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La Comunidad para el desarrollo humano, Roy Stauber, diciembre 2012

La pre­gun­ta cen­tral que tie­ne que con­tes­tar cual­quier pro­pues­ta edu­ca­ti­va es: ¿Para qué pre­pa­ra­mos a las nue­vas gene­ra­cio­nes? Y para con­tes­tar esta pre­gun­ta la pro­pues­ta se basa explí­ci­ta o implí­ci­ta­men­te en un con­cep­to del ser humano.

Si el prin­ci­pal obje­ti­vo de la edu­ca­ción es pre­pa­rar a los niños y jóve­nes para inte­grar­se a un mun­do eco­nó­mi­co en el cual pre­do­mi­na la com­pe­ten­cia bru­tal, en don­de una mino­ría peque­ña ni sabe que hacer con sus rique­zas, mien­tras que la mayo­ría lucha para sobre­vi­vir el siguien­te día. Si este es el obje­ti­vo prin­ci­pal de la edu­ca­ción enton­ces se tie­ne un con­cep­to del ser humano como máqui­na, como ani­mal, a lo mejor racio­nal, movi­do úni­ca­men­te por ins­tin­tos y for­ma­do pasi­va­men­te por su entorno, por la supues­ta reali­dad uni­for­me. Esta for­ma de edu­ca­ción se basa en una visión racio­na­lis­ta o posi­ti­vis­ta, en una psi­co­lo­gía con­duc­tis­ta, que nie­ga todo mun­do interno del ser humano.

Si el prin­ci­pal obje­ti­vo de la edu­ca­ción es pre­pa­rar a los niños y jóve­nes para que apren­dan nues­tros valo­res, nues­tras con­duc­tas, nues­tras for­mas de vida. Si este es el obje­ti­vo prin­ci­pal de la edu­ca­ción enton­ces se tie­ne un con­cep­to que nie­ga lo his­tó­ri­co del ser humano. Se inten­ta repro­du­cir un pasa­do que ya no exis­te en el mun­do de hoy, se tra­ta de impo­ner valo­res y mode­los que ya no sir­ven en un mun­do de cam­bios ace­le­ra­dos, se nie­ga la dia­léc­ti­ca de generaciones.

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