Libros del IV Congreso Internacional de Transformación Educativa
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Manifiesto a la comunidad Politécnica
En memoria de Raúl Álvarez Garín
Es muy importante lo que está sucediendo, desde hace ya demasiado tiempo, en el Instituto Politécnico Nacional. Y lo que está sucediendo no es ni remotamente lo que se dice en la prensa o lo que algunos de nosotros, con muchos afanes, logramos expresar: que no queremos el nuevo reglamento, que no queremos los nuevos planes de estudio, que no queremos ser técnicos, sino ingenieros, que somos burros pero no pendejos, etcétera, etcétera. Tampoco es cierto que este grave problema se arreglaría con solo culpar a fuerzas “externas” al Instituto, ni con “congelar” el Reglamento (ya aprobado) por un año, ni con “suspender” la aplicación de los nuevos planes de estudio por un tiempo, ni con defenestrar a algún alto funcionario Politécnico, ni con que le otorguen la autonomía al IPN, etcétera, etcétera. El asunto es mucho más complicado que eso y requiere entonces de un análisis más detenido.
La realidad es que el Instituto Politécnico Nacional -en especial desde 1968- a través primero de todos los gobiernos priístas y después por los dos gobiernos panistas y ahora por el actual gobierno priísta de Enrique Peña Nieto, nuestro Instituto ha estado sometido a una gran cantidad de ataques y presiones que amenazan ahora llevarlo a un colapso definitivo. Por un lado, la comunidad politécnica ‑especialmente la estudiantil- ha estado sujeta, desde entonces a un trato despótico y un sometimiento como castigo y en prevención de posibles rebeldías como las expresadas en aquellos tiempos. ¡Los estudiantes deben estudiar! decía entonces Gustavo Díaz Ordáz y, desde entonces, los jóvenes politécnicos son tratados como delincuentes y solamente son “atendidos” por funcionarios menores y, últimamente, por los agentes de la Policía Bancaria e Industrial o por los Granaderos del D.F. Los profesores, especialmente los jóvenes maestros de nuevo ingreso, son tratados de manera prepotente y sin ningún interés tanto por las autoridades como por sus propios sindicatos. Los trabajadores del Instituto son cada vez más escasos y han estado siendo desplazados por otros trabajadores explotados por empresas de “outsourcing”. Los egresados del Instituto no reciben ninguna consideración por parte de las autoridades del IPN e incluso, los profesionistas politécnicos que laboran al interior, como docentes o administrativos, ven cada vez más disminuidas sus posibilidades de escalar los altos niveles de dirección dentro del Instituto porque las sucesivas autoridades promueven preferentemente a profesionistas procedentes de otras instituciones educativas. Con el advenimiento de las “reformas estructurales” –educativa, del trabajo, financiera, telecomunicaciones, energética, etcétera- y sus resultados inmediatos de privatización de los recursos energéticos, minerales y naturales y con la práctica desaparición de PEMEX, CFE y la entrega del petróleo y los energéticos en manos de las empresas y gobiernos extranjeros, el IPN se encuentra actualmente ya cuesta abajo y en una crisis altamente destructiva. La crisis actual del IPN, se inscribe entonces en la crisis por la que está pasando todo nuestro país.