Ser maes­tro es una cons­tan­te invi­ta­ción a reco­rrer el camino que con­du­ce al asom­bro y a la refle­xión, a las andan­zas del cono­ci­mien­to y a la patria de la ima­gi­na­ción. Esto es, a la cum­bre de la mon­ta­ña. Es un iti­ne­ra­rio ple­tó­ri­co de pro­pó­si­tos y anhe­los colec­ti­vos, un peri­plo en el cual las herra­mien­tas, apti­tu­des y expe­rien­cias, le per­mi­ten res­pi­rar un pai­sa­je de sabe­res que tie­nen con­fluen­cia en la razón de ser de todos noso­tros, el estudiante. 

NUES­TRA ANDA­DU­RA POR EL MUNDO

No son la sober­bia ni la humi­lla­ción pala­bras que orien­ten al maes­tro en su con­duc­ta coti­dia­na, ni la angus­tia, la brú­ju­la que con­du­ce los pasos del docen­te, tam­po­co mili­tan en él ni la envi­dia ni el ren­cor sino la com­pren­sión y la razón para los que no com­par­ten sus ideas.

Res­pe­tuo­so del modo de pen­sar de los demás, de los com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo, de los que tie­nen por auro­ra un salón de cla­se y la ense­ñan­za como aven­tu­ra exis­ten­cial, sólo debe­ría bri­llar en el hori­zon­te del maes­tro la ben­ga­la del cono­ci­mien­to y la expe­rien­cia com­par­ti­da con los demás.

.

 

Pero el edu­ca­dor es a la vez uno y muchos hom­bres que tran­si­tan esta vida con más erro­res que vir­tu­des, aun­que con la fir­me con­vic­ción de ir borran­do los des­acier­tos más visi­bles y erra­di­can­do pau­la­ti­na­men­te los defec­tos más pro­fun­dos, lo cual per­mi­ti­rá la bús­que­da de una per­so­na­li­dad mul­ti­di­men­sio­nal en el niño, en el apren­diz, en el indi­vi­duo que da sus pri­me­ros pasos en la aven­tu­ra del saber.

La madu­rez del docen­te es el resul­ta­do de esta expe­rien­cia de vida en todos los sen­ti­dos. Con una capa­ci­dad demos­tra­da en dis­tin­tos cam­pos del cono­ci­mien­to, de la cien­cia, de la cul­tu­ra y del arte, por lo cual debe adqui­rir un com­pro­mi­so con el entorno social y con ello ganar el reco­no­ci­mien­to a su tra­yec­to­ria aca­dé­mi­ca y cien­tí­fi­ca que se pue­de cons­ta­tar en la pre­pa­ra­ción de los alum­nos, en su labor social en la comu­ni­dad, en el barrio, en la ran­che­ría, en el llano y en la mon­ta­ña, en la sel­va o en el desierto.

EL DEBER SER (LOS CON­CEP­TOS FARO O IMPE­RA­TI­VOS CATEGÓRICOS)

La escue­la es una casa colec­ti­va. Ins­ti­tu­ción pro­duc­to­ra de valo­res, cien­cia y cul­tu­ra, don­de se pre­pa­ran suje­tos que crean su pro­pia his­to­ria y no obje­tos mani­pu­la­bles. Aquí, des­de par­vu­li­tos, el maes­tro le pro­por­cio­na al niño los ele­men­tos edu­ca­ti­vos para que, pos­te­rior­men­te, adquie­ra una per­so­na­li­dad con con­cien­cia crí­ti­ca. La edu­ca­ción y la cul­tu­ra cons­ti­tu­yen la rup­tu­ra de esa iner­cia que demo­ra el desa­rro­llo aca­dé­mi­co del alumno. Median­te el plan­tea­mien­to de lo posi­ble, se bus­ca el cum­pli­mien­to de los obje­ti­vos, filo­so­fía, pos­tu­la­dos y misión que la socie­dad otor­ga a los edu­ca­do­res para refor­zar la auto­no­mía del edu­can­do. En este jaez, el espí­ri­tu cien­tí­fi­co y huma­nís­ti­co es el orde­na­dor de los con­te­ni­dos curriculares.

Alum­nos. El niño es un suje­to pen­san­te, con una poten­cial per­so­na­li­dad crí­ti­ca que des­de peque­ño adquie­re las herra­mien­tas para refle­xio­nar y con­ver­tir­se en un ente apto para desa­rro­llar sus talen­tos, capa­ci­da­des inte­lec­tua­les y ener­gías crea­ti­vas como actos liber­ta­rios. El edu­can­do tie­ne las bases sufi­cien­tes para lograr un auto­apren­di­za­je y con­ver­tir­se en un cons­truc­tor de cono­ci­mien­tos sóli­dos que le tien­dan el camino para lle­gar a nive­les supe­rio­res de la cien­cia y de la cul­tu­ra. El impul­so a su inge­nio, a su pen­sa­mien­to crí­ti­co, a sus facul­ta­des crea­ti­vas e inven­ti­vas y el estí­mu­lo a la ima­gi­na­ción son impe­ra­ti­vos ineludibles.

Maes­tros. Son faci­li­ta­do­res del cono­ci­mien­to. El maes­tro es un para­dig­ma del saber, guía con­duc­tor o auri­ga de las cer­te­zas y cer­ti­dum­bres del infan­te. Es un exper­to trans­mi­sor de viven­cias y expe­rien­cias median­te esos her­mo­sos ins­tru­men­tos de comu­ni­ca­ción que son el len­gua­je y las imá­ge­nes. Inter­ac­ción, diá­lo­go y retro­ali­men­ta­ción per­ma­nen­te con los alum­nos son los fac­to­res de avan­ce en el pro­ce­so de ense­ñan­za y apren­di­za­je. La rela­ción de maes­tros con los esco­la­pios debe ser hori­zon­tal. La bús­que­da de la ver­dad cien­tí­fi­ca y recha­zo a la fal­se­dad de la pala­bra fin­gi­da es un prin­ci­pio inse­pa­ra­ble de su labor como docen­te eli­mi­nan­do los ras­gos auto­ri­ta­rios que per­sis­ten en algu­nos maes­tros para ins­ta­lar el huma­nis­mo antes que la reifi­ca­ción como fun­da­men­to del apren­di­za­je. Los esfuer­zos deben enca­mi­nar­se a la orga­ni­za­ción de las acti­vi­da­des ten­dien­tes a for­ta­le­cer la edu­ca­ción inte­gral del alumno. Todo debe ser favo­ra­ble al apren­di­za­je de los niños.

LA ESEN­CIA Y SUSTANCIA

Así, los men­to­res pro­fun­di­zan en méto­dos de ense­ñan­za y apren­di­za­je de acuer­do al con­tex­to social de los dis­cí­pu­los, inno­van­do nue­vas for­mas de apro­pia­ción del cono­ci­mien­to. De ahí, la dis­cu­sión colec­ti­va de los pla­nes, pro­gra­mas y con­te­ni­dos que renue­ven el currí­cu­lum de la edu­ca­ción bási­ca, la actua­li­za­ción cons­tan­te y el uso ade­cua­do de las tec­no­lo­gías digi­ta­les para garan­ti­zar el acce­so al conocimiento.

Lo impor­tan­te, como ideal, en todo caso, es hacer de la escue­la un panal don­de los niños, esas abe­jas liber­ta­rias, se fas­ci­nen “liban­do de mil flo­res, para hacer, con todos los póle­nes una sola y mis­ma miel” , como bien nos acon­se­ja Edgar Morin, y que les per­mi­ta apro­piar­se del Espí­ri­tu del Valle, “que reci­be todas las aguas que en él se vier­ten”, como sugie­re el libro del Tao. Esas aguas de dis­tin­tos manan­tia­les es el cono­ci­mien­to, esa miel, ese néc­tar que los edu­ca­do­res y, sobre todo, los pár­vu­los, sabo­rean de muchas flo­res. Así se gati­lla el gus­to por el apren­di­za­je, por las artes, por las cien­cias y las huma­ni­da­des, mol­dea­do­ras del ser humano. La edu­ca­ción ondu­la todas sus cuer­das para que la reso­nan­cia de sus vibra­cio­nes alcan­cé has­ta los oídos más sor­dos. Esto es una prioridad.

LLE­GAR A LA CUMBRE 

Para los pro­fe­so­res la escue­la es par­te impor­tan­te de su hábi­tat. La vida coti­dia­na, las ideas, las cos­tum­bres y orga­ni­za­ción en gran medi­da bro­tan de sus muros. Es aquí don­de tam­bién ha inte­gra­do una for­ma de ser. Sin embar­go, no todo es miel sobre hojue­las, la escue­la no es una cáp­su­la ais­la­da del entorno social, tam­bién es una caja de reso­nan­cia, y los efec­tos noci­vos son los que lle­gan pri­me­ro a las aulas. A estas ondas per­ni­cio­sas, maes­tros, alum­nos (y tra­ba­ja­do­res) deben hacer­les fren­te con una acti­tud revo­lu­cio­na­ria que per­mi­ta resol­ver los pro­ble­mas más urgen­tes de la edu­ca­ción. Esto pue­de lograr­se empren­dien­do una tra­ve­sía colec­ti­va que con­duz­ca a la reso­lu­ción armó­ni­ca de los pro­ble­mas median­te la dis­cu­sión y apor­tes aca­dé­mi­cos de todos y cada uno de los maes­tros, sólo así colec­ti­va­men­te pue­de lle­var­se al niño a la cum­bre de la montaña.

Sin embar­go, siem­pre apa­re­ce la duda del cómo alcan­zar los obje­ti­vos plas­ma­dos, los pro­pó­si­tos expues­tos, de ahí nues­tra pro­pues­ta de

EL MÉTO­DO DE LA IMA­GI­NA­CIÓN Y LA POESÍA

La ima­gi­na­ción crea­do­ra es la facul­tad más alta del enten­di­mien­to, dice Octa­vio Paz y ésta no tie­ne diques, somos noso­tros quie­nes la tene­mos atra­pa­da en los muros de nues­tro pro­pia apa­tía e indo­len­cia, por ello debe­mos sol­tar­le las ama­rras. ¿Y que hay más allá de la ima­gi­na­ción que la poe­sía como méto­do de aper­tu­ra al cono­ci­mien­to y a la sen­si­bi­li­za­ción? Como nos ilus­tra el poe­ta Fran­cis­co Caro Sie­rra “Solo el poe­ta puede/ penetrar,/ bis­tu­rí, la verdad/ y no romperla/ dejar­la en confusión/ emba­ra­zar­la” . Por­que la ima­gi­na­ción, y la poe­sía, es un revul­si­vo de la reali­dad que via­ja a miles de lati­dos por segun­do y que nadie pue­de ergas­tu­lar a no ser que el mis­mo suje­to esté dis­pues­to a clau­di­car fren­te a la inep­ti­tud y a la incu­ria. Y más si con­si­de­ra­mos que el hom­bre se cons­tru­ye de razón, emo­ción, con­cien­cia e ima­gi­na­ción, el edu­ca­dor debe des­ple­gar esta últi­ma como un arma pode­ro­sa para acce­der a otro tipo de cono­ci­mien­to. Su poten­cial incal­cu­la­ble jun­to a la poe­sía, la esté­ti­ca y el jue­go de fan­ta­sías pue­de ver­ter­se como un deto­nan­te en ese medio tan fér­til y pró­di­go que es el salón de cla­se, toda vez que si bien es la mate­ria pri­ma del arte y los artis­tas, rei­na de la liber­tad y la crea­ción, en tan­to que for­ma­dor de per­so­na­li­da­des, la ima­gi­na­ción para el maes­tro es un arma pode­ro­sí­si­ma aun­que toda­vía es una veta no explo­ta­da del todo. 

Y la pro­pues­ta es sen­ci­lla: vol­ver al niño con la inter­me­dia­ción de la poe­sía, aun­que el sin­sen­ti­do que gobier­na los sen­ti­dos nos impi­de redes­cu­brir al infan­te ocul­to que todos los maes­tros lle­va­mos den­tro. Por­que en esta vida sub­si­dia­ria del caos, la sus­tan­cia huma­na des­po­ja­da de huma­ni­dad, caren­te de sen­si­bi­li­dad y des­pro­vis­ta de poe­sía nos lle­va a la serie­dad res­tric­ti­va y dog­má­ti­ca, a la solem­ni­dad seve­ra y el auto­ri­ta­ris­mo repre­si­vo, ele­men­tos que con­ven­ce­rán al chil­pa­ya­te de las bon­da­des del apren­di­za­je, habi­da cuen­ta que el mozue­lo mira al uni­ver­so de otra mane­ra, es la liber­tad, natu­ra­li­dad y el amor con que éste se mue­ve en el mun­do lo que le con­fe­ri­rá una cos­mo­vi­sión; son el jue­go y la crea­ti­vi­dad los con­se­je­ros del cha­val para resol­ver las cosas de su edad, pero esta ino­cen­te filo­so­fía infan­til se ve coar­ta­da por una edu­ca­ción cas­tran­te median­te la impo­si­ción de valo­res uti­li­ta­rios y com­pe­ti­ti­vos, y mode­los y car­ta­bo­nes autoritarios. 

Para el niño no hay nada impo­si­ble más que los mar­ca­dos por los pre­jui­cios de los pro­pios adul­tos. El esco­lar des­cue­lla como peque­ño demiur­go capaz de inven­tar y rein­ven­tar espa­cios nue­vos; de este modo, crea su pro­pio baúl­mun­do, su titi­ri­mun­di o tuti­li­mun­di, todas las cosas del mun­do en su sis­te­ma pla­ne­ta­rio ple­tó­ri­co de dul­zu­ras en inter­re­la­ción con el arte, la vida, el len­gua­je y el dis­cur­so visual. Este uni­ver­so cons­ti­tu­ye un manan­tial inaca­ba­ble para ese peque­ño rebel­de que sólo tie­ne ojos para el jue­go y la ima­gi­na­ción. Eso es lo que debe bro­tar des­de las pul­sa­cio­nes de la epi­der­mis magis­te­rial en la cons­truc­ción de esa patria que es la edu­ca­ción del alumno. Ejer­cer un des­co­mu­nal esfuer­zo para que, quie­nes que­re­mos cam­biar al mun­do des­de las barri­ca­das de la crea­ción y la edu­ca­ción, ten­ga­mos la pers­pi­ca­cia y sen­si­bi­li­dad para lograr­lo. Que nos recon­ci­lie­mos con el sen­ti­do de la exis­ten­cia, que reto­me­mos el camino del niño quien nos ense­ña, a su vez, el camino de la ter­nu­ra. Esta es una vere­da de ida y vuel­ta, por­que el pro­fe­sor debe vol­ver a ser niño, para que ver­da­de­ra­men­te pue­da alum­brar su por­ve­nir y refor­zar, de retorno, el tra­yec­to de la ter­nu­ra en el niño. El edu­ca­dor, enton­ces, se con­vier­te en el genio que nos pro­por­cio­na el sila­ba­rio para apren­der a leer los entre­si­jos de la vida. Es el per­so­na­je que nos ayu­da a com­pren­der la reali­dad en su esen­cia y fon­do. El maes­tro no es el mili­tar que dic­ta la mate­ria al alumno cla­ván­do­lo a los cla­vos del pupi­tre, sino quien lo moti­va a apo­de­rar­se de los mis­te­rios del cono­ci­mien­to y, aho­ra sí, es capaz de des­per­tar en el pár­vu­lo el pla­cer del aprendizaje.

De ahí que el pro­fe­sor deba com­ba­tir la cons­truc­ción de alum­nos zom­bies engri­lle­ta­dos a una buta­ca por medio de un dis­cur­so acar­to­na­do y sin vida. Los alum­nos cons­cien­tes son sus refe­ren­tes, a ellos se deben. Por esto la recu­rren­cia a la ima­gi­na­ción y a la poe­sía “Por­que el arte como inter­pre­ta­ción de la reali­dad tie­ne su pro­pio méto­do, tras­cien­de toda deter­mi­na­ción his­tó­ri­ca y pro­du­ce una alte­ri­dad… El arte supera el tiem­po lineal de la repre­sen­ta­ción y la expe­rien­cia artís­ti­ca trans­for­ma al suje­to que la expe­ri­men­ta” . El arte y la poe­sía no nece­si­tan con­tex­to his­tó­ri­co, cul­tu­ral o social, son uni­ver­sa­les, las obras de arte tras­cien­den la his­to­ria aun cuan­do ori­gi­nal­men­te no hayan sido con­ce­bi­dos como arte, ¿por qué una obra per­du­ra y pasa a for­mar par­te de la socio­lo­gía del cono­ci­mien­to?, des­de las cue­vas de Alta­mi­ra, Las­caux o Rouf­fig­nac, has­ta los reta­blos sagra­dos o ico­nos reli­gio­sos eje­cu­ta­dos para efec­tuar ritos cris­tia­nos o de otras reli­gio­nes de pron­to dan cuen­ta de otro tipo de rela­cio­nes socia­les y por tan­to son alum­bra­do­res de cono­ci­mien­to social, razón por la cual, dice Gada­mer, el gurú de la her­me­néu­ti­ca moder­na, “una ima­gen divi­na, anti­gua, que tenía su lugar en un tem­plo no en cali­dad de obra de arte, para un dis­fru­te de la refle­xión esté­ti­ca y que actual­men­te se pre­sen­ta en un museo moderno, con­tie­ne el mun­do de la expe­rien­cia reli­gio­sa de la que pro­ce­de tal como aho­ra se nos ofre­ce, y esto tie­ne como impor­tan­te con­se­cuen­cia que su mun­do per­te­nez­ca tam­bién al nues­tro. El uni­ver­so her­me­néu­ti­co abar­ca a ambos” y toda­vía más, como afir­ma Bon­vi­cino, “el poe­ma crea al méto­do y al poe­ta. El libro va crean­do sus métodos” . 

En todo caso el fon­do es encon­trar nue­vas ideas y dis­fru­tar de una sen­sa­ción de alto ries­go que sólo se pue­de vivir en la ante­sa­la de la crea­ción. Y bueno, has­ta aquí todo va bien, en teo­ría, pero…

Todo cam­bia cuan­do el maes­tro se da cuen­ta que la vida del niño, de ese terron­ci­to de azú­car, no tie­ne más futu­ro que el dise­ña­do por una sar­ta de píca­ros que duer­men en camas per­fu­ma­das y comen como cer­dos en res­tau­ran­tes de lujo.

Todo cam­bia cuan­do el maes­tro se da cuen­ta que el peque­ño, esa hoji­ta de lau­rel que se des­li­za sobre aguas lle­nas de sue­ños, no le depa­ra más futu­ro que ser un sol­da­di­to de empre­sas que lo expri­mi­rán como un glo­bi­to de chamoy.

Todo cam­bia cuan­do el maes­tro se da cuen­ta que el por­ve­nir del infan­te, ese libro abier­to a las fan­ta­sías y a los esplen­do­res, no debe ser obje­to ni mer­can­cía de los que quie­ren para él la con­di­ción de sier­vos o escla­vos. Por­que al niño debe tra­tár­se­le con cui­da­do y con res­pe­to, como un dimi­nu­to jar­dín de bon­da­des, con sen­ti­mien­tos amo­ro­sos y con­cien­cia solidaria.

Por esa razón, por­que el edu­ca­dor sabe no sólo razo­nar, sino soñar, extra­ñar­se y mara­vi­llar­se, hoy los maes­tros de la CNTE están en las calles…

Por últi­mo solo qui­sie­ra decir­le unas pala­bras a ese maes­tro tan admi­ra­do y vili­pen­dia­do al mis­mo tiempo:

Maes­tro: Libe­ra la fan­ta­sía, recu­pe­ra la ima­gi­na­ción, dale liber­tad a tus pen­sa­mien­tos, comul­ga con la cien­cia, for­ni­ca con la lite­ra­tu­ra, vuél­ve­te un cen­tau­ro de arte y de poe­sía, suel­ta los demo­nios que te opri­men la con­cien­cia, des­bór­da­te corrien­te en un río de inte­li­gen­cias, sumér­ge­te en la genea­lo­gía del enten­di­mien­to, alquí­mia­te con la asig­na­tu­ra de la pie­dra filo­so­fal, escla­ví­za­te al saber, sé un após­tol de la cul­tu­ra, trans­mu­ta el cieno de la igno­ran­cia en el árbol de oro de la vida, vuél­ve­te cora­zón de la razón y el cono­ci­mien­to, redí­me­te, rés­ta­te, diví­de­te, súma­te, mul­ti­plí­ca­te, ¡estre­mé­ce­te como un coá­gu­lo de amor que se ato­ra en las entra­ñas de un sen­ti­mien­to cuan­do de defen­der la edu­ca­ción se tra­te, pero nun­ca dejes de luchar! Por­que ser maes­tro es correr tras los vien­tos de libertad.

______________________

(1) Morin, Edgar, Mis demo­nios, Kai­rós, Bar­ce­lo­na, 1995, p.42.

(2) Paz, Octa­vio, Cua­dri­vio, Joa­quín Mor­tiz, Méxi­co, 1965, p. 14

(3) Caro Rosas, Fran­cis­co, et al. Poe­mas. XXV, Con­cur­so de Poe­sía Ciu­dad de Zara­go­za, 2008. P.17

(4) Díaz, Sal­va­dor Apli­ca­ción del cine digi­tal como méto­do de inves­ti­ga­ción social en el con­tex­to del infor­ma­cio­na­lis­mo y la revo­lu­ción vir­tual, Tesis de Doc­to­ra­do, en la UACh, 2012: 36

(5) Gada­mer, Hanz-Georg, Ver­dad y méto­do. Fun­da­men­tos de una her­me­néu­ti­ca filo­só­fi­ca. Edi­cio­nes Sígue­me, 19ª edi­ción. Sala­man­ca, Espa­ña 2005, p.12.

(6) Entre­vis­ta de Víc­tor Sosa a Régis Bon­vi­cino, en “Poe­sía y Poé­ti­ca”, p. 5, No. 36, Uni­ver­si­dad Iberoamericana.