Ponencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Transformación Educativa
Blanca Estela Méndez Pérez
UNAM
Resumen
El presente escrito inicia con la reflexión del modelo económico productivo, y del proceso industrial como principal amenaza para la naturaleza, considerando algunas aportaciones del pensamiento de Heidegger; también se abordan aspectos que puedan incidir en la formación de una ética por la vida humana y no humana, que considere al hombre y a la sociedad en su relación con la naturaleza.
En un siguiente apartado se aborda a la ecofilia como propuesta para el cuidado y conservación del entorno natural, a partir del cambio de visión de la globalización por planetarización, propuesta de Gadotti; del mutualismo de Soberón, de acciones estratégicas en las instituciones de educación, de la postura filosófica a partir de las aportaciones de José Francisco Gómez, de Naess, del contenido de la Carta del jefe Seattle, de la teoría biocéntrica dePaul W. Taylor y la teoría Gaia.
En otro apartado se realiza un acercamiento al entorno natural al considerar el cuidado y conservación de las áreas verdes, mediante la revisión conceptual, histórica y de los beneficios que aporta su presencia, así como la proporción por habitante que debe existir de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS); finalmente se establece una serie de conclusiones que hacen ver la necesidad del cambio en modos de vida, tomando en consideración distintas cosmovisiones y la recuperación de lo significativo.
Palabras clave: Proceso técnico-industrial, ecofilia, áreas verdes
Indudablemente la situación actual sobre el deterioro de la naturaleza, nos afecta a todos, por lo que es urgente reflexionar y modificar el pensar, el hacer. Actuar en consecuencia e incidir en posibles soluciones desde la vida cotidiana; una primera reflexión nos lleva a la relación del ser humano con la naturaleza, visualizando el modelo político económico en el cual el país se encuentra inmerso.
I. El proceso técnico- industrial, principal amenaza para la naturaleza,
El problema ambiental se puede abordar desde distintos niveles y puntos de vista, como el ecológico, el ambientalista y desde el desarrollo sostenible; ha sido dominio de la economía, la sociología, lo académico, la política, la ideología y lo jurídico; sin embargo el deterioro continúa; ¿cómo se puede parar esta situación en un modelo económico-productivo, que prioriza lo técnico e industrial?, donde la naturaleza es considerada como pasividad externa, como elemento neutral o sólo como condición del proceso, capaz de tolerar las cargas para propiciar el desarrollo (Delgado 2002), es decir proveedora de materias primas, además de vertedero de deshechos y fuente de energía; las reflexiones de Heidegger sobre la naturaleza, la ciencia y la técnica, cuestionaron el actuar del ser humano que se ha caracterizado por una visión antropocéntrica moderna, dominio del hombre sobre la naturaleza que fue llevado al extremo como explotación del mundo natural.
Para Sandra Uicich (2010) el reduccionismo del conocimiento científico que considera como forma exclusiva, verdadera y auténtica la apropiación de la realidad, da origen a la paradoja de crear estrategias y tecnologías para limpiar y salvar por quienes al mismo tiempo devastan y dañan al entorno natural (p.67).
Para Heidegger lo preocupante es que la técnica separe más al hombre de la Tierra, lo desarraigue; como ejemplo mencionó la construcción de la bomba atómica, que no es necesaria. (Heidegger 1976, citado por Uicich, 2010, p.74), entonces en este contexto técnico- industrial, ¿qué sentido damos a la naturaleza? ¿Desde el aspecto educativo se puede incidir en un cambio de modos de vida? para Delgado (2002) esto implica un cambio material, que considere valores, el espíritu, las ideas, los modos culturales de hacer, distintas cosmovisiones, la recuperación de lo significativo, la capacidad de disfrute como la alegría de vivir en un entorno sano, de ser, de estar, de formar parte y de convivir con el entorno natural, acompañar con procesos de información y reflexión que lleven a la apropiación conceptual y práctica de la naturaleza (Arias, 2008, p.203) por lo que es esencial asumir la responsabilidad para la mejora y conservación de ella, valor que Gadotti (2002) consideró como resultado de la conciencia de nuestra interdependencia como seres humanos, habitantes de un mismo planeta, por tal motivo para cambiar al mundo es preciso conocerlo, leerlo, entenderlo científicamente y emocionalmente; no sólo cambiar el corazón del hombre y la mujer sino cambiar las estructuras (Paulo Freire citado en Gadotti, 2002. p.174).
Para Leff (2005) “La educación ambiental es la educación de una ética de la vida y de la sustentabilidad frente a la imposición de la racionalidad económica e instrumental de la modernidad” (p.10), donde se reitera el derecho a pensar como un principio de autonomía de las personas en la autodeterminación de sus condiciones de existencia y sus mundos de vida. Hoy más que nunca se hace necesaria la apertura a las diferentes formas de pensar, a las diferentes aportaciones sobre cosmovisiones de mundo, para mejorarlo en beneficio de todos y de todo, por tal situación se inició la búsqueda de aspectos que puedan incidir de forma positiva en la solución por el cuidado y conservación de la naturaleza, como es el caso de la ecofilia.
II. La ecofilia propuesta para el cuidado y conservación del entorno natural
Ernest Haeckel, biólogo alemán empleó el término de ecología en 1866, para designar las relaciones entre los sistemas vivos y no vivos entre sí con su medio ambiente, al respecto del término Moacir Gadotti (2002) consideró como la mayor casa a la Tierra, propuso pasar de una ecología natural que se refería sólo a la naturaleza, a la social integral que se refiere también a la calidad de vida (pp.79–80).
Por su parte José Francisco Gómez (1990), cuestionó la frialdad con que se aborda la ecología por lo cual propuso que el término se complementara con el de ecofilia, dando lugar al amor por la casa, que se pueda proyectar mediante las prácticas ecofílicas, lo que implica tener una postura filosófica ante la concepción del lugar donde vivimos, es decir la Tierra y de los demás seres no humanos, involucrando así la dimensión espiritual y planetaria como lo mencionó Gadotti, que impulse un cambio profundo de la visión del mundo, en la que no exista una ideología especial o limitada, sino que puedan confluir ideologías diferentes para trabajar en beneficio del ambiente en cuatro campos: el científico, el emocional, el práctico y el espiritual (pp.198–199).
En el ámbito educativo y en específico con la escuela que necesitamos para el siglo XXI, de acuerdo al Consejo Deliberativo del Instituto Paulo Freire, se debe permitir la participación de comunidades en lo que llaman proyecto eco-político-pedagógico, en el que involucran el concepto ecológico, porque debe tener el carácter de casa, político al tener relación con valores y el carácter pedagógico porque está involucrado con la formación ciudadana, en un planeta que es un organismo vivo, por lo cual proponen la planetarización donde se trata de sentirnos partícipes de una comunidad formada por humanos y no humanos (Gadotti, 2010), reconociendo que en la interacción que se da, está lo que en la ecología de poblaciones se llama mutualismo (Soberón, 2010), que se origina cuando dos especies participantes se benefician; esta situación debiera estar clara para los seres humanos, pues sin la naturaleza, el ser humano simplemente no existiría. Una teoría que fundamenta lo anterior es la propuesta del astrofísico inglés James Lovelock y la microbióloga norteamericana Lynn Margulis (1970), la llamada teoría Gaia, o Teoría Gea (Pérez 2007, Pupo, 2011, p.200), que considera al planeta como ser vivo capaz de regularse a sí mismo y en el cual los biomas serían sus órganos, donde se concibe al ser humano, no como el dominador de la naturaleza, sino como parte de ella.
Una segunda teoría más que complementa a las posturas de considerar a la Tierra con vida y por lo tanto se le debe respeto y cuidado al igual que los organismos que viven en ella, es la de Paul W.Taylor (1981), quién relacionó el equilibrio de la naturaleza, con el bien, entendido como bienestar y salud de los organismos individuales; su propuesta de la teoría biocéntrica, plantea que tenemos obligaciones morales con las plantas y los animales silvestres como miembros de la comunidad biótica de la Tierra, estamos obligados a proteger o fomentar su bien1, de respetar la integridad de los ecosistemas naturales, de conservar las especies en peligro, de evitar la polución ambiental y de contribuir a mantener la existencia sana en estado natural.
Al retomar los aportes anteriores, una vez más se reafirma la introducción de la ecofilia para proyectar las diversas prácticas con miras a la conservación y cuidado de la naturaleza, ya que una de las raíces de dicho término es filia, cuyo significado es amistad, por lo que hace referencia a la afición, simpatía o amor a algo; para Naess (1986), las personas que aman lo que conservan, y están convencidas de que lo que aman es digno de ser amado aplican con más ahínco, las estrategias de conservación; un cambio ideológico que consista en apreciar la calidad de vida, a la que considera como el vivir en situaciones de valor inherente, es decir el bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tierra tiene valor en sí mismos, la tierra no le pertenece a los humanos, por lo que se debe resistir a la arrogancia que prevalece en las sociedades industriales (pp. 22–31).
Lo anterior hace recordar lo que se planteó en “La carta del jefe Seattle”, cuando mencionó que la Tierra no pertenece al hombre, sino el hombre pertenece a ella y lo que le pase a la Tierra le pasará a los hijos de la tierra, en la carta se planteó el sentido y significado que para los ancestros de América del Norte tenían sobre la Tierra, los animales, las plantas, el cielo; una cosmovisión holística del entorno, del universo mismo; otros ejemplos que plasman dicho sentido, son los poemas de Nezahualcóyotl, y si seguimos buscando, seguramente encontraremos más información al respecto en varias culturas ancestrales, así como en comunidades indígenas todavía existentes.
Entonces ¿dónde se debe empezar a incluir un cambio de visión y sentido? en cada actividad en la que podamos incidir, en la educación formal, en la misión, visión y funciones centrales como la docencia, la investigación y extensión; en todas las áreas de conocimiento, en todos los niveles de formación, en todos los procesos educativos como es el caso del desarrollo curricular-planes de estudio‑, en el proceso enseñanza-aprendizaje, formación de maestros, educación a distancia, etcétera.
Con toda la comunidad educativa, es decir profesores, alumnos, trabajadores, autoridades, egresados y en el plano epistemológico-teórico, pedagógico, económico y cultural. 2
Contemplar cada situación, cada práctica, cada acción que se realiza día a día, por parte de todos los involucrados, en cada lugar donde nos encontremos, y aunque el planeta es lo suficientemente grande, podemos empezar con algo pequeño, con una simple porción de naturaleza del entorno inmediato, que para el medio urbano podrían ser las áreas verdes.
III. Cuidado y conservación de las áreas verdes
¿Qué son las áreas verdes? Dentro de la historia occidental, Miller (1998) rescató datos interesantes, como es el caso de las primeras ciudades que al ser pequeñas y al estar los residentes en contacto con el campo y la granja, se le dio poca importancia a la necesidad de espacios verdes, en la época del renacimiento las villas y jardines fueron construidos para las clases ricas en las orillas de las ciudades europeas y en los parques privados al ser incluidos en el diseño urbano para dichas clases; para el siglo XVIII la clase profesional y de comerciantes imitaron este gusto de la clase rica, pero las clases bajas de la población urbana no tenían el mismo privilegio; en el siglo XIX creció un interés por los espacios públicos abiertos para los residentes urbanos, en el contexto de la revolución industrial, el autor, citó a Ebenezer Howars quien recomendó en la Gran Bretaña la construcción de ciudades jardines que estuvieran rodeadas con cinturones verdes (p.84–85)
En la actualidad se considera espacio verde a toda superficie que puede ser de origen privado o público, donde el elemento fundamental de su composición es el vegetal, (Ballester-Olmos y Morata, 2001; Granados y Mendoza, 2002). Un dato que aportó Nilsson, Randrup y Tvedt (1998) fue sobre la proporción de áreas verdes por habitante que de acuerdo a la OMS es de un mínimo de 9m2.
En su planeación se debe considerar las especies a sembrar, ya que en muchos casos no corresponden al lugar, ni al tipo de suelo que se tiene, de igual forma el proceso de financiamiento y en general el mantenimiento que se deba dar a las áreas. Los programas que tienden al éxito consideran el desarrollo de un plan, la selección de árboles sanos y apropiados para el sitio, el mantenimiento adecuado y la participación de la comunidad mediante el uso de sus manos (Nowak, Dwyer y Child, 1998).
Algunos beneficios de las áreas verdes
Para Granados y Mendoza (2002) la presencia de los árboles tienen diferentes funciones que cumplen en el ecosistema urbano, tal es el caso del intercambio gaseoso y de proporcionar sombra, en cuanto a los vegetales de ornato, la presencia de pasto, flores y arbustos, son elementos que además de cumplir con las características del reino vegetal, sirven para armonizar el espacio y hacer más agradable la estancia en estos lugares.
Heisler (citado por Nowak, Dwyer y Child, 1998) consideró a la vegetación como la principal modificadora del medio ambiente, al reducir la radiación solar hasta en un 90 % o más; tanto los arbustos como los árboles mejoran la temperatura, ya que mediante sus hojas la interceptan, reflejan, absorben y transmiten, esto depende de la forma de la hoja y la ramificación; una superficie cubierta de pasto produce frescura debido a la evaporación, mientras que el asfalto y suelo desnudo almacena gran cantidad de calor o bien lo reflejan al aire circundante. Los vegetales son proveedores de casi todos los minerales necesarios, empleados por los organismos vivientes, favorecen las lluvias y determinan la condición hidrográfica de una región, la presencia de las ramas y hojas disminuyen la intensidad con que la lluvia llega a la superficie; regulan el clima en las diferentes estaciones del año, enriquecen a la atmósfera de oxígeno.
Las plantas ayudan a suavizar el nivel de ruido; las que tienen hojas membranosas o carnosas ayudan a amortiguarlo, el movimiento de las ramas al vibrar absorben los sonidos, pueden enmascararlos y reducirlos o bien pueden producir los propios, por ejemplo, el susurro de los pinos, el crujido de las hojas, pueden ser avisos de sonidos más ofensivos.
Dentro de la estética, las áreas verdes tienen su importancia, ya que dan belleza a los escenarios, por sus líneas, formas, colores y texturas que realzan los paisajes. En las calles y plazas, los árboles sirven para hacer agradable el tránsito y la convivencia social, además de que la floración y el follaje originan olores agradables o enmascaran los desagradables; dan una nota de vida y naturaleza en el asfalto, aumentan la satisfacción de la vida diaria; los árboles y bosques urbanos proveen experiencia tanto emocionales como espirituales, pueden originar arraigo a lugares y cambios en los estados de ánimo, la participación en su plantación, enriquece el sentido comunitario de identidad social, autoestima y territorialidad.
Como áreas de recreación, son utilizadas para jugar, caminar y contemplar la naturaleza, los árboles pueden evocar sucesos de otros tiempos, lugares y sensaciones, debido a que representan algún sonido, una forma familiar, un olor o un color; además originan la disminución de la presión (estrés), producen estados fisiológicos más distendidos, como ejemplo los autores citaron un estudio de Ulrich en 1984, en el que se demostró comparativamente que pacientes de un hospital con vistas de árboles desde las ventanas, presentaron una recuperación más rápida y pocas complicaciones a diferencia de los pacientes que carecían de ese tipo de vistas.
Kaplan y Kaplan (citado por Nilsson, Randrup y Tvedt 1998) en su teoría sobre la interacción entre la atención del hombre con respecto a su entorno, realizó la distinción entre la atención espontánea y la consciente, la primera no requiere esfuerzo y ocurre sin premeditación, la consciente demanda energía y desgaste psicológico a largo plazo. Los movimientos rápidos, colores, olores fuertes y ruidos inesperados, son estímulos que demandan atención consciente, porque son percibidos como peligros potenciales, la vida urbana con vehículos rápidos, letreros luminosos y colores fuertes, causan presión al ser humano, por otro lado la vegetación y la naturaleza refuerzan la atención espontánea, permiten la relajación del aparato sensorial e infunden energía fresca, traen distensión y agudizan la concentración.
Por todo lo anterior, la presencia de los árboles podrían relacionarse con valores sociales como la calidad de vida y el efecto sobre la conducta humana (Robin,1998). En la carta de Ottawa (1986) para la promoción de la salud, se mencionó la creación de ambientes favorables y como responsabilidad mundial, la conservación de los recursos naturales.
Para Gadotti (2002) la espiritualidad, vista no como religión, sino como búsqueda permanente del sentido de la vida, trae consigo el amor a la Tierra a partir de la experiencia a través del sembrado, siguiendo el crecimiento de un árbol o de una planta, acariciándola, oliendo su perfume, caminando por la ciudad o un bosque, sintiendo el cantar de los pájaros, mirando las estrellas, contemplando la puesta del sol, entonces la vida adquiere sentido, sólo en relación (p.76).
Por todo lo anteriormente mencionado, mejorar el entorno natural a partir de prácticas ecofílicas, puede ser un buen comienzo para influir en un cambio que lleve a la mejora de las condiciones en que se encuentra el entorno natural.
Conclusión
Tener una visión de lo verde natural, un espacio de disfrute, un ambiente impregnado de olores agradables de la naturaleza, se hace necesario en un contexto donde el pavimento predomina, donde el estrés y otras enfermedades de tipo emocional están presentes, el conservar áreas que simplemente inviten a la tranquilidad y la paz, es un buen comienzo para poner un aporte en la mejora de la calidad de vida de las personas, buscar y lograr el bienestar humano y no humano desde el hacer cotidiano, desde prácticas ecofílicas que nos inviten al respeto por nosotros como seres vivos, por lo no vivo, en general por el planeta, vivir en y con la madre Tierra, ser parte de ella, con significado y sentido de las diferentes acciones, del pensar, del ser y el hacer que nos acompaña día a día a lo largo de nuestra existencia; un cambio de modo de vida, reconociendo lo material, lo técnico, lo industrial, pero sin convertirse en esclavos de ello, comprender que el consumismo nos lleva solo al tener, quedando en el olvido la esencia del ser.
Podemos retomar distintas cosmovisiones para encontrar lo significativo, para recuperar el sentido de la existencia y por tanto de la interrelación con el entorno, de amor, de armonía, de paz, de respeto, un cambio que sólo puede comenzar a partir de uno mismo.
La ecofilia sólo es un ingrediente más, para quienes quieran retomarla e integrarla como parte de su vida personal y profesional.
Referencias
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Notas
1.De acuerdo al autor el bien de un organismo no humano consiste en su pleno desarrollo y sus potencialidades biológicas; es fuerte y sano cuando posee las capacidades que necesita para lidiar satisfactoriamente con su medio y conservar su existencia a través de las diversas etapas del ciclo de vida normal de su especie.
2. Información obtenida de Bravo (2008). La educación Superior en México: Avances y Desafíos en la reconversión ambiental de sus instituciones, “Plan de Acción para el Desarrollo Sustentable en las Instituciones de Educación Superior”.