“Lo humano no pue­de ser sino en cuan­to tras­cien­de y pro­yec­ta un mun­do de posi­bi­li­da­des que a su vez lo defi­nen a él”
Heidegger

Por años he mira­do la orga­ni­za­ción como ele­men­to fun­da­men­tal para el poder hacer, y sin embar­go algo obvio esca­pa­ba de mi vis­ta, para hacer se tie­ne que ser. La mane­ra en la que entre­la­ce­mos el ser y el hacer nos lle­va­rá a cons­ti­tuir suje­tos colec­ti­vos auto­crea­do­res de sí mis­mo y de su medio, o a ser estruc­tu­ras momi­fi­ca­das repli­ca­do­ras de mode­los no satisfactorios.

Una carac­te­rís­ti­ca fun­da­men­tal del ser es su inma­nen­cia, no se pue­de ser suje­to auto­crea­dor sólo “por ratos”; debe­mos vivir en un pro­ce­so con­ti­nuo de crea­ción de la vida social, más allá de los foros, cla­ses o reunio­nes, en la expe­rien­cia con­cre­ta de la vida. Pero supe­rar la iner­cia men­tal y cor­po­ral no es fácil, sobre todo si uno ha vivi­do de cier­ta mane­ra: nos adap­ta­mos y adop­ta­mos con­duc­tas para sobre­vi­vir. Es nues­tra res­pon­sa­bi­li­dad lle­nar la exis­ten­cia pro­pia cada vez con más momen­tos de crea­ción de lo nue­vo, en la medi­da en que trans­for­me­mos nues­tro medio, nos esta­re­mos trans­for­man­do en una con­ti­nua auto­afir­ma­ción vital.

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En esos momen­tos de crea­ción, ten­dría­mos que poder sus­pen­der nues­tros pen­sa­mien­tos habi­tua­les, si den­tro de nues­tra com­ple­ja men­te tuvié­ra­mos la posi­bi­li­dad de poner entre parén­te­sis con­di­cio­na­mien­tos cul­tu­ra­les, si nos qui­tá­ra­mos los len­tes con los que sole­mos ver y nos dis­po­ne­mos a des­cu­brir todo de nuevo…entonces qui­zá podría­mos ser crea­do­res de un pen­sa­mien­to propio.

Cada vez es más difí­cil mirar con ino­cen­cia. La glo­ba­li­dad que hoy cono­ce­mos es aplas­tan­te, casi sinó­ni­mo de estan­da­ri­za­ción. El mun­do vir­tual apa­re­ce en cons­tan­te expan­sión: ideas, imá­ge­nes y noti­cias de todo el mun­do que crean a su vez sus pro­pias imá­ge­nes y noti­cias; ante ello el enfo­que local se difu­mi­na y se pier­de la capa­ci­dad de refle­xión en lo pro­pio, una posi­ble expli­ca­ción al cre­cien­te nihi­lis­mo en los jóve­nes; poner la mira­da en lo masi­vo, lo dis­tan­te y lo ajeno, antes que en el pro­pio ser, en lo cer­cano y en los cer­ca­nos, con­du­ce a una pér­di­da de valo­res autén­ti­cos. Por lo que en los pró­xi­mos años el mayor reto será gene­rar un pen­sa­mien­to con visión glo­bal, pero que recu­pe­re raí­ces; geo­grá­fi­ca­men­te este pen­sa­mien­to no podrá tener fron­te­ras nacio­na­les, cul­tu­ral­men­te no debe­rá tener razas; qui­zá sea un pen­sa­mien­to con lin­des eco­sis­te­mi­cos, que sur­ja de la expe­rien­cia vivi­da y sólo, des­de ahí globalizarse.

Para que naz­ca un pen­sa­mien­to así, habrá que gene­rar la mora­da: redes de con­vi­ven­cia­li­dad. Muchas peque­ñas Escue­li­tas que doten la dimen­sión nece­sa­ria para que sur­ja lo ger­mi­nal. Nues­tra esca­la no es la públi­ca, ni la pri­va­da, no es el movi­mien­to masi­vo, ni la estruc­tu­ra fami­liar, es lo con­vi­ven­cial; es la esca­la pro­pi­cia en don­de los recur­sos físi­cos y rela­cio­na­les pue­den estar dis­po­ni­bles, ya que se encuen­tran media­dos por la con­fian­za y la cercanía.

Nues­tra Escue­li­ta tie­ne nota­bles carac­te­rís­ti­cas que son a la vez medio y fin:

  • Seres inte­gra­les y no refi­na­dos. Lo humano, a dife­ren­cia del enfo­que reduc­cio­nis­ta a menu­do uti­li­za­do por los médi­cos, no es la suma de sus par­tes. Mucho menos está cons­ti­tui­do pri­ma­ria­men­te de la razón, hay un entre­la­za­mien­to del pen­sar y el sen­tir, lo cual es fun­da­men­to de todo hacer. Pen­sar que somos solo seres racio­na­les, sin tomar en cuen­ta la emo­ción o no ejer­cer la prác­ti­ca, nos lle­va a bus­car ver­da­des abso­lu­tas, puris­mos ais­lan­tes. Si nos per­ci­bi­mos y per­ci­bi­mos al otro en toda su inte­gra­li­dad, nos vol­ve­mos com­pren­si­vos y com­par­ti­mos la res­pon­sa­bi­li­dad de vivir, lo cual podría­mos lla­mar tam­bién empatía.
  • El poder cons­ti­tu­ti­vo de la empa­tía. Tras­cen­der los pro­pios lími­tes para poner­se en el lugar del otro, lo cual impli­ca una mejor com­pren­sión de lo que somos: suje­tos en cons­tan­te movi­mien­to, inago­ta­bles y abun­dan­tes. Seres toca­dos por la exis­ten­cia del otro.
  • Bus­can­do el cono­ci­mien­to colec­ti­vo. El neu­ro­bió­lo­go Vare­la, decía que la men­te no se encuen­tra en la cabe­za, inclu­so afir­ma­ba que mi men­te es la otra men­te. Así nos des­cu­bre que el pen­sar tam­bién es empá­ti­co, no es un fenó­meno indi­vi­dual y sin embar­go se da en sole­dad. El cono­ci­mien­to se escri­be en los libros, pero sur­ge de la expe­rien­cia y la inter­ac­ción con los otros, el cono­ci­mien­to tie­ne un cuer­po que dan­za con muchos otros cuer­pos, entre inter­pre­ta­ción y realidad.

Estas carac­te­rís­ti­cas se con­cre­tan en mode­los de acción:

Biblio­prá­xis. Se debe faci­li­tar de los recur­sos nece­sa­rios para el apren­di­za­je. Pone­mos a dis­po­si­ción libros, revis­tas y docu­men­tos con alma pro­pia, es decir, selec­cio­na­dos para crear un pen­sa­mien­to alter­na­ti­vo. Con la lec­tu­ra de los libros no se bus­ca hacer­nos eru­di­tos, cada libro leí­do per­so­nal­men­te ten­drá que sig­ni­fi­car un apor­te para el colec­ti­vo que se podrá mani­fes­tar de múl­ti­ples maneras.

El méto­do de col­me­na. Pres­cin­di­mos de las espe­cia­li­za­cio­nes, nues­tro obje­ti­vo es la cons­cien­cia, en el sen­ti­do de John David Gar­cía “La con­cien­cia es amplia cuan­do el saber se divi­de entre muchos aspec­tos del entorno. Una per­so­na con una con­cien­cia estre­cha se lla­ma “espe­cia­lis­ta”, Una per­so­na con una amplia con­cien­cia se lla­ma “gene­ra­lis­ta”. La suma total indi­vi­dual de saber de un espe­cia­lis­ta y un gene­ra­lis­ta pue­de ser igual, en cier­to sen­ti­do, pero su capa­ci­dad para pre­de­cir y con­tro­lar el entorno total será pro­ba­ble­men­te muy dife­ren­te”. Nos ins­pi­ra­mos en las col­me­nas para gene­rar un méto­do transis­ci­pli­na­rio del cual obten­ga­mos la pre­cia­da miel que nutra la vida.

El Ága­pe. Reto­ma­mos este tér­mino que sir­vió para nom­brar el amor a la huma­ni­dad y que bus­ca­ba favo­re­cer la unión, para con­vo­car­nos a expe­rien­cias crea­do­ras de lo humano, tales como: medi­ta­ción, músi­ca, len­guas, etc. Con­no­tan­do lo abun­dan­te, lo fér­til y lo festivo.

Re-encan­tar la vida. Vol­ver lo coti­diano algo extra­or­di­na­rio, es una mane­ra de for­ta­le­cer­se. Valo­ri­zar lo que uno vive momen­to a momen­to, se vuel­ve un acto espi­ri­tual, si cada expe­rien­cia cons­cien­te­men­te es apre­cia­da como algo úni­co y bello, esa expe­rien­cia se con­sa­gra. A las fron­te­ras geo­grá­fi­cas y de raza ya supe­ra­das, se suman los lími­tes reli­gio­sos, subli­ma­dos ante la esté­ti­ca. Un nue­vo rum­bo casi inex­plo­ra­do de la exis­ten­cia, sería vivir con amor en el arte; para Sócra­tes la eró­ti­ca es la des­tre­za de rela­cio­nar­se con los otros, explo­ran­do nue­vas dimen­sio­nes de lo humano, con ima­gi­na­ción y deli­ca­de­za, pode­mos rein­ven­tar el pen­sa­mien­to para que no sólo comu­ni­que ideas, sino que invi­te a un despertar…

Clau­dia Caballero