos de acometer desde el Consejo de Transformación Educativa con procesos de diálogo que nos lleven a resignificar la educación en sus distintos planos y niveles de realidad dinámica y que nos refiguren como sujetos políticos hacedores de proyectos y futuros posibles.
La crisis inesperada nos lleva a postergar nuestro IV Congreso Internacional de Transformación Educativa que habíamos programado para Septiembre de 2020, pero en su lugar realizaremos el Pre Congreso que las circunstancias nos permitan, comprendiendo que es urgente sistematizar continuamente el devenir de los y las educadoras en la sucesión de coyunturas y en la diversidad maravillosa de la creatividad humana.