Reclu­so­rio Molino de las Flo­res
Tex­co­co Esta­do de Méxi­co a 7 de Noviem­bre de 2016.

HER­MA­NOS Y HER­MA­NAS
A LAS Y LOS REVO­LU­CIO­NA­RIOS CUBANOS

Se acer­ca Navi­dad y Año Nue­vo, épo­cas que acen­túan el frío rese­co del invierno aquí en la cár­cel. Nos acom­pa­ña irre­mi­si­ble­men­te el tedio y la espe­ra. Des­de el 24 de octu­bre se aca­ba­ron las cla­ses en la escue­li­ta, aho­ra los maes­tros sólo se dedi­can a pre­pa­rar la pas­to­re­la para repe­tir el pre­mio que este Penal ganó el año pasa­do, ¡que cau­sa más pro­me­te­do­ra y tras­cen­den­tal! para noso­tros los delin­cuen­tes! ¡Viva la readap­ta­ción social!.

Entre los esca­sí­si­mos temas de con­ver­sa­ción, fue­ra de la mon­ser­ga legal de nues­tros pro­ce­sos, en nues­tra cel­da se han deja­do oír fra­ses tan irri­tan­tes como éstas:

¡Qué bueno que se lo lle­vó la chin­ga­da a ese güey!

¡Has­ta que por fin van a ser libres los cubanos!

He teni­do que con­te­ner mis ganas de insul­tar devas­ta­do­ra­men­te su igno­ran­cia pero he opta­do por un acto con tacto…je,je,je: tác­ti­co y con­tac­to, las dos cosas estra­té­gi­cas que en una inten­ción peda­gó­gi­ca les lle­ve a reco­no­cer una limi­ta­ción, valla una caren­cia cog­nos­ci­ti­va, un res­tric­ción formativa…acá entre nos, eso mis­mo que nos lle­va en el ambien­te cane­ro a que los más cau­tos y diplo­má­ti­cos expre­sen: ya cálla­te y no digas pen­de­ja­das, o de otro modo: ¡mejor amá­rra­la pendejo!

Tam­bién en “cana” la tene­mos de hon­go”. No solo en la tele se hacen dis­cu­sio­nes sesu­das sobre la muer­te de Fidel.

Y bien vale la pena tomar­le la pala­bra a los pró­ce­res vivien­tes de tele­vi­sa y tv azte­ca cuan­do inte­rro­gan a sus pane­les de exper­tos: ¿la his­to­ria ya lo absolvió?

Pien­so en el anciano y lo recuer­do. Lo vi y lo escu­che en el audi­to­rio Car­los Marx en el 93 inau­gu­ran­do el Con­gre­so Lati­no­ame­ri­cano de Peda­go­gía. Había pasa­do media hora de dis­cur­so y salí huyen­do por el calor inso­por­ta­ble y la aplau­di­de­ra ya faná­ti­ca, ya emocionada.

Tam­bién lo vi pasan­do jun­to a mí en el Pala­cio de las Con­ven­cio­nes de la Haba­na en 2002, se puso de pie y sin gua­ru­ra alguno se diri­gió a una mujer mexi­ca­na del públi­co que le pidió con el micró­fono, un salu­do. El bar­bu­do meti­do en su uni­for­me mili­tar, con sen­ci­llez le dio la mano, la abra­zó, mien­tras las cáma­ras se arre­mo­li­na­ban para gra­bar el ges­to bue­na onda. Yo levan­té la mano para inten­tar tam­bién tomar el micró­fono, pero no me lo die­ron, había muchas manos levan­ta­das. Si me lo hubie­ran pasa­do esa hubie­ra sido mi pre­gun­ta ¿oye Fidel, la his­to­ria ya te absolvió?

La pala­bra abso­lu­ción es, para cual­quie­ra, una sim­ple pala­bra. Para un pre­so, la abso­lu­ción es la are­na de pan­de­mo­nios y demiur­gos, es la puer­ta que comu­ni­ca al infierno con el paraí­so. Fidel estu­vo pre­so y por ello dijo eso.

La abso­lu­ción la otor­ga el jus­to, por lógi­ca. En la reali­dad nos absuel­ve el que nos acu­sa, el juez, una vez que se ha demos­tra­do la ino­cen­cia o que se alcan­za la duda razo­na­ble. El sis­te­ma de jus­ti­cia nos pue­de absol­ver o nos pue­de sen­ten­ciar y no siem­pre es la jus­ti­cia la que ope­ra, a veces es el error, o el inte­rés, o el poder.

En el pro­ce­so para deter­mi­nar “lo jus­to”; los pobres y los igno­ran­tes que­dan inde­fen­sos, así como los enemi­gos del que mue­ve a esas manos que fir­man dic­tá­me­nes, reso­lu­cio­nes y sentencias.

De pron­to la tele absuel­vo o sen­ten­cia y así como a los maes­tros de la CNTE se les con­de­na por ser cul­pa­bles: de no dar cla­ses, de ser revol­to­sos, de tener repro­ba­dos a los niños y jóve­nes en el examen PISA, así se le con­de­na a Fidel: dic­ta­dor, anti­de­mo­crá­ti­co, vio­la­dor de los dere­chos huma­nos, fas­cis­ta, etc, etc.

La tele nun­ca va a absol­ver a Fidel, su fun­ción es ven­der pro­duc­tos y ato­lon­drar con­cien­cias. Fidel ni ha sido pro­duc­to de empre­sa algu­na ni dejó de ser el revo­lu­cio­na­rio que ponía en su lugar al capitalismo.

La tele va a sen­ten­ciar­lo y lo van a sen­ten­ciar todos aque­llos que eri­gi­dos en reden­to­res se arro­gan el dere­cho a enjui­ciar y a con­de­nar, des­de su torre de poder, su torre de inep­ti­tud o su torre de ignorancia.

En la pla­za de la Revo­lu­ción de la Haba­na se die­ron cita millo­nes para des­pe­dir al coman­dan­te en jefe. Hubo pero­ra­tas sobre­sa­lien­tes por la elo­cuen­cia con que se hon­ró al líder his­tó­ri­co. Peña Nie­to habló y resul­to ano­dino, cali­fi­ca­ti­vo que ati­na­da­men­te ha dicho Denis­se Dres­ser al man­da­ta­rio. Como ano­dino resul­ta todo jui­cio que pre­ten­da res­trin­gir al com­pa­ñe­ro pre­si­den­te a unos pocos voca­blos. Y sin embar­go su nom­bre con­tie­ne un pue­blo mucho más gran­de que la pla­za, mucho más exten­di­do que el reco­rri­do de la Haba­na a San­tia­go, más allá de Ango­la; y con­tie­ne lus­tros, capí­tu­los de horror y glo­ria: jun­to a Cami­lo y Ché, en la Sie­rra Maes­tra, en la cri­sis de los misi­les, en el perio­do espe­cial, en la enfer­me­dad, en los aten­ta­dos con­tra su vida, en la odi­sea de los bal­se­ros; y evo­ca imá­ge­nes con­cre­tas de su pre­sen­cia: en el cor­te de caña, en la uni­ver­si­dad, en el hos­pi­tal, jun­to al meda­llis­ta olím­pi­co, fren­te al Papa, como el esta­dis­ta bri­llan­te que ilu­mi­na foros inter­na­cio­na­les deplo­ran­do la pobre­za, las deu­das exter­nas de las nacio­nes, el dete­rio­ro eco­ló­gi­co y la des­me­di­da vera­ci­dad del impe­ria­lis­mo. Ade­más, escri­tor y lec­tor, que no es común entre la ralea de nues­tra con­tem­po­rá­nea cla­se política.

¿De qué hay que absol­ver­le? Nos prohi­bió el cul­to a su per­so­na­li­dad: nos obli­ga a equi­li­brar la balan­za con el peso de su mal­dad, fren­te al peso de su con­gruen­cia. Su revo­lu­ción vorá­gi­ne de uto­pías vio­len­cias y espe­ran­zas, sigue viva en sus cla­ros­cu­ros hacien­do con­cre­to un país, una for­ma de vivir cir­cuns­tan­cia lejos del desa­rro­llo, pero lejos tam­bién del sub­de­sa­rro­llo. Como absol­ver al úni­co Fidel de la his­to­ria sin come­ter el error de la com­pa­ra­ción o la tor­pe­za de juz­gar con las leyes de la como­di­dad complaciente.

Cuan­to pue­de ser­vir una abso­lu­ción que engran­dez­ca al juez, mien­tras el enjui­cia­do se dilu­ye a sí mis­mo en lo incon­men­su­ra­ble de sus noven­ta años de edad y 57 años de revolución.

En mi cel­da dije: en Cuba no apa­re­cen todos los días des­ca­be­za­dos, no gobier­nan los cár­te­les; no se usa a la poli­cía para obli­gar a los maes­tros a hacer exá­me­nes, ni se mue­ren los niños de ham­bre o enfer­me­dad. Las jine­te­ras o pros­ti­tu­tas son pro­fe­sio­nis­tas uni­ver­si­ta­rias; nadie se que­da sin tra­ba­jo. No des­apa­re­cen los gober­nan­tes lle­ván­do­se el era­rio públi­co ni des­apa­re­cen 43 mucha­chos por ir a una mar­cha. Cuba está lle­na de caren­cias y de res­tric­cio­nes deri­va­das del blo­queo eco­nó­mi­co y de la polí­ti­ca guber­na­men­tal. Como toda socie­dad, se des­en­vuel­ve en el cada día entre car­na­va­les d dul­zu­ra y cora­jes deses­pe­ra­dos por no alcan­zar anhe­los y qui­me­ras. Pero Fidel no es ni úni­co autor, ni úni­co dolien­te, ni úni­co muer­to. Es el hom­bre al que muchos hemos vol­tea­do a mirar des­de lejos o des­de cerca.

La pre­gun­ta sabia sería si la his­to­ria nos va a absol­ver a cada uno de noso­tros, de que nos va absol­ver y si ten­dre­mos tiem­po para espe­rar ese desenlace.

A mis ami­gos de la cár­cel, como a todo aquel que se pre­gun­te en la con­cien­cia sobre el sen­ti­do de vivir les diría que escu­chen esa con­sig­na pode­ro­sa que unió a todo un pue­blo y que los com­pro­me­tió en todo el espíritu:

! Patria o muer­te,
Ven­ce­re­mos!
Y que en sus dis­cur­sos la pro­nun­ció muchas veces Fidel.
Que el por­ve­nir y las cosas más leja­nas
Sean la regla de todos los días
Pre­sen­tes.

(Nietz­che)

¡Que flo­rez­ca la liber­tad y se
Mul­ti­pli­quen los cami­nos de lucha!
¡Nos fal­tan 43!
¡Has­ta la vic­to­ria CNTE!
¡Las que­re­mos de regre­so a Casa!

Oscar Hernández Neri
www.niunpresuntoculpablemas.org