Sábado 1 de octubre de 2022, 12 a 2 pm.

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La fecha lími­te es el 25 de julio.

Ing. Rafael Lara Barragán Vargas

Direc­tor del Cen­tro de Estu­dios Supe­rio­res en Edu­ca­ción des­de 1988 has­ta la fecha. Pro­fe­sor de capa­ci­ta­ción y mejo­ra­mien­to pro­fe­sio­nal del magis­te­rio 1970–1998. Maes­tro en Inge­nie­ría, Facul­tad de Inge­nie­ría de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. 1989–1991. Maes­tro en Peda­go­gía, Escue­la Nor­mal Supe­rior de Que­ré­ta­ro. 1986–1987. Jefe del Depar­ta­men­to de Estu­dios y Aná­li­sis. Sub­se­cre­ta­ría de Edu­ca­ción e Inves­ti­ga­ción Tec­no­ló­gi­ca 1983–1985. Inge­nie­ro en Comu­ni­ca­cio­nes y Elec­tró­ni­ca, Escue­la Supe­rior de Inge­nie­ría Mecá­ni­ca y Eléc­tri­ca del Ins­ti­tu­to Poli­téc­ni­co Nacio­nal. 1969–1973. Bachi­lle­ra­to Tec­no­ló­gi­co. Escue­la Voca­cio­nal Núme­ro 4 del Ins­ti­tu­to Poli­téc­ni­co Nacio­nal. 1968–1969. Pro­fe­sor de Edu­ca­ción Pri­ma­ria. Escue­la Nacio­nal de Maes­tros. Gene­ra­ción 1965–1967. Jefe del Depar­ta­men­to de Pro­yec­tos. Direc­ción Gene­ral de Mejo­ra­mien­to Pro­fe­sio­nal del Magis­te­rio 1980 — 1983. Coor­di­na­dor Nacio­nal del Pro­gra­ma Nacio­nal de Mejo­ra­mien­to de las Escue­las Rura­les Uni­ta­rias 1976 — 1979.

El tequio puede ser un recurso educativo para consolidar identidad nacional y mejorar formas de vida de pueblos y comunidades

En la his­to­ria de la huma­ni­dad han exis­ti­do ins­tru­men­tos que sir­ven para cum­plir los pro­pó­si­tos de inte­gra­ción, de per­te­nen­cia y de con­ti­nui­dad de los mode­los socia­les y eco­nó­mi­cos vigen­tes. Tal es el caso de la escue­la que per­mi­te, median­te un pro­yec­to que se desa­rro­lla en espa­cios cerra­dos y cum­plien­do un plan de estu­dios deci­di­do pre­via­men­te, la con­ti­nui­dad de los valo­res, con­te­ni­dos y pro­ce­sos vigen­tes en un gru­po social, en un espa­cio y un tiem­po deter­mi­na­do. El tequio fue un ins­tru­men­to de nues­tras cul­tu­ras pre­his­pá­ni­cas, que hizo posi­ble una edu­ca­ción para la vida y en la vida que per­mi­tió el que muchos de los gru­pos socia­les de su tiem­po resol­vie­ran nece­si­da­des comu­nes, con la par­ti­ci­pa­ción deci­di­da de sus miem­bros. Toda­vía exis­ten comu­ni­da­des en las que el tequio es una res­pon­sa­bi­li­dad colec­ti­va que per­mi­te la solu­ción de diver­sos pro­ble­mas comu­na­les, como la cons­truc­ción de cami­nos, ins­ta­la­ción de redes de dis­tri­bu­ción de agua, entre otros varios. Vale la pena estu­diar como fun­cio­na­ría en nues­tros tiem­pos como un recur­so edu­ca­ti­vo que ten­drá mucho que apor­tar a la con­so­li­da­ción de nues­tra iden­ti­dad nacio­nal y a los esfuer­zos nacio­na­les para mejo­rar las for­mas de vida de nues­tros pue­blos y comu­ni­da­des más mar­gi­na­dos. Esa es nues­tra tarea.

Mtro. Víctor J. Echeverría Valenzuela

Direc­tor del Cen­tro de Estu­dios Supe­rio­res en Edu­ca­ción des­de 1988 has­ta la fecha. Pro­fe­sor de capa­ci­ta­ción y mejo­ra­mien­to pro­fe­sio­nal del magis­te­rio 1970–1998. Maes­tro en Inge­nie­ría, Facul­tad de Inge­nie­ría de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co. 1989–1991. Maes­tro en Peda­go­gía, Escue­la Nor­mal Supe­rior de Que­ré­ta­ro. 1986–1987. Jefe del Depar­ta­men­to de Estu­dios y Aná­li­sis. Sub­se­cre­ta­ría de Edu­ca­ción e Inves­ti­ga­ción Tec­no­ló­gi­ca 1983–1985. Inge­nie­ro en Comu­ni­ca­cio­nes y Elec­tró­ni­ca, Escue­la Supe­rior de Inge­nie­ría Mecá­ni­ca y Eléc­tri­ca del Ins­ti­tu­to Poli­téc­ni­co Nacio­nal. 1969–1973. Bachi­lle­ra­to Tec­no­ló­gi­co. Escue­la Voca­cio­nal Núme­ro 4 del Ins­ti­tu­to Poli­téc­ni­co Nacio­nal. 1968–1969. Pro­fe­sor de Edu­ca­ción Pri­ma­ria. Escue­la Nacio­nal de Maes­tros. Gene­ra­ción 1965–1967. Jefe del Depar­ta­men­to de Pro­yec­tos. Direc­ción Gene­ral de Mejo­ra­mien­to Pro­fe­sio­nal del Magis­te­rio 1980 — 1983. Coor­di­na­dor Nacio­nal del Pro­gra­ma Nacio­nal de Mejo­ra­mien­to de las Escue­las Rura­les Uni­ta­rias 1976 — 1979.

La compartencia y reciprocidad en la escuela y la comunalidad

El tequio como prác­ti­ca socio­cul­tu­ral, es par­te del ethos peda­gó­gi­co cons­ti­tui­do en la escue­la y la comunidad/territorio al des­ple­gar un con­jun­to de afec­cio­nes, accio­nes y refle­xio­nes de sabe­res y cono­ci­mien­tos que dan cuen­ta de los sig­ni­fi­ca­dos en el currícu­lo vivi­do. Entre más se ten­gan rela­cio­nes en comu­na­li­dad, el tequio es más ori­gi­nal y las niñas, niños, jóve­nes y docen­tes tie­nen mejo­res posi­bi­li­da­des de que el tra­ba­jo esco­lar se irra­die y se recree por el sen­ti­do colec­ti­vo y la ayu­da mutua. Algu­nas escue­las uni­ta­rias y mul­ti­gra­do en estos terri­to­rios náhuatl, Na Savi y Me Phaa, de la Mon­ta­ña Alta del esta­do de Gue­rre­ro son cla­ro ejem­plo. El tequio sig­ni­fi­ca el lega­do ances­tral de la com­par­ten­cia, el inter­cam­bio y la reci­pro­ci­dad como dimen­sión onto­ló­gi­ca y acon­te­ci­mien­to éti­co. No hay duda que la poten­te imbri­ca­ción de los flu­jos migra­to­rios y la inevi­ta­ble influen­cia de la indus­tria digi­tal lo pre­ten­den debi­li­tar, de tal mane­ra que hoy, en algu­nos casos, la reci­pro­ci­dad no sig­ni­fi­ca lo mis­mo para todas las cul­tu­ras. Es decir, mien­tras en el pue­blo Me Phaa de Moyo­te­pec, muni­ci­pio de Mali­nal­te­pec, los pobla­do­res se acer­can de mane­ra libre y volun­ta­ria a ayu­dar­le al ciu­da­dano que va a rea­li­zar una tarea de cose­cha o cons­truc­ción, la fami­lia náhuatl de Toto­la­pa, muni­ci­pio de Hua­mux­titlán, regis­tra pun­tual­men­te a todos los que se acer­can a ofre­cer mer­can­cías o mano de obra para el even­to pre­via­men­te anun­cia­do. Muy a pesar de ello, la fuer­za de la memo­ria colec­ti­va lo man­tie­nen muy vigen­te. El tequio como pro­yec­to edu­ca­ti­vo posee carac­te­rís­ti­cas y via­bi­li­dad para ser situa­do en dis­tin­tos ámbi­tos esco­la­res, siem­pre y cuan­do se reorien­te el tra­ba­jo docen­te median­te el diá­lo­go como exi­gen­cia exis­ten­cial, la inten­si­dad inter­sub­je­ti­va y la inte­gra­li­dad del pro­ce­so de apren­di­za­je. Lo ante­rior, exi­ge un nue­vo suje­to peda­gó­gi­co capaz de movi­li­zar su capa­ci­dad de asom­bro y sen­ti­do heu­rís­ti­co a par­tir de situa­cio­nes de vida coti­dia­na en la rura­li­dad o la urba­ni­dad escolar.

Dr. Javier Rojas Rocha

Depar­ta­men­to de Titu­la­ción y pro­fe­sor de Meto­do­lo­gía de la Inves­ti­ga­ción en el Cen­tro de Estu­dios Supe­rio­res en Edu­ca­ción (CESE). Ase­sor de más de 250 tesis de doc­to­ra­do y maes­tría. Coor­di­na­dor de la sec­ción de titu­la­ción en la Escue­la Nor­mal Núme­ro 1 de Ciu­dad Nezahual­có­yotl. Autor de dos libros de tex­to: Geo­me­tría y Tri­go­no­me­tría y Álge­bra I para el CONA­LEP. Coor­di­na­dor en la estruc­tu­ra curri­cu­lar del Plan de Estu­dios de la Licen­cia­tu­ra en Mate­má­ti­cas de la Nor­mal Supe­rior del Esta­do de Méxi­co. Par­ti­ci­pa­ción en la crea­ción del mode­lo de docen­cia para Nor­mal Núme­ro 1 de Nezahual­có­yotl. Autor de los artícu­los El pro­ble­ma de la rela­ción con­te­ni­do méto­do, “La escue­la: Una ins­ti­tu­ción para la eman­ci­pa­ción o un apa­ra­to ideo­ló­gi­co para la repro­duc­ción”, “La inves­ti­ga­ción pos­doc­to­ral: un espa­cio para poner en duda el cono­ci­mien­to del cono­ci­mien­to” y “El currí­cu­lum crí­ti­co: Ras­gos con­cep­tua­les des­de una pers­pec­ti­va de los intere­ses de cono­ci­mien­to de J. Haber­mas” y “La cons­truc­ción de un pro­gra­ma edu­ca­ti­vo con­sen­sua­do para lograr la cali­dad edu­ca­ti­va”. En la actua­li­dad soy sub­di­rec­tor Aca­dé­mi­co de la Escue­la Pre­pa­ra­to­ria Ofi­cial Núm. 14 del Esta­do de México.

El tequio: una estrategia organizativa para construir conocimiento colectivo en la nueva escuela mexicana 

Efec­ti­va­men­te, en las comu­ni­da­des indí­ge­nas, han ejer­ci­do varia­das for­mas de orga­ni­za­ción social para el tra­ba­jo comu­nal, que les ha per­mi­ti­do cul­ti­var dis­ci­pli­na y men­te des sus jóve­nes, la más cono­ci­da y que emplea­ban con mayor inten­si­dad has­ta antes de la con­quis­ta de los espa­ño­les, fue el tequio, esta for­ma de orga­ni­za­ción social se rea­li­za­ba bajo la moda­li­dad de coope­ra­ción volun­ta­ria, pero tam­bién tenía su par­te obli­ga­to­ria cuan­do el tra­ba­jo comu­ni­ta­rio era para garan­ti­zar la segu­ri­dad y la sub­sis­ten­cia de la pobla­ción, la armo­nía del gru­po, para el man­te­ni­mien­to y cons­truc­ción de obras públi­cas como cami­nos, calles, cons­truc­ción de la igle­sia y la escue­la del pue­blo, la cons­truc­ción de ser­vi­cios como la elec­tri­fi­ca­ción, el agua pota­ble, dre­na­je, cons­truc­ción de clí­ni­cas, o como pago tri­bu­ta­rio, del ser­vi­cio obli­ga­to­rio fija­do por la auto­ri­dad colo­nial, los hacen­da­dos o caci­ques. Es momen­to de reto­mar esta for­ma de orga­ni­za­ción social median­te el auto­go­bierno, para hacer cre­cer el tra­ba­jo comu­ni­ta­rio y la eco­no­mía de los pue­blos indí­ge­nas, crean­do empre­sas agrí­co­las comu­ni­ta­rias y coope­ra­ti­vas, don­de se pon­ga en el cen­tro a las per­so­nas y su bien­es­tar, con ello, se impul­sa la crea­ción de empleo, el desa­rro­llo de capa­ci­da­des, se mejo­ra el acce­so a mer­ca­dos loca­les y regio­na­les, pero pri­mor­dial­men­te, se crea un cir­cui­to de eco­no­mía social y soli­da­ria. Con­cien­ti­zán­do­los del valor comer­cial que tie­nen sus cono­ci­mien­tos, sus expre­sio­nes cul­tu­ra­les y su capa­ci­dad de pro­mo­ver y de hacer cre­cer sus víncu­los cul­tu­ra­les con el medio ambien­te, creán­do­les sen­ti­do de per­te­nen­cia, iden­ti­dad y rique­za bicul­tu­ral. Estos sabe­res cul­tu­ra­les, nos brin­dar la opor­tu­ni­dad de crear una nue­va peda­go­gía, don­de los prin­ci­pios colec­ti­vos del tequio, mar­quen las prác­ti­cas peda­gó­gi­cas y las opcio­nes didác­ti­cas en cla­se, con una filo­so­fía de apren­di­za­je basa­do en el apren­der hacien­do y con un enfo­que por resul­ta­dos, a dife­ren­cia de la escue­la tra­di­cio­nal, que está ensi­mis­ma­da en ense­ñar al alumno, un cono­ci­mien­to que no están conec­ta­dos con su reali­dad y comu­ni­dad. Con el tequio pode­mos hacer cosas intere­san­tes con los alum­nos, como desa­rro­llar su crea­ti­vi­dad, que ten­gan ini­cia­ti­va y liber­tad para impul­sar el tra­ba­jo cola­bo­ra­ti­vo que mejo­rar su escue­la y su comu­ni­dad, a tra­vés de pro­yec­tos edu­ca­ti­vos, los maes­tros, ten­drán la opor­tu­ni­dad de ense­ñar­les a pro­ble­ma­ti­zar su con­tex­to, lle­var los pro­ble­mas al aula para ana­li­zar­los, com­pren­der­los, con­cep­tua­li­zar­los y crear así un cam­po de posi­bi­li­da­des edu­ca­ti­va para una peda­go­gía cen­tra­da en el apren­di­za­je del alumno.

M en C Ana Isabel León Trueba

Quí­mi­ca por la UNAM y Maes­tra en Cien­cias por el Depar­ta­men­to de Inves­ti­ga­cio­nes Edu­ca­ti­vas del Cin­ves­tav, se ha dedi­ca­do a la inves­ti­ga­ción edu­ca­ti­va, la for­ma­ción de docen­tes y el desa­rro­llo de pro­yec­tos edu­ca­ti­vos inno­va­do­res en el cam­po de la ense­ñan­za y el apren­di­za­je de las Cien­cias Natu­ra­les. Des­de 1982 y has­ta 1992 como inte­gran­te del equi­po de Cien­cias Natu­ra­les del Depar­ta­men­to de Inves­ti­ga­cio­nes Edu­ca­ti­vas del CIN­VES­TAV, desa­rro­lló e impul­só la inves­ti­ga­ción sobre las con­cep­cio­nes infan­ti­les sobre el mun­do natu­ral, fue pio­ne­ra en Méxi­co en este tipo de inves­ti­ga­cio­nes y en el desa­rro­llo de pro­pues­tas meto­do­ló­gi­cas cons­truc­ti­vis­tas para la ense­ñan­za de las cien­cias natu­ra­les en la edu­ca­ción bási­ca. En la Guía para el docen­te sobre Medio Ambien­te publi­ca­da por la SEP en 1992 la Mtra. León pre­sen­tó a los pro­fe­so­res de edu­ca­ción pri­ma­ria el resul­ta­do de varios años de tra­ba­jo con alum­nos y docen­tes en las aulas: una pro­pues­ta meto­do­ló­gi­ca basa­da en pro­ce­sos de cons­truc­ción de cono­ci­mien­tos a par­tir de expli­ca­cio­nes y for­mas de pen­sar de los alum­nos. Los resul­ta­dos de las inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das han con­tri­bui­do a la com­pren­sión de los pro­ce­sos de apren­di­za­je de las cien­cias y han impac­ta­do sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te los pro­gra­mas de estu­dio de los dife­ren­tes nive­les de esco­la­ri­dad. En 1992 y has­ta 1999 tra­ba­jó inten­sa­men­te en la for­ma­ción de docen­tes y en la difu­sión del enfo­que cons­truc­ti­vis­ta, cuan­do enton­ces exis­tía un ambien­te fuer­te­men­te influi­do por la “ense­ñan­za de las cien­cias por des­cu­bri­mien­to” sus­ten­ta­da en teo­rías posi­ti­vis­tas del apren­di­za­je. En Diplo­ma­dos, cur­sos, talle­res, con­fe­ren­cias y diver­sas publi­ca­cio­nes com­par­tió los resul­ta­dos de su tra­ba­jo con docen­tes de todos los nive­les. En la segun­da mitad de la déca­da de los 90s con­ci­bió y diri­gió un pro­yec­to edu­ca­ti­vo alter­na­ti­vo con el obje­ti­vo de cons­truir en un con­tex­to real, den­tro del sis­te­ma edu­ca­ti­vo exis­ten­te, una escue­la pri­ma­ria y secun­da­ria que gene­ra­ra en los estu­dian­tes pro­ce­sos de apren­di­za­je inte­gra­les a par­tir de pro­yec­tos de inves­ti­ga­ción e inci­den­cia sobre pro­ble­mas exis­ten­tes en la comu­ni­dad. Los resul­ta­dos de 10 años de tra­ba­jo per­mi­tie­ron cons­truir una meto­do­lo­gía para la ense­ñan­za de las cien­cias natu­ra­les basa­da en pro­yec­tos vin­cu­la­dos con la comu­ni­dad. En 2007 crea el Cen­tro Nacio­nal para la Edu­ca­ción en Cien­cias y Mate­má­ti­cas, A.C. con el obje­ti­vo de difun­dir esta meto­do­lo­gía entre los docen­tes de edu­ca­ción bási­ca y gene­rar pro­yec­tos que vin­cu­len la escue­la con las comu­ni­da­des, con el fin de arti­cu­lar los sabe­res, prác­ti­cas y for­mas de con­ce­bir el mun­do natu­ral y social que poseen las comu­ni­da­des con los cono­ci­mien­tos cien­tí­fi­cos y tec­no­ló­gi­cos para ana­li­zar, com­pren­der y trans­for­mar la reali­dad exis­ten­te. Estos pro­yec­tos se han rea­li­za­do en comu­ni­da­des de More­los y Oaxaca.

El tequio podría ser un organizador de la vida escolar

El Tequio, del nahuatl tequitl (tra­ba­jo o tri­bu­to), es un meca­nis­mo de soli­da­ri­dad social fun­da­men­tal de las comu­ni­da­des indí­ge­nas de nues­tro país des­de antes de la lle­ga­da de los espa­ño­les. Artu­ro War­man en su libro Los indios mexi­ca­nos en el umbral del mile­nio seña­la que “El tequio es una de las ins­ti­tu­cio­nes más vigo­ro­sas para la cohe­sión y per­sis­ten­cia de la comu­ni­dad, inclu­so está sus­ten­ta­do por un dis­cur­so igua­li­ta­rio y equi­ta­ti­vo”. En la cos­mo­vi­sión indí­ge­na el cos­mos es un todo inte­gra­do y los seres que lo habi­ta­mos somos inter­de­pen­dien­tes unos de otros, si algu­nos no cum­plen con sus res­pon­sa­bi­li­da­des el con­jun­to se debi­li­ta y el final sería una catás­tro­fe, por ello la reci­pro­ci­dad es esen­cial y se con­si­de­ra obli­ga­to­ria. En su ori­gen el Tequio tenía un sig­ni­fi­ca­do amplio, se vin­cu­la­ba con el con­cep­to de “car­ga” que una per­so­na tie­ne con res­pec­to a los demás, ya sean per­so­nas comu­nes, auto­ri­da­des o seres sobre­na­tu­ra­les, lo que cada uno debe dar y pue­de reci­bir para pre­ser­var el orden en el cos­mos. Duran­te la con­quis­ta y la colo­nia las comu­ni­da­des indí­ge­nas vivie­ron un pro­ce­so ace­le­ra­do de trans­for­ma­cio­nes, nue­vas for­mas de rela­ción social, cul­tu­ral y eco­nó­mi­ca. El sig­ni­fi­ca­do ini­cial del Tequio se fue debi­li­tan­do y se trans­for­mó en un sig­ni­fi­ca­do res­trin­gi­do, vin­cu­la­do a una con­tri­bu­ción prin­ci­pal­men­te labo­ral para el bene­fi­cio colec­ti­vo. El sig­ni­fi­ca­do del Tequio está suje­to a fac­to­res eco­nó­mi­cos, socia­les y cul­tu­ra­les que inci­den en las comu­ni­da­des indí­ge­nas. En las socie­da­des capi­ta­lis­tas actua­les la reci­pro­ci­dad, la soli­da­ri­dad y la coope­ra­ción no están en la base de su fun­da­men­to eco­nó­mi­co, social y cul­tu­ral. Las cul­tu­ras indí­ge­nas exis­ten­tes en nues­tro país pue­den con­tri­buir de muchas mane­ras a la edu­ca­ción de las nue­vas gene­ra­cio­nes, el Tequio en su sig­ni­fi­ca­do amplio podría ser un orga­ni­za­dor de la vida esco­lar, para ello se ten­drían que trans­for­mar prác­ti­cas y con­cep­cio­nes edu­ca­ti­vas vigen­tes, se ten­dría que poner en el cen­tro de la vida esco­lar la reci­pro­ci­dad, la coope­ra­ción y la solidaridad.

Dr. Marco Eduardo Murueta

Doc­tor en filo­so­fía por la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co, don­de tam­bién estu­dio la maes­tría en filo­so­fía y la licen­cia­tu­ra en psi­co­lo­gía. Autor de la Teo­ría de la Pra­xis. Sus inves­ti­ga­cio­nes y cons­truc­cio­nes teó­ri­cas han teni­do un enla­ce con­ti­nuo con su prác­ti­ca por más de 40 años como psi­co­te­ra­peu­ta; tiem­po simi­lar al de su ejer­ci­cio docen­te en la carre­ra de psi­co­lo­gía de la UNAM Izta­ca­la. Tutor del Doc­to­ra­do en Peda­go­gía de la UNAM. Pre­si­den­te de la Aso­cia­ción Mexi­ca­na de Alter­na­ti­vas en Psi­co­lo­gía. Es direc­tor del Manual Lati­no­ame­ri­cano de Salud y Enfer­me­dad Psi­co­ló­gi­cas. Coor­di­na­dor de orga­nis­mos temá­ti­cos en la Mesa Coor­di­na­do­ra del Con­se­jo Nacio­nal del Pue­blo Mexi­cano (CNPM). Crea­dor de los con­cep­tos de apren­di­za­je crea­dor, coope­ran­zas, tequio esco­lar y socie­dad del afecto. 

El tequio escolar

Des­de la anti­gua Gre­cia, la cul­tu­ra occi­den­tal sepa­ró a los seres huma­nos de la natu­ra­le­za, a la men­te del cuer­po, al pen­sa­mien­to de la emo­ción y al indi­vi­duo de la comu­ni­dad. Con algu­nos mati­ces, las cul­tu­ras orien­ta­les tam­bién man­tu­vie­ron esas sepa­ra­cio­nes. Esci­sio­nes con­cep­tua­les que corres­pon­den a la apro­pia­ción indi­vi­dua­lis­ta de los medios e ins­tru­men­tos de pro­duc­ción que sepa­ró a los amos de los escla­vos, a los feu­da­les de los sier­vos y a los patro­nes de los tra­ba­ja­do­res, con reper­cu­sio­nes para las rela­cio­nes de pare­ja y padres-hijos. En con­tra­par­te, las cul­tu­ras ori­gi­na­rias, espe­cial­men­te en las de Amé­ri­ca Lati­na y, más espe­cial­men­te, las que corres­pon­den al actual terri­to­rio mexi­cano, han teni­do énfa­sis en el sen­ti­do de natu­ra­le­za, de comu­ni­dad y de fami­lia, rela­cio­nan­do las acti­vi­da­des de los seres huma­nos con el sol, la luna, las estre­llas, los mares, los ríos, el vien­to, la llu­via, los árbo­les y los ani­ma­les; y, asi­mis­mo, las acti­vi­da­des per­so­na­les con la vida comu­ni­ta­ria y fami­liar. Como par­te de esta voca­ción comu­ni­ta­ria, en náhuatl exis­te el con­cep­to de Tequio, que es el ser­vi­cio volun­ta­rio para el bien de las comu­ni­da­des. Las escue­las occi­den­ta­lis­tas se orien­tan a niños en lo indi­vi­dual que sola­men­te reúnen en gru­pos para hacer más eco­nó­mi­ca la ense­ñan­za, pero don­de cada niño debe apren­der lo mis­mo que todos. Si bien la escri­tu­ra y la lec­tu­ra y las ope­ra­cio­nes arit­mé­ti­cas son apren­di­za­jes fun­cio­na­les por­que se uti­li­zan coti­dia­na­men­te, aun­que su ense­ñan­za sue­le ser imper­so­nal (no se escri­be para nadie, ni se lee para algo), des­de el quin­to año de pri­ma­ria y has­ta el ter­cer año de bachi­lle­ra­to, la mayor par­te de los apren­di­za­jes obli­ga­dos sue­len no apli­car­se ni en el momen­to ni en la vida pos­te­rior de la gran mayo­ría de los estu­dian­tes, por lo que se olvi­dan con faci­li­dad, hacien­do cada vez más tedio­so el ir a la escue­la. Por eso son pro­por­cio­na­men­te muy pocos los que le encuen­tran sen­ti­do y lle­gan a estu­dios uni­ver­si­ta­rios o de pos­gra­do. Esta­mos pro­po­nien­do el Tequio esco­lar como pro­yec­to edu­ca­ti­vo para que todo lo que hagan los estu­dian­tes den­tro de la escue­la ten­ga des­ti­na­ta­rios indi­vi­dua­les o colec­ti­vos en su entorno fami­liar o comu­ni­ta­rio, según sean los intere­ses indi­vi­dua­les y colec­ti­vos de maes­tros y alum­nos en cada gru­po; com­pren­dien­do que las comu­ni­da­des pue­den ser diver­sas: terri­to­ria­les, sec­to­ria­les, temá­ti­cas. A las accio­nes esco­la­res que tie­nen destinatario(s) específico(s) le lla­ma­mos coope­ran­zas. Antoi­ne de Saint-Exúpery nos ense­ña, a tra­vés de El Prin­ci­pi­to, que el amor, lo que hace espe­cial a una flor, es el tiem­po o esfuer­zo que se le ha dedi­ca­do. Si los estu­dian­tes se esme­ran crea­do­ra­men­te en el ser­vi­cio a la comu­ni­dad se invo­lu­cra­rán afec­ti­va­men­te con ella y no podrán come­ter abu­sos con­tra ella, al mis­mo tiem­po que su auto­es­ti­ma y su sen­sa­ción de tras­cen­den­cia se des­ple­ga­rán. El Tequio Esco­lar es cru­cial para desa­rro­llar el sen­ti­do de comu­ni­dad y, por tan­to, la Socie­dad del Afec­to.