Ponencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Transformación Educativa

Rosendo Chávez Ramírez

Supervisión Escolar J031, Estado de México

INTRODUCCIÓN                     

Con fre­cuen­cia se pien­sa que por haber egre­sa­do de una ins­ti­tu­ción for­ma­do­ra de docen­tes, se tie­ne ya la habi­li­dad y com­pe­ten­cia de desa­rro­llar la ense­ñan­za, sin embar­go en la reali­dad se obser­van muchas defi­cien­cias téc­ni­co-peda­gó­gi­cas, pero sobre todo se care­ce  de los com­pro­mi­sos y res­pon­sa­bi­li­da­des que impli­ca el ejer­ci­cio de la ense­ñan­za como noble acción, mis­ma que se ejer­ce sin una meto­do­lo­gía ade­cua­da en su desa­rro­llo y menos aún sin una evo­lu­ción que dé cuen­ta de los pro­ce­sos vivi­dos en el aula, así como de los avan­ces y logros alcan­za­dos por los alumnos.

De lo ante­rior se des­pren­de la impor­tan­cia del aná­li­sis de la pro­fe­sio­na­li­za­ción de la prác­ti­ca docen­te, y de lo que suce­de de mane­ra coti­dia­na en las aulas, para con­ver­tir esto en obje­to de estu­dio que con­tri­bu­ya en su trans­for­ma­ción y mejo­ra reque­ri­da. Por ello dar­le un nue­vo sig­ni­fi­ca­do a los pro­ce­sos de la ense­ñan­za y del apren­di­za­je nos per­mi­ti­rá orien­tar­los hacia pro­pó­si­tos y fines edu­ca­ti­vos vigen­tes. La socie­dad exi­ge pro­fe­sio­na­les de la edu­ca­ción que sean capa­ces de enfren­tar­se a los reque­ri­mien­tos actua­les, que se invo­lu­cren con los alum­nos para ver más de cer­ca lo que acon­te­ce en su entorno. Igno­rar el con­tex­to fami­liar y esco­lar de cada estu­dian­te, es dejar a un lado ele­men­tos esen­cia­les que nos pue­den ayu­dar a ser mejo­res maestros.

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 Debe­mos asu­mir a caba­li­dad que la labor del maes­tro va mucho más allá de su labor como ins­truc­tor y tie­ne que ver no sólo con su rol en el entra­ma­do social, sino con su com­pro­mi­so con sus alum­nos, en una inter­ac­ción cer­ca­na y cor­dial. Es ahí don­de se jue­ga toda la rela­ción peda­gó­gi­ca y social, es nece­sa­rio per­so­na­li­zar la rela­ción peda­gó­gi­ca para hacer de ella una comu­ni­ca­ción humana.

FUNCION SOCIAL DEL DOCENTE

La prác­ti­ca docen­te es ante todo una prác­ti­ca social. Su cabal com­pren­sión impli­ca abor­dar­la des­de los nive­les de aná­li­sis social, esco­lar y de aula. Su posi­ble for­ma­ción supo­ne res­ca­tar para ella una dimen­sión más amplia que la del salón de cla­se. El docen­te pue­de ser un ele­men­to deci­si­vo en la trans­for­ma­ción de la socie­dad en la que se des­en­vuel­ve, pues­to que pue­de dejar hue­lla de su tra­ba­jo en cada uno de sus alum­nos. No solo debe limi­tar­se al cum­pli­mien­to de obje­ti­vos plan­tea­dos en el plan y pro­gra­mas edu­ca­ti­vos, sino invo­lu­crar­se a fon­do en las situa­cio­nes que se viven den­tro del con­tex­to don­de se desem­pe­ña. El docen­te debe lle­var a cabo una labor social orien­ta­da a los alum­nos, preo­cu­par­se por cono­cer e iden­ti­fi­car los suce­sos que orien­tan su actuar en el gru­po y, ante todo, tras­cen­der hacia la comu­ni­dad. Debe ser un edu­ca­dor social en todo el sen­ti­do de la pala­bra, pues­to que como agen­te social, que desem­pe­ña su labor cara a cara con los alum­nos, está expues­to coti­dia­na­men­te a las con­di­cio­nes de vida, carac­te­rís­ti­cas cul­tu­ra­les y pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, fami­lia­res y socia­les de los suje­tos con quie­nes labora.

Todo docen­te debe cono­cer sus for­ta­le­zas y debi­li­da­des con el fin de orien­tar­se a la bús­que­da de aque­llos ele­men­tos que favo­rez­can su desem­pe­ño pro­fe­sio­nal. Recu­rrir a la capa­ci­ta­ción con­ti­nua es en bue­na medi­da mani­fes­tar el inte­rés hacia lo que rea­li­za­mos día con día.

Se debe tener pre­sen­te que par­ti­ci­par en cur­sos o talle­res es una bue­na opor­tu­ni­dad para com­par­tir expe­rien­cias entre docen­tes y adqui­rir herra­mien­tas que pue­den ser efec­ti­vas den­tro del gru­po esco­lar don­de nos desem­pe­ña­mos, pues­to que no pode­mos casar­nos con una sola teo­ría, mucho menos pre­ten­der que lo que apli­ca­mos duran­te un ciclo esco­lar pue­de ser fun­cio­nal en cual­quier otro.

Reco­no­cer con humil­dad nues­tras caren­cias para enfren­tar­las, deter­mi­nar el rum­bo a seguir, pero sobre todo, estar al día en pre­pa­ra­ción, ya sea median­te la lec­tu­ra o la capa­ci­ta­ción, es fun­da­men­tal, pues­to que nadie sabe abso­lu­ta­men­te todo, la socie­dad cam­bia cons­tan­te­men­te y las nece­si­da­des de estar actua­li­za­dos son muchas.

Es pri­mor­dial estar situa­do den­tro de la reali­dad en que se vive el pro­ce­so edu­ca­ti­vo, sólo así podrá pen­sar con cla­ri­dad hacia dón­de orien­tar su labor. Se requie­re de pro­fe­sio­na­les de la edu­ca­ción com­pro­me­ti­dos con la socie­dad, pues ésta requie­re una trans­for­ma­ción en el ámbi­to educativo.

Pro­fe­sio­na­li­zar la ense­ñan­za es nece­sa­rio para mejo­rar la edu­ca­ción. Por ello, actual­men­te las refor­mas se enfo­can hacia el desa­rro­llo de la cons­truc­ción de la capa­ci­ta­ción pro­fe­sio­nal de los pro­fe­so­res y reco­no­cen, como ya se ha vis­to, la natu­ra­le­za del ambien­te esco­lar en el que se tra­ba­ja. Si se espe­ra a que alguien más haga lo que le corres­pon­de, jamás sabrá en qué medi­da podrá adop­tar alter­na­ti­vas de solu­ción. Cono­cer a los alum­nos para iden­ti­fi­car acier­tos y des­acier­tos, y así poder encau­sar­los de una for­ma más cer­te­ra en su desem­pe­ño esco­lar, es fundamental.

ESPECTATIVAS SOBRE EL DOCENTE

Hoy más que nun­ca el docen­te debe inda­gar para detec­tar y reco­no­cer que las situa­cio­nes que se viven en casa reper­cu­ten en el des­en­vol­vi­mien­to del alumno den­tro del aula. Es esen­cial sen­tir­se más cer­ca de los estu­dian­tes para empa­ti­zar, cono­cer­los en su aspec­to humano para com­pren­der su actuar, y deter­mi­nar hacia dón­de orien­tar nues­tra prác­ti­ca para estar en sin­to­nía con cada uno de ellos.

Es urgen­te reco­no­cer que esta­mos inmer­sos en el entorno edu­ca­ti­vo, si deja­mos de igno­rar lo que suce­de a nues­tro alre­de­dor, es más fácil detec­tar situa­cio­nes que obs­ta­cu­li­zan nues­tra labor para orien­tar­la hacia don­de sea pro­duc­ti­va. Invo­lu­crar a todos los acto­res que giran en nues­tro entorno es una mane­ra de tener a nues­tro favor ele­men­tos que pue­den bene­fi­ciar el proceso.

La bús­que­da de herra­mien­tas que favo­rez­can el desem­pe­ño docen­te es una cla­ra señal de que se esta intere­sa­do en la obten­ción de mejo­res resul­ta­dos. No con­for­mar­se con ser meros espec­ta­do­res den­tro del gru­po, hay que actuar para con­tri­buir de mane­ra posi­ti­va al logro de los obje­ti­vos pro­pues­tos, pues final­men­te es en los niños don­de se refle­ja la labor que se desempeñ.

La huma­ni­za­ción se rea­li­za en con­tex­tos inter­ac­ti­vos en los cua­les las per­so­nas que rodean al niño no son obje­tos pasi­vos o sim­ples jue­ces de su desa­rro­llo, sino com­pa­ñe­ros acti­vos que guían, pla­ni­fi­can, regu­lan, comien­zan, ter­mi­nan, etcé­te­ra, las con­duc­tas del niño y es impres­cin­di­ble que el maes­tro este ahí, con ellos, ser fie­les alia­dos con obje­ti­vos y metas cla­ras, comunes.

COMPETENCIAS PROFESIONALES

En el actual sis­te­ma edu­ca­ti­vo, y en caso par­ti­cu­lar en la Refor­ma Inte­gral a la Edu­ca­ción Bási­ca (RIEB), se intro­du­ce un nue­vo ele­men­to en el currícu­lo que son las com­pe­ten­cias bási­cas, cuya fina­li­dad es que el alumno con­si­ga lograr su rea­li­za­ción per­so­nal, ejer­cer la ciu­da­da­nía acti­va, incor­po­rar­se a la vida adul­ta satis­fac­to­ria­men­te y ser capaz de desa­rro­llar un apren­di­za­je per­ma­nen­te a lo lar­go de toda su vida. Para ello, se exi­ge de mane­ra táci­ta que el docen­te logre inte­grar los diver­sos apren­di­za­jes, tan­to for­ma­les como no for­ma­les a las dife­ren­tes áreas y mate­rias; al for­ta­le­ci­mien­to de com­pe­ten­cias para la vida. Tarea en la cual el docen­te pue­de con­tri­buir notablemente.

Hoy en día el papel de los docen­tes no es tan­to ense­ñar cono­ci­mien­tos que ten­drán una vigen­cia limi­ta­da y esta­rán siem­pre acce­si­bles, como ayu­dar a los estu­dian­tes a apren­der a apren­der de mane­ra autó­no­ma en esta cul­tu­ra del cam­bio y pro­mo­ver su desa­rro­llo cog­ni­ti­vo y per­so­nal median­te el ir apro­ve­chan­do la inmen­sa infor­ma­ción dis­po­ni­ble y las poten­tes herra­mien­tas que nos ofre­cen las Tec­no­lo­gías de la Infor­ma­ción; per­mear en que tomen en cuen­ta sus carac­te­rís­ti­cas y les exi­jan un pro­ce­sa­mien­to acti­vo de la infor­ma­ción para que cons­tru­yan su pro­pio cono­ci­mien­to y no se limi­ten a rea­li­zar una sim­ple recep­ción pasi­va de la infor­ma­ción. Es indis­pen­sa­ble que los maes­tros tras­cien­dan los pro­pó­si­tos exclu­si­va­men­te dis­ci­pli­na­res y apo­yen de mane­ra inte­gral la for­ma­ción de los alum­nos. Es nece­sa­ria una com­pren­sión de la fun­ción del docen­te que vaya más allá de las prác­ti­cas tra­di­cio­na­les de ense­ñan­za en el salón de cla­ses, para adop­tar un enfo­que cen­tra­do en la cons­truc­ción del apren­di­za­je y el dise­ño de ambien­tes que per­mi­tan la cons­truc­ción del mis­mo. El tra­ba­jo de los docen­tes a par­tir de un enfo­que en com­pe­ten­cias que inte­gren cono­ci­mien­tos, habi­li­da­des y acti­tu­des que pon­gan en jue­go todo lo que es, tie­ne y es capaz de for­ta­le­cer el alumno a tra­vés de peque­ñas herra­mien­tas didác­ti­cas que el docen­te pro­por­cio­na­ra con un obje­ti­vo cla­ro y especifico.

La inte­gra­ción de herra­mien­tas que per­mi­ten la sana inter­ac­ción entre los alum­nos, docen­tes y el obje­to de cono­ci­mien­to per­mea­ra en la posi­bi­li­dad de  orga­ni­zar herra­mien­tas para su for­ma­ción con­ti­núa a lo lar­go de su tra­yec­to­ria pro­fe­sio­nal, la refle­xión e inves­ti­ga­ción sobre la ense­ñan­za y sus pro­pios pro­ce­sos de cons­truc­ción del cono­ci­mien­to. Igual­men­te per­mi­ti­rá indu­da­ble­men­te  incor­po­rar nue­vos cono­ci­mien­tos y expe­rien­cias al acer­vo con el que cuen­ta tra­du­cién­do­los en estra­te­gias de ense­ñan­za y de apren­di­za­je. El docen­te debe­rá con­tar con la capa­ci­dad de eva­luar­se para mejo­rar su pro­ce­so de cons­truc­ción del cono­ci­mien­to y adqui­si­ción de com­pe­ten­cias, y con­tar con una dis­po­si­ción favo­ra­ble para la eva­lua­ción docen­te y de pares.

La decla­ra­ción de Jom­tien (edu­ca­ción para todos) dice que “si el pro­ce­so de apren­di­za­je está orien­ta­do hacia los logros y está basa­do en la adqui­si­ción de cono­ci­mien­tos jun­to con téc­ni­cas para resol­ver pro­ble­mas, enton­ces los docen­tes deben ser pre­pa­ra­dos en con­se­cuen­cia” (Con­fe­ren­cia Mun­dial sobre edu­ca­ción para todos, 1970).

El docen­te que cum­ple la muy impor­tan­te misión de parar­se fren­te a un gru­po tie­ne que ser un pro­fe­sio­nal capa­ci­ta­do para res­pon­der, des­de dife­ren­tes estra­te­gias rela­cio­na­les y edu­ca­ti­vas, a aque­llos encar­gos socia­les que las nue­vas con­fi­gu­ra­cio­nes y lógi­cas socia­les plan­tean a los indi­vi­duos y la socie­dad en su con­jun­to. Su espe­ci­fi­ci­dad debe ser cla­ra­men­te el bus­car alcan­zar nue­vas cuo­tas de pro­mo­ción cul­tu­ral y social de sus alum­nos y mayo­res nive­les de bien­es­tar y cali­dad de vida, así como el mini­mi­zar o evi­tar los efec­tos gene­ra­dos por situa­cio­nes de exclu­sión y /o marginación.

Todas las com­pe­ten­cias pro­fe­sio­na­les del maes­tro tie­nen por fun­ción esen­cial el pasar la cul­tu­ra y mediar entre el mun­do social y los alum­nos, lo cual hará a tra­vés de la gene­ra­ción de un víncu­lo edu­ca­ti­vo que posi­bi­li­te al suje­to la apro­pia­ción de los con­te­ni­dos cul­tu­ra­les y de las com­pe­ten­cias bási­cas, por lo que pode­mos con­si­de­rar dicha figu­ra como fun­da­men­tal para la con­se­cu­ción de la edu­ca­ción inte­gral del alumnado.

De mane­ra con­cre­ta, debe ser cla­ra la fun­ción de las com­pe­ten­cias pro­fe­sio­na­les del docen­te y deben de mani­fes­tar­se en cada momen­to en el cual sea nece­sa­rio ya sea por así pla­near­lo o por situa­cio­nes fue­ra de su inten­cio­na­li­dad didác­ti­ca pero que exi­gi­rán que mues­tre y demues­tre lo cono­ci­mien­tos teó­ri­cos y meto­do­ló­gi­cos sobre la media­ción en sus dife­ren­tes acep­cio­nes, la des­tre­za para cono­cer y par­ti­ci­par de los con­te­ni­dos cul­tu­ra­les, luga­res, indi­vi­duos o gru­pos a poner en rela­ción en su con­tex­to, el domi­nio de las meto­do­lo­gías de dina­mi­za­ción social y cul­tu­ral y la capa­ci­dad para la difu­sión y ges­tión par­ti­ci­pa­ti­va de la cul­tu­ra, de su medio, de los agen­tes que inter­vie­nen en la ges­tión de aprendizajes.

RESPONSABILIDAD SOCIAL

La fun­ción del maes­tro, como pro­fe­sio­nal que tra­ba­ja en una ins­ti­tu­ción, está cimen­ta­da en las rela­cio­nes entre las per­so­nas que par­ti­ci­pan en el pro­ce­so edu­ca­ti­vo: alum­nos, maes­tros, direc­to­res, madres y padres de fami­lia. Estas rela­cio­nes inter­per­so­na­les que ocu­rren den­tro de la escue­la son siem­pre com­ple­jas, pues se cons­tru­yen sobre la base de las dife­ren­cias indi­vi­dua­les en un mar­co ins­ti­tu­cio­nal. Estas dife­ren­cias no sola­men­te se refie­ren a la edad, el sexo o la esco­la­ri­dad, sino a cues­tio­nes menos evi­den­tes a pri­me­ra vis­ta, pero de igual o mayor impor­tan­cia: la diver­si­dad de metas, los intere­ses, las ideo­lo­gías fren­te a la ense­ñan­za y las dife­ren­cias políticas.

Se requie­re de la par­ti­ci­pa­ción del docen­te para que invo­lu­cre, en la medi­da de lo posi­ble, a todos aque­llos ele­men­tos que pue­den ser pie­za cla­ve para tener un mejor desem­pe­ño y se hace nece­sa­rio iden­ti­fi­car las situa­cio­nes que enfren­tan los alum­nos para poder deter­mi­nar cómo pro­ce­der en el aula. Todo aque­llo que se encuen­tre ocul­to debe ser ele­men­to cono­ci­do por el docen­te para bus­car la cau­sa de lo que pue­de acon­te­cer en el salón de clases.

Si esta­mos inmer­sos en el entorno edu­ca­ti­vo, si deja­mos de igno­rar lo que suce­de a nues­tro alre­de­dor, es más fácil detec­tar situa­cio­nes que obs­ta­cu­li­zan nues­tra labor para orien­tar­la hacia don­de sea pro­duc­ti­va. Invo­lu­crar a todos los acto­res que giran en nues­tro entorno es una mane­ra de tener a nues­tro favor ele­men­tos que pue­den bene­fi­ciar el proceso.

La bús­que­da de herra­mien­tas que favo­rez­can nues­tro desem­pe­ño docen­te es una cla­ra señal de que esta­mos intere­sa­dos en la obten­ción de mejo­res resul­ta­dos. No debe­mos con­for­mar­nos con ser meros espec­ta­do­res den­tro del gru­po, hay que actuar para con­tri­buir de mane­ra posi­ti­va al logro de los obje­ti­vos pro­pues­tos, pues final­men­te es en los niños don­de se refle­ja la labor que desempeñamos.

A sim­ple vis­ta se per­ci­be la impre­sio­nan­te res­pon­sa­bi­li­dad social que tie­ne el docen­te, algo que es impres­cin­di­ble no per­der de vis­ta es que  todas las fami­lias entre­gan a sus hijos a las ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­ti­vas para que ellos se hagan car­go de su cono­ci­mien­to y les ayu­den a cre­cer en su desa­rro­llo per­so­nal inte­gral, a cono­cer­se a sí mis­mos,  a pro­yec­tar su futu­ro y su modo de rea­li­zar­se y con­tri­buir para el bien de toda la socie­dad. 
Ya no es pen­sa­ble nin­gu­na socie­dad sin maes­tros pro­fe­sio­na­les, por­que la edu­ca­ción fami­liar no bas­ta. La fami­lia no está capa­ci­ta­da para ayu­dar a las niñas y niños a su com­pren­sión e inte­gra­ción acti­va en la socie­dad y a equi­par­los con los cono­ci­mien­tos nece­sa­rios y com­pe­ten­cias bási­cas para ser pro­fe­sio­na­les y tra­ba­jar.  La res­pon­sa­bi­li­dad social que tene­mos los edu­ca­do­res no solo es impre­sio­nan­te; es definitiva.

Por todo ello se requie­re que el docen­te luche con­tra los pre­jui­cios y las dis­cri­mi­na­cio­nes socia­les y lo haga par­ti­ci­pan­do en la crea­ción de reglas de vida común refe­ren­tes a la dis­ci­pli­na en la escue­la, desa­rro­llar el sen­ti­do de la res­pon­sa­bi­li­dad, la soli­da­ri­dad, el sen­ti­mien­to de jus­ti­cia y sobre todo saber expli­ci­tar su prác­ti­ca esta­ble­cien­do un con­trol de com­pe­ten­cias y un pro­gra­ma per­so­nal de for­ma­ción con­ti­nua pro­pio impli­cán­do­se en las tareas a nivel gene­ral de la ense­ñan­za acep­tan­do y par­ti­ci­pan­do en la for­ma­ción con­ti­nua de un tra­yec­to for­ma­ti­vo sóli­do y gene­ra­dor de estra­te­gias nue­vas de ense­ñan­za y aprendizaje..

PROPUESTAS

Pro­pon­go el dise­ño de ins­tru­men­tos de medi­ción de apren­di­za­jes que ade­más de dar mues­tra de los nive­les de desa­rro­llo obte­ni­dos por los alum­nos en base al for­ta­le­ci­mien­to de com­pe­ten­cias per­mi­tan la valo­ra­ción sis­te­má­ti­ca y for­ma­ti­va del nivel de domi­nio del pro­gra­ma de estu­dio de edu­ca­ción bási­ca y de los pro­gra­mas de cada uno de los dis­tin­tos nive­les edu­ca­ti­vos que for­man el mapa curri­cu­lar. La fun­ción de la ase­so­ría y acom­pa­ña­mien­to en las ins­ti­tu­cio­nes por par­te de los diver­sos medios que el sis­te­ma edu­ca­ti­vo tie­ne para dar segui­mien­to y eva­lua­ción de los pro­ce­sos edu­ca­ti­vos que se lle­van a cabo como par­te de esta nue­va refor­ma edu­ca­ti­va que esta­mos lle­van­do a prac­ti­ca ha veni­do sien­do efí­me­ra ya que se basa en la obten­ción de resul­ta­dos que se esbo­zan en un for­ma­to que pre­ten­de ser un ins­tru­men­to de reco­lec­ción de datos que no va más allá de una lis­ta de cote­jo la cual solo per­mi­te dar un si o un no tra­tan­do, de mane­ra frus­tran­te, de dar un pano­ra­ma gene­ral de los pro­ce­sos lle­va­dos cabo y de los resul­ta­dos obte­ni­dos. Resul­ta­dos que solo serían vis­tos por medio de un plan de tra­ba­jo y obser­va­ción sis­te­ma­ti­za­do que per­mi­ta real­men­te valo­rar las cua­li­da­des, capa­ci­da­des y habi­li­da­des que los alum­nos en su pro­ce­so de apren­di­za­je for­ta­le­cen y el maes­tro en su pro­ce­so de ense­ñan­za enri­que­ce a tra­vés del dise­ño de ambien­tes de apren­di­za­je y la ges­tión del cono­ci­mien­to, se requie­re de ins­tru­men­tos que plas­men su con­cep­ción de lo que entien­de por la refor­ma y que solo así, obser­van­do, con regis­tros cla­ros, con obje­ti­vos espe­cí­fi­cos podrían dar mues­tra real de los alcan­ces y las nece­si­da­des que los docen­tes tie­ne al res­pec­to.   El modo de ense­ñar ya no pue­de ser el mis­mo que se ha apli­ca­do por gene­ra­cio­nes y eva­lua­das con los méto­dos tra­di­cio­na­les. Los docen­tes deben cons­truir un nue­vo pro­fe­sio­na­lis­mo y este debe estar sus­ten­ta­do en la pro­mo­ción del apren­di­za­je cog­ni­ti­vo pro­fun­do. La ense­ñan­za debe poner énfa­sis en capa­ci­da­des de pen­sa­mien­to que exi­ge una socie­dad tan cam­bian­te como lo es la nues­tra. Apren­der a ense­ñar uti­li­zan­do enfo­ques cons­truc­ti­vis­tas del apren­di­za­je y la com­pren­sión, estra­te­gias de apren­di­za­je cola­bo­ra­ti­vo, inte­li­gen­cias múl­ti­ples y, por otra par­te, uti­li­zan­do la infor­má­ti­ca y otras tec­no­lo­gías de la información.

Es impor­tan­te con­si­de­rar que la exi­gen­cia es gran­de y com­pro­me­te al docen­te con el apren­di­za­je pro­fe­sio­nal con­ti­nuo. Los docen­tes nece­si­tan actua­li­zar­se, con­tro­lar y revi­sar su pro­pio apren­di­za­je pro­fe­sio­nal; no pue­de basar­se en la obten­ción de un títu­lo para enseñar.

Es urgen­te que en el pro­ce­so de pla­ni­fi­ca­ción y eva­lua­ción del tra­ba­jo en el aula se ges­tio­nen y dise­ñen situa­cio­nes y ambien­tes de socia­li­za­ción don­de se pue­da invo­lu­crar a la fami­lia y demás agen­tes que inter­vie­nen en este pro­ce­so como par­ti­ci­pes acti­vos en el apren­di­za­je de los alum­nos, es esen­cial, así como lo es el invo­lu­crar a las fami­lias como par­te indis­pen­sa­ble para dar apo­yo al apren­di­za­je de nues­tros alum­nos hacien­do fun­da­men­tal que las fami­lias pasen a for­mar par­te de la red de apren­di­za­je exten­di­da de la escuela.

Los docen­tes deben desa­rro­llar capa­ci­da­des para correr ries­gos y mane­jar el cam­bio, ya que no hay crea­ti­vi­dad sin ries­go de pro­bar una nue­va idea. Si tie­nen que ani­mar a los estu­dian­tes a correr ries­gos, ellos tam­bién deben correr­los; rede­fi­nien­do que pro­mo­ver la con­fian­za en los pro­ce­sos no es una cues­tión de fe sino que impli­ca com­pro­mi­sos acti­vos con el tra­ba­jo com­par­ti­do, aper­tu­ra y apren­di­za­je recíproco.