Lle­vo 11 días pre­so, el juez me dic­tó Auto de For­mal Pri­sión. Las prue­bas y argu­men­tos con los que demos­tra­mos que yo no pude haber esta­do en el lugar ni en el tiem­po de los hechos de la muer­te que me adju­di­can, no le impor­ta­ron ni los tomó en cuen­ta; es como si ya tuvie­ran hecho el dic­ta­men para cum­plir con su con­sig­na. Que­dé suje­to a pro­ce­so y bus­ca­re­mos mi liber­tad por la vía de la apelación.

He sido res­pe­ta­do y en pocos días he hecho pocos ami­gos. Me sume al equi­po que ela­bo­ra un mural con moti­vos pre­his­pá­ni­cos, he juga­do bas­quet­bol, leo cada que pue­do y escu­cho las his­to­rias más disím­bo­las entre los presos.

Come­mos agua con hue­vo (hue­vo radiac­ti­vo) con ver­du­ra (pan­tano), con sopa o con peda­ci­llos de car­ne. Los inter­nos se for­man con rapi­dez y mucha ham­bre: un pan o una tor­ti­lla no alcan­za: yo no dispu­to la comi­da, con poca me con­for­mo pero en oca­sio­nes com­pro un pan o una tor­ta para com­ple­men­tar o invi­tar un poqui­to a alguien.

Vivo en una cel­da que es para 6 per­so­nas pero hay cer­ca de 20, se lla­ma área ver­de y es a don­de lle­gan todos los recién ingre­sa­dos, viven tam­bién ahí algu­nos de los “pro­te­gi­dos”. Creo que las siguien­tes sema­nas nos van a mover a otro lado, no sé don­de pero no temo.

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