Jorge Hernández H.
UNIVERSIDADE FEDERAL DE PARANÁ, BRAZIL
Ponencia presentada en el Congreso Universidad 2014 en la Habana, Cuba
América Latina y el Caribe, viven año con año los efectos de diversos fenómenos naturales, mal llamados desastres naturales, por los efectos mortales y destructivos que resultan de la manifestación natural de eventos tales como: terremotos, huracanes, tormentas tropicales, incendios forestales, erupciones volcánicas, sequias y el deshielo de los polos.
Estos fenómenos son incrementados por factores antropogénicos, tales como: tala de bosques, urbanización en zonas de alto riesgo, uso inmoderado de combustibles fósiles, producción de gas metano por tiraderos de basura a cielo abierto, entre otros.
A partir de los años 80s los fenómenos naturales se han incrementado de manera extrema, terremotos de grandes magnitudes, huracanes de mayor intensidad, erupciones volcánicas que han afectado rutas aéreas internacionales, tormentas tropicales que han provocado inundaciones, incendios forestales por graves sequias, todos ellos provocando graves daños en la economía de los países latinoamericanos, miles de dólares erogados en la búsqueda de la recuperación de los daños ocasionados y la lamentable pérdida de vidas humanas.
Por todo lo anterior consideramos sumamente importante realizar un programa de educación ambiental desarrollado en las universidades públicas y aplicado directamente en las comunidades más desprotegidas, que tenga como principal objetivo enseñar a la población en general de las causas, los efectos, la prevención y la protección que se requiere para enfrentar de manera más realista estos fenómenos naturales que año con año afectan nuestros países.
La importante participación de la comunidad universitaria vendría a ser un elemento fundamental para evitar los asentamientos humanos en zonas de alto riesgo y ayudaría a los gobiernos latinoamericanos en la instrumentación y aplicación de programas sociales en comunidades de bajos recursos económicos, así como en la reubicación o protección de comunidades que actualmente se encuentran asentadas en zonas de alto riesgo.
Una parte de los recursos económicos que los países tienen disponibles como “fondos para desastres”, deberían ser utilizados para financiar a las universidades para realizar programas que tengan como objetivo, proteger, prevenir y educar a la sociedad y no para medio resolver oficialmente a posteriori los efectos de los desastres provocados por los fenómenos naturales; de aplicarse una política social fundamentada en las universidades con fines preventivos y educativos, con toda seguridad los costos y recursos económicos utilizados serían menores y los resultados mejorarían la vida y las condiciones de salud, alimentación y habitación de las poblaciones más carentes, que al final son las que más sufren los efectos de los fenómenos naturales.
El aumento considerable de la presencia de fenómenos naturales, ha subrayado la urgente necesidad de contar con datos ambientales y sistemas de información más precisos en nuestras universidades. La recolección de datos y la evaluación científica de los fenómenos naturales constituyen la herramienta necesaria para atender las necesidades de las poblaciones más frágiles. Nunca como hoy se había vuelto tan necesario informar, diseminar y distribuir la información a través de las universidades. La constante expansión de las zonas urbanas, los asentamientos humanos en zonas de alto riesgo de manera arbitraria existen y se desarrollan, sin contar con el mínimo de información de los peligros ante la presencia de un fenómeno natural, estos son hechos incuestionables y trascendentales en américa latina y en el caribe.
DESARROLLO ECONOMICO, UNIVERSIDAD Y PROTECCION CIVIL.
El desarrollo económico de los países latinoamericanos emerge como una gran necesidad para competir con los países desarrollados y por ello tiene un efecto importante en las actividades productivas, y simultáneamente en los efectos ambientales mediante sus decisiones de inversión y desarrollo tecnológico.
A este respecto los gobiernos tienen la función vital de apoyar el desarrollo, pero sin descuidar las cuestiones ambientales; explotar y fragilizar de manera sistemática los recursos renovables y no renovables trae como consecuencia la pérdida de especies animales y vegetales, suelos contaminados, sobreexplotación de especies marinas y terrestres, emisiones contaminantes a la atmosfera, quema de combustibles fósiles, emisiones de metano y muchas otras.
Para ello es necesario que los gobiernos y sectores privados aprovechen la capacidad institucional, científica y profesional de los grupos académicos para interactuar simultáneamente en los programas productivos y desarrollo de comunidades, así como en la organización de la incesante migración social hacia las grandes urbes lo que conlleva a la creación de nuevos asentamientos humanos en zonas de alto riesgo.
Es necesario que los tres sectores más importantes de nuestra sociedad, (sector privado, comunidad universitaria y gobierno) se unan e interactúen comprometiendo sus actividades en beneficio de la sociedad civil.
¿QUE HACER?
En primer lugar se debe establecer el diálogo entre estos sectores, ya que dan la impresión de ser islas separadas por intereses diferentes. El sector privado pareciera no interesarse en el desarrollo científico y tecnológico de las universidades, en contadas ocasiones promueven y proponen concursos, donde se aporten nuevas ideas de desarrollo tecnológico.
Los gobiernos en sus tres niveles se mantienen al margen de las actividades académicas, y sólo en casos especiales, solicitan la participación de las universidades en su quehacer político; esto se da predominantemente en época de elecciones, buscando en ese acercamiento la simpatía hacia sus intereses políticos por parte de las comunidades universitarias más jóvenes.
Las universidades a pesar de contar con la capacidad profesional, científica y productiva de su personal académico y de sus egresados, no han logrado encontrar un espacio de desarrollo dentro del sector privado y menos aún en los gobiernos en turno, a pesar de que las necesidades de desarrollo económico, social, de salud pública, de vivienda y medio ambiente de nuestros países, precisan urgentemente que sean atendidas las demandas de una sociedad cada vez más fragilizada ante los embates de los fenómenos naturales.
Antes de la llegada de los fenómenos naturales en nuestros países, por ejemplo un huracán, lo que hacen los gobiernos es repartir folletos con información escueta sobre ese evento y señalar algunos sitios que sirvan de refugio temporal a la sociedad. Después de pasado el fenómeno natural y ante la destrucción de viviendas, destrozos de vías de comunicación y la pérdida de vidas humanas, aparece el llamado “fondo para desastres”, el cual desde su origen está viciado.
En primer lugar, porque el total de los miles de millones de dólares de ese “fondo para desastres” no es aplicado a la reparación de los daños, ni a la recuperación de los efectos económicos y sociales. Menos aún se busca la recuperación psicológica y moral de quienes perdieron su escaso patrimonio y sus seres queridos.
Segundo, se pide a través de los medios masivos de comunicación la aportación voluntaria de la sociedad para atender las necesidades de las comunidades afectadas; los antecedentes de esas aportaciones nos demuestran que no todo lo que es aportado por la sociedad llega a su destino, ya que lamentablemente la corrupción, la deshonestidad y la falta de sensibilidad se hacen patentes dentro de los grupos de apoyo a las comunidades que sufrieron los efectos del fenómeno natural.
Tercero, Cómo se puede justificar la existencia de un “fondo para desastres” cuando este fondo es utilizado como una aspirina y solo sirve, o trata de servir, para después del desastre y no se cuenta con un “fondo de prevención de desastres” que bien podría ser aplicado en programas multidisciplinarios basados en la capacidad profesional y científica de las universidades, las que a través de sus programas de vinculación, divulgación, servicio social, desarrollo científico y tecnológico podrían desarrollar una línea de unión entre la sociedad y la comunidad universitaria.
¿COMO HACER?
La sociedad civil está organizada en diferentes grupos sociales; consejos de participación ciudadana, jefes de manzana, uniones vecinales, clubs sociales, clubs deportivos, grupos comunales, asociaciones campesinas y ganaderas, asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, asociaciones religiosas, entre muchos otros. Todos estos grupos pueden ser los ejes de distribución de la información generada por la comunidad universitaria en talleres, conferencias, reuniones y eventos de divulgación que lleven directamente a las comunidades la información necesaria para entender, atender, informar, prevenir, enseñar y proteger la vida humana y los bienes personales ante la presencia de un fenómeno natural; el objetivo principal de estas acciones deberá ser que ese fenómeno natural no se convierta en un desastre natural con el consecuente daño patrimonial, social, de salud y de vidas humanas que se traduce para nuestros países en pérdidas de miles de millones de dólares.
FONDOS PARA PREVENCION DE DESASTRES.
Como señalábamos con anterioridad, sí los gobiernos aportaran a las universidades un porcentaje considerable de esos “fondos para desastre”, la comunidad universitaria podría desarrollar programas de participación ciudadana principalmente con aquellas comunidades que ya están asentadas en zonas de alto riesgo y que año con año viven el mismo terror de saber que pueden perder su limitado patrimonio y la vida de muchos de sus seres queridos.
La comunidad universitaria podría desarrollar programas de manera interdisciplinaria para llevar a cabo proyectos de educación, reestructuración de viviendas con materiales más sólidos y mejor acondicionadas para enfrentar los fenómenos naturales, así como talleres de trabajo técnico y talleres de información sobre cómo protegerse y como proteger su patrimonio.
De igual manera se puede promover por las universidades un desarrollo económico mejor distribuido en los países, de tal forma que la oportunidades de empleo, de estudio, de salud, de confort, de vivienda y economía no se centralicen, esto además de generar empleos, fuentes de ingresos y calidad de vida, vendría a prevenir y evitar que aumente la migración hacia las grandes ciudades.
América Latina es extremadamente rica en recursos naturales. Los ríos Amazonas, Orinoco, Sao Francisco, Paraná, Paraguay, Magdalena y el Acuífero Guaraní, transportan más del 38 por ciento del agua superficial del mundo. Las zonas costeras de América Latina y del Caribe tienen aproximadamente 64,000 km de longitud y cubren 16 millones de km² de territorio marino; el caribe, incluyendo a Panamá y Costa Rica, está conformado en un 50% de zonas costeras. La biodiversidad es inmensa y se encuentra entre las más ricas del mundo. Los arrecifes del Caribe constituyen cerca del 12% del total del mundo y Belice cuenta con el segundo arrecife más grande del mundo. Los bosques naturales cubren el 47% del total de la tierra de la región latinoamericana; el 95% de ellos son bosques tropicales ubicados en el sur de México, Centroamérica, el Caribe y la parte tropical de Sudamérica, cubriendo un área de 852 millones de hectáreas. Seis de los ocho países del mundo que poseen más del 70% de bosques originales están en Sudamérica: Brasil, Colombia, la Guayana Francesa, Guyana, Surinam y Venezuela.
Lamentablemente la pérdida de hábitat es la principal amenaza a la biodiversidad de la región; la sobreexplotación, deforestación, contaminación de ríos, extinción de especies, tráfico de especies vegetales y animales, la expansión de zonas agrícolas, el agotamiento de zonas de humedales, la transformación de los hábitats, la criminal práctica de roza y quema, la minería, la construcción de nuevos caminos para el desarrollo de zonas turísticas, la producción de madera y los incendios forestales, son factores que inciden de manera importante en la alteración de las condiciones naturales de nuestro medio ambiente.
Es por ello que los gobiernos están en la necesidad urgente de contar con la participación de las comunidades universitarias para generar planes de acción que realicen actividades de protección, administración, manejo sustentable y recuperación de hábitat, también como de impulsar una estrategia de manejo integral de cuencas, promover proyectos de aprovechamiento sustentable de los recursos marinos y zonas costeras, así como de establecer un sistema de áreas naturales protegidas y de conservación de la biodiversidad latinoamericana.
Todo ese programa universitario deberá contar con los recursos económicos del “fondo para desastres”, y de lograr contar con la respuesta favorable de nuestros gobiernos, con toda certeza se obtendrán grandes logros sociales y económicos en beneficio de nuestras comunidades. Habría desarrollos empresariales, protección ambiental y sobre todo se atenderían a tiempo a las comunidades que se encuentren en zonas de riesgo con programas de protección y prevención diseñados de acuerdo a cada zona y al fenómeno natural que se vaya a presentar.
A su vez, los gobiernos de nuestros países podrían conseguir que el “fondo para prevención de desastres” logre su objetivo, ya que sería aplicado como un programa para la protección social, el desarrollo económico, la salud, la protección de vidas humanas, el desarrollo de comunidades con viviendas acordes a la región y con materiales regionales, pero sobre todo con un costo mucho menor que el que actualmente se dice aplican para medio recuperar los daños causados por los fenómenos naturales.
CONCLUSIONES:
Un proyecto como La Universidad en los Fenómenos Naturales : Educación ambiental para todos, financiado por el “fondo para desastres” de los gobiernos de nuestros países, podrá parecer fuera de la realidad, tal vez hasta utópico, pero dadas las condiciones ambientales actuales, los altos costos en los daños, la pérdida de vidas humanas, los efectos negativos en las economías, la afectación social y psicológica, no creemos que exista otro camino que la unión de los tres sectores básicos de nuestra sociedad; el sector privado, los gobiernos y las universidades, los tres están obligados a escuchar los gritos de alerta y auxilio de la sociedad.
Es evidente que existen grandes obstáculos que entorpecen está unión; la aplicación de la legislación, las políticas y reglamentaciones ambientales internas, las complicadas relaciones institucionales, la falta de vinculación entre la sociedad y las universidades, las restricciones que los gobiernos habrán de oponer para que las universidades tengan acceso a los recursos del “fondo para desastres” y en algunos casos la falta de disposición de la propia comunidad universitaria, la ausencia de voluntad política y por supuesto lograr la firma de los acuerdos institucionales entre las universidades de nuestros países para intercambiar experiencias, proyectos y programas, sin embargo nada es imposible cuando existe la voluntad, y en la actualidad esa voluntad está ligada a una urgente respuesta ante los embates de una naturaleza que hemos llevado al límite y nos está pasando la cuenta por nuestros errores y falta de respeto.