La vio­len­cia social, que como el bull­ying no es nue­va en nues­tra cul­tu­ra,  siem­pre fue emplea­da para cas­ti­gar a quie­nes ponían su cuo­ta de des­aca­to, trans­gre­sión y pro­tes­ta con­tra las nor­mas lega­les que regu­lan las rela­cio­nes de los indi­vi­duos. ¿De los indi­vi­duos? ¿O del Orden con los indi­vi­duos? Esta vio­len­cia estruc­tu­ral siem­pre fue sacra­li­za­da, aún cuan­do con ella se come­tie­ran todo tipo de exce­sos y abu­sos en nom­bre del bien­es­tar que toda socie­dad nece­si­ta, como se sigue dicien­do has­ta hoy.

Esta vio­len­cia social se expre­sa a tra­vés de las ins­ti­tu­cio­nes socia­les y es así como entra a las fami­lias y a las escue­las con el vis­to bueno del Orden Social, por­que gra­cias a ella –lo  reco­no­cen has­ta las pro­pias víc­ti­mas de estos mal­tra­tos- se han for­ma­do  indi­vi­duos de pro­ve­cho e irre­pro­cha­bles ciu­da­da­nos. Los cas­ti­gos reci­bi­dos en el hogar y en la escue­la, fue­ron cla­ves para que man­tu­vie­ran una acti­tud rec­ta en la vida.

Tiem­po des­pués la vio­len­cia lle­ga al cine y a la pan­ta­lla de la tele­vi­sión, esta vez pro­mo­cio­na­da como un esti­lo de vida del que difí­cil­men­te los indi­vi­duos pode­mos sus­traer­nos. La cul­tu­ra de la mass media no deja fue­ra de este domi­nio a nadie, por­que inclu­so los niños resul­tan ser el audi­to­rio pre­fe­ri­do de esta peda­go­gía de la vio­len­cia a tra­vés de los car­to­nes y pro­gra­mas infan­ti­les rebo­san­tes de abyec­ción y tru­cu­len­cia. Es el momen­to en que la vio­len­cia social se nos impo­ne como un hecho nor­mal y has­ta natu­ral, tan con­sus­tan­cial a los indi­vi­duos que ape­nas pode­mos con­tro­lar­la. El adve­ni­mien­to de los videos jue­gos, que están diri­gi­dos a los niños y jóve­nes como bien se sabe, han hecho posi­ble que cada uno de ellos admi­nis­tre vir­tual­men­te todo tipo de armas y las uti­li­ce para liqui­dar a otros indi­vi­duos en medio del desen­freno emo­cio­nal que pro­du­ce alcan­zar el éxi­to a tra­vés de la des­truc­ción masi­va de indi­vi­duos lati­nos, negros o asiá­ti­cos reco­no­ci­dos como enemi­gos por impo­si­ción cul­tu­ral. Es el turno de lo subli­mi­nal y sim­bó­li­co en el con­di­cio­na­mien­to de la vio­len­cia como palan­ca del éxi­to social.

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En el mar­co de una reali­dad fas­ci­na­da por todo tipo de vio­len­cia,  el sis­te­ma se toma la liber­tad de dic­tar nor­mas que sir­ven para invi­si­bi­li­zar  for­mas de vio­len­cia  (mob­bing, bull­ying y vio­len­cia fami­liar) por­que no las tra­ta como corres­pon­de; sata­ni­za aun­que sea de pala­bra otras for­mas de vio­len­cia de las que se sir­ve (corrup­ción y cri­mi­na­li­dad) y se reser­va para si el uso exclu­si­vo  de aque­llas que le per­mi­ten su per­pe­tua­ción (la vio­len­cia estructural).

El bull­ying, como una for­ma de vio­len­cia sus­ten­ta­da en rela­cio­nes de inequi­dad y abu­so, nece­si­ta ser expli­ca­do des­de dimen­sio­nes que estén más allá de la indi­vi­dua­li­dad del alumno y de las par­ti­cu­la­ri­da­des de la escue­la. Nos preo­cu­pa tam­bién  el hecho que son nume­ro­sos los padres de fami­lia que se mues­tran más intere­sa­dos por los apren­di­za­jes de sus hijos antes que por el cli­ma ins­ti­tu­cio­nal, aje­nos a las con­di­cio­nes de vio­len­cia presentes.

DEL CUS­CO A NEWTOWN

Estos peno­sos y trá­gi­cos suce­sos que han con­mo­cio­na­do a la colec­ti­vi­dad nacio­nal son posi­bles  enten­der­los mejor si los ana­li­za­mos den­tro de un con­tex­to social e his­tó­ri­co, lo que remar­cá­ba­mos líneas arri­ba. Pero no, se ha pro­ce­di­do  hacer lo de siem­pre, lo que el inte­rés y  la mio­pía les acon­se­ja: ape­lan­do a un gro­tes­co mala­ba­ris­mo ver­bal con­clu­yen que los casos en men­ción han sido pro­vo­ca­dos por jóve­nes psi­co­ló­gi­ca­men­te enfer­mos, afec­ta­dos por acci­den­tes bio­ló­gi­cos o gené­ti­cos, y tam­bién por la infal­ta­ble negli­gen­cia de sus fami­lias que des­cui­da­ron a sus hijos.

¿Es que la faci­li­dad de acce­der a todo tipo de armas y sen­tir sen­sa­cio­nes de poder con ellas en la mano es un acci­den­te gené­ti­co? ¿El poseer un inago­ta­ble arse­nal de con­duc­tas agre­si­vas y vio­len­tas con­tra otros indi­vi­duos res­pon­de a un patrón gené­ti­co?  ¿El saber en que momen­to y con­tra quién emplear la vio­len­cia es un ras­go inna­to e inhe­ren­te en los indi­vi­duos? ¡Por favor¡

La vio­len­cia que per­ci­bi­mos en las escue­las, y que nos asom­bra por­que  está pre­ña­da de com­po­nen­tes de cruel­dad y des­pre­cio por la vida, es la mis­ma que adver­ti­mos coti­dia­na­men­te en el esce­na­rio social y en los noti­cie­ros tele­vi­si­vos, por eso no cabe  sen­tir­nos tur­ba­dos por­que los jóve­nes actúan con tan­ta  cruel­dad e indi­fe­ren­cia. Tam­po­co es para creer  que esta for­mas de vio­len­cia son las peo­res, sino pre­gún­ten­les a los cris­tia­nos de la Roma impe­rial sobre la per­se­cu­ción que con­tra ellos des­ató  el empe­ra­dor Nerón, o a los habi­tan­tes del Medioe­vo que opi­nión les mere­cían las abo­mi­na­bles per­se­cu­cio­nes de la San­ta Inqui­si­ción; y más pró­xi­mos aún que opi­nión guar­dan los sobre­vi­vien­tes de Hiroshi­ma y Naga­sa­ki y los cam­pe­si­nos viet­na­mi­tas que reci­bían dia­ria­men­te tone­la­das de bom­bas de napalm. Todos estos casos de horror fue­ron rea­li­za­dos  a nom­bre del Orden Social y no por man­da­tos de un psi­có­pa­ta. Difí­cil para­le­li­zar­los y más difí­cil aún es afir­mar cual fue peor. No pen­se­mos enton­ces que la vio­len­cia que hoy pre­sen­cia­mos es la mayor y peor de las que hemos cono­ci­do o expe­ri­men­ta­do. Pen­se­mos que la vio­len­cia que comen­ta­mos es una excre­sen­cia social que debe­mos recha­zar pero, sobre todo, debe­mos eli­mi­nar, para lo que hace fal­ta que exi­ja­mos que el sis­te­ma social deje de seguir bur­lán­do­se de nues­tra inte­li­gen­cia y de nues­tro can­dor inven­tan­do excu­sas sobre lo que ocu­rre en las escue­las para man­te­ner­nos conformes.

En cuan­to a lo suce­di­do en la ciu­dad del Cus­co,  dos her­ma­nos han sido acu­sa­dos de ase­si­nar a un estu­dian­te de 17 años, que lue­go de ser ulti­ma­do de un mache­ta­zo fue dego­lla­do y reci­bió cor­tes inex­pli­ca­bles en la espal­da. Una ver­sión perio­dís­ti­ca reco­gió la decla­ra­ción del jefe de la poli­cía que cali­fi­ca­ba el caso de bull­ying. ¿Bull­ying? La carac­te­rís­ti­ca más sobre­sa­lien­te en el bull­ying es que la víc­ti­ma teme la pre­sen­cia del agre­sor y has­ta las con­di­cio­nes que anti­ci­pan su pro­ba­ble encuen­tro con él lo alte­ran psi­co­ló­gi­ca­men­te, de allí su páni­co para asis­tir a la escue­la y las cono­ci­das soma­ti­za­cio­nes que enun­cia como pre­tex­to para no asis­tir a cla­ses. En este caso, las infor­ma­cio­nes perio­dís­ti­cas con­sig­nan que la víc­ti­ma fue a casa del agre­sor a estu­diar y ter­mi­nó muerto.

En segun­do lugar es pre­ci­so que se dis­tin­ga entre el aco­so esco­lar y el bull­ying, lo que no se hace regu­lar­men­te y sue­le lle­var­nos a equí­vo­cos peli­gro­sos. Hablar de aco­so esco­lar es refe­rir­se a epi­so­dios de vio­len­cia, mal­tra­to y hos­ti­ga­mien­to que pro­vie­nen de uno o mas com­pa­ñe­ros de cla­ses, o de otro salón de cla­ses e inclu­so de los docen­tes, pero que se suce­den ais­la­da­men­te como pro­duc­to de situa­cio­nes coyun­tu­ra­les o con­tin­gen­tes deri­va­das de esti­los rela­cio­na­les aje­nos a los bue­nos tra­tos. En el caso del bull­ying no habla­mos de una situa­ción de vio­len­cia sino de una rela­ción de vio­len­cia, la que está dada entre pares a par­tir de un mar­co de con­vi­ven­cia esco­lar que se man­tie­ne de modo regu­lar duran­te un perio­do pro­lon­ga­do como es la dura­ción del año esco­lar. En este caso la rela­ción de temor con­di­cio­na­da y refor­za­da regu­lar­men­te hace que la víc­ti­ma expe­ri­men­te males­tar y temor aún cuan­do el agre­sor no esté pre­sen­te y, ade­más,  son sufi­cien­tes con­di­cio­na­mien­tos indi­rec­tos y sim­bó­li­cos para que pro­vo­quen páni­co y ansie­dad a la víc­ti­ma. En el aco­so el temor y la inde­fen­sión apa­re­cen úni­ca­men­te cuan­do están pre­sen­tes las con­di­cio­nes de mal­tra­to, inclui­da la pre­sen­cia del o los acosadores.

Deter­mi­nar si el cruel ase­si­na­to del Cus­co es con­se­cuen­cia de una rela­ción de abu­so tipi­fi­ca­da como bull­ying es una tarea de los espe­cia­lis­tas y a ellos es pre­ci­so remi­tir­se antes que lan­zar opi­nio­nes super­fi­cia­les e incon­sis­ten­tes que abo­nan la ten­den­cia de mano­sear el con­cep­to y pre­sen­tar­lo como un hecho o acto de vio­len­cia incom­pren­si­ble e irra­cio­nal al que hay que impo­ner­les san­cio­nes drás­ti­cas. Por allí algún des­pis­ta­do igno­ran­te de lo que es el bull­ying ha pedi­do que el legis­la­ti­vo pro­mul­gue una ley que cas­ti­gue penal­men­te a los agre­so­res a par­tir de los 14 años. La cri­mi­na­li­za­ción y la psi­co­pa­to­lo­gi­za­ción del bull­ying son las coar­ta­das idea­les que el sis­te­ma ofre­ce para colo­car a  la comu­ni­dad lo  más lejos posi­ble de las ver­da­de­ras cau­sas de esta for­ma de vio­len­cia esco­lar, y en esa posi­ción acep­tar sin repro­ches ni cul­pa todo tipo de medi­das repre­si­vas con­tra los agresores.

Sin embar­go no es posi­ble des­car­tar la posi­ble  exis­ten­cia de res­pues­tas atí­pi­cas a las pre­vis­tas en las víc­ti­mas y agre­so­res del bull­ying. Las víc­ti­mas, pre­sas de una com­ple­ta inde­fen­sión e indi­fe­ren­cia de su entorno por pro­te­ger­lo, pue­den  reac­cio­nar con mayor vio­len­cia de la que coti­dia­na­men­te reci­ben pudien­do lle­gar al homi­ci­dio o a infli­gir daños gra­ves al mal­tra­ta­dor. El agre­sor, por su par­te, a sabien­das de la impu­ni­dad con que abu­sa de sus com­pa­ñe­ros, pue­de incre­men­tar des­pro­por­cio­na­da­men­te sus actos de vio­len­cia y  lle­gar al homi­ci­dio o la induc­ción al sui­ci­dio (el caso de Aman­do Tood, por ejemplo)

¿POR­QUE ESTAS CON­DUC­TAS DE VIO­LEN­CIA DESMEDIDA?

La vio­len­cia social que los medios de infor­ma­ción recrean a dia­rio es inmo­ral e inhu­ma­na. Median­te este pro­ce­di­mien­to han con­se­gui­do eli­mi­nar los lími­tes de la tole­ran­cia fren­te a la cruel­dad de la vio­len­cia mor­bo­sa, de modo tal que infi­ni­tas mani­fes­ta­cio­nes de vio­len­cia que coti­dia­na­men­te se pro­du­cen en los esce­na­rios edu­ca­ti­vos son inexis­ten­tes, pasan inad­ver­ti­das  y no lla­man el inte­rés de nadie, ya que has­ta las pro­pias víc­ti­mas, segu­ras de su invi­si­bi­li­dad, no ati­nan a nada o mini­mi­zan la natu­ra­le­za de esa vio­len­cia que viven. Los medios están a la caza de for­mas de vio­len­cia que ame­ri­ten ser por­ta­das atrac­ti­vas para un públi­co pre­pa­ra­do para estos pro­duc­tos mor­bo­sos y a la opi­nión de los infal­ta­bles “exper­tos” en la comer­cia­li­za­ción del pro­duc­to. De estos psi­có­lo­gos habrá que ocu­par­se en algún momen­to, por que aho­ra exis­ten temas de mayor inte­rés e importancia.

Los medios de infor­ma­ción se han con­ver­ti­do en autén­ti­cos apo­lo­gis­tas de la vio­len­cia de todo tipo y los que con­for­ma­mos el inmen­so audi­to­rio segui­mos asis­tien­do pasi­vos a este cur­so vir­tual sobre indi­fe­ren­cia, insen­si­bi­li­dad, tole­ran­cia a la vio­len­cia,  per­mi­sión a toda for­ma de abu­so e inmo­vi­li­dad. Todo un cur­so masi­vo de alie­na­ción. Cur­so  masi­vo  de dura­ción inde­fi­ni­da del que nadie pue­de esca­par por­que está matri­cu­la­do a él antes de que pue­da bal­bu­cear algu­na letra. Decía Wallon que los niños están fren­te a estí­mu­los que aun cuan­do no los com­pren­dan,  ellos no dejan de impac­tar e influir en su percepción.

Las repe­ti­das matan­zas con­tra esco­la­res y docen­tes en cen­tros edu­ca­ti­vos en los Esta­dos Uni­dos, Gran Bre­ta­ña y otros paí­ses, ¿pue­de ser expli­ca­da a par­tir de  la exis­ten­cia inevi­ta­ble de algún des­qui­cia­do? ¿aca­so no  podría tener su fuen­te en uno de los mode­los más exi­to­sos de los videos jue­gos que con­sis­te en eli­mi­nar indi­vi­duos median­te el empleo vir­tual de sofis­ti­ca­dos arma­men­tos que ponen a dis­po­si­ción de los niños? ¿ qué decir de la Aso­cia­ción Nacio­nal del Rifle, en USA, que defien­de y alien­ta el empleo de armas en la ciu­da­da­nía? El mari­da­je de la vio­len­cia y la prós­pe­ra  indus­tria de armas es into­ca­ble y por eso es mucho mejor remi­tir­se a otras ver­tien­tes para jus­ti­fi­car la vio­len­cia esco­lar, las que per­te­ne­cen al enfo­que psi­co­pa­to­ló­gi­co y las del enfo­que cri­mi­nal, como lo seña­la­mos con anterioridad.

¿Por qué, enton­ces, debe sor­pren­der­nos las con­duc­tas de vio­len­cia que rea­li­zan los niños y jóve­nes si son las mis­mas que nues­tra cul­tu­ra pro­pa­gan­di­za sos­te­ni­da­men­te todos los días? ¿Por qué escan­da­li­zar­nos de que los niños y jóve­nes se esme­ren en hacer las tareas como los pro­fe­so­res de la vida se lo ense­ñan? ¿Cómo recla­mar­les valo­res y sen­si­bi­li­dad si nada de ello exis­te en los medios de infor­ma­ción y en nues­tra cultura?

Es tiem­po que deje­mos de cul­pa­bi­li­zar a los niños y jóve­nes por aque­llo que es nues­tra supre­ma y exclu­si­va res­pon­sa­bi­li­dad.  Apren­der a reco­no­cer nues­tras res­pon­sa­bi­li­da­des es una lec­ción que les debe­mos a nues­tros niños y jóvenes.

APREN­DER A CONVIVIR

Como lo veni­mos sos­te­nien­do,  tra­ba­jar los cam­bios que se impo­nen en los cen­tros edu­ca­ti­vos deman­da polí­ti­cas edu­ca­ti­vas con­cre­tas y un deci­di­do com­pro­mi­so social por la edu­ca­ción esco­lar para pro­cu­rar un ade­cua­do cli­ma de con­vi­ven­cia que remon­te la pre­ca­rie­dad de la que nos es conocida.

Por ejem­plo, la cul­tu­ra que comen­ta­mos nos ha ense­ña­do que el cas­ti­go es algo de lo que no se pue­de pres­cin­dir si de veras que­re­mos alcan­zar una socie­dad ideal, enten­dien­do por socie­dad ideal aque­lla en don­de nadie disien­te de nadie ni de nada y la  obe­dien­cia es su valor más coti­za­do. Sus­cri­ben  a pie jun­ti­llas el con­se­jo de Mac­chia­ve­llo que dic­ta­ba que “el gober­nan­te debe ser temi­do antes que ama­do”, y en esa pers­pec­ti­va es que se están deman­dan­do san­cio­nes pena­les con­tra los estu­dian­tes agre­so­res, se ins­ta­lan equi­pos detec­to­res de meta­les en los cole­gios, colo­can video-cáma­ras y deman­dan mayor vigi­lan­cia poli­cial en los alre­de­do­res de los cen­tros edu­ca­ti­vos. Todo ello con la segu­ri­dad de poder con­tro­lar la vio­len­cia esco­lar, sin que por el momen­to demues­tren que les ha dado los resul­ta­dos espe­ra­dos: dos refle­xio­nes sobre este tema, (a) lo que se bus­ca es con­tro­lar las con­duc­tas y es pro­ba­ble que el endu­re­ci­mien­to de estas accio­nes lo con­si­ga, y (b) de lo que se tra­ta no es con­tro­lar las con­duc­tas de los indi­vi­duos, sino edu­car­los para el ejer­ci­cio de com­por­ta­mien­tos pro-socia­les que hagan de la escue­la un espa­cio de soli­da­ri­dad y bien­es­tar rela­cio­nal. Se tra­ta de cam­biar el cli­ma ins­ti­tu­cio­nal, las nor­mas de con­vi­ven­cia y rela­ción inter­per­so­nal, y no sola­men­te vigi­lar y sancionar.

La empre­sa edu­ca­ti­va impli­ca un pro­ce­so de ense­ñan­za-apren­di­za­je des­ti­na­da no solo a pro­mo­ver cono­ci­mien­tos y apren­di­za­jes; sino tam­bién a desa­rro­llar capa­ci­da­des, acti­tu­des y valo­res así como pro­pi­ciar la for­ma­ción de la iden­ti­dad per­so­nal y social del estu­dian­te en un con­tex­to de inter­re­la­ción cons­tan­te y per­ma­nen­te de sus miem­bros den­tro de una con­cep­ción edu­ca­ti­va y éti­ca, de cali­dad y de con­vi­ven­cia pro-social y demo­crá­ti­ca (Beni­tes, 2012)

El Decre­to Supre­mo Nº. 010–12-ED, Regla­men­to de la Ley 29719 en su Capí­tu­lo II, De la Con­vi­ven­cia Demo­crá­ti­ca en la Ins­ti­tu­ción Edu­ca­ti­va, esti­pu­la expre­sa­men­te en su Artícu­lo 5 que la Con­vi­ven­cia Demo­crá­ti­ca tie­ne como fina­li­dad pro­pi­ciar pro­ce­sos de demo­cra­ti­za­ción en las rela­cio­nes entre los inte­gran­tes de la comu­ni­dad edu­ca­ti­va, como fun­da­men­to de una cul­tu­ra de paz y equi­dad entre las per­so­nas, con­tri­bu­yen­do de este modo a la pre­ven­ción del aco­so y otras for­mas de vio­len­cia entre los estu­dian­tes. El Artícu­lo 13 del mis­mo cuer­po legal pun­tua­li­za los pro­ce­di­mien­tos y medi­das correc­ti­vas en el mar­co de la con­vi­ven­cia demo­crá­ti­ca y se prohí­be las medi­das correc­ti­vas que cons­ti­tu­yan actos de vio­len­cia, tra­to cruel, inhu­mano y degra­dan­te, inclui­dos los cas­ti­gos físi­cos y humi­llan­tes, así como cual­quier otra san­ción que pue­da poner en peli­gro la salud y el desa­rro­llo inte­gral de las y los estu­dian­tes (Artícu­lo 17) No cono­ce­mos que algo de lo aquí pre­vis­to se este apli­can­do en los cen­tros edu­ca­ti­vos en pro­cu­ra de mejo­rar la con­vi­ven­cia en las escue­la y pos­tu­lar a la dis­mi­nu­ción de toda for­ma de vio­len­cia escolar.

En el enten­di­do que la reali­dad que se nos ha cons­trui­do nos hace ver al Otro como un rival a quien hay que ven­cer y some­ter y nos hace creer que son las estruc­tu­ras inter­nas, fisio­ló­gi­cas, las que dic­tan nues­tras nor­mas de con­duc­ta emo­cio­nal y rela­cio­nal,  que hace de  nues­tras vidas una com­pe­ten­cia sór­di­da y con­fron­ta­cio­nal, el Obser­va­to­rio sobre la Vio­len­cia y Con­vi­ven­cia en la Escue­la reite­ra su preo­cu­pa­ción por la ausen­cia de un com­pro­mi­so fron­tal y for­mal de las auto­ri­da­des edu­ca­ti­vas res­pec­to al pro­ble­ma del bull­ying y los estra­gos que vie­ne pro­du­cien­do entre los niños y jóve­nes y deplo­ra la defi­cien­te infor­ma­ción sobre el tema que se sue­le emplear a tra­vés de los medios de infor­ma­ción, en vir­tud de lo cual  hace un lla­ma­mien­to a las ins­ti­tu­cio­nes civi­les y pro­fe­sio­na­les, reli­gio­sas y gre­mia­les, guber­na­men­ta­les y no guber­na­men­ta­les, a con­gre­gar­nos en torno a la Mesa con­tra el Aco­so en la Escue­la, a par­tir de la cual se debe impul­sar una gran con­cer­ta­ción  para el bos­que­jo y eje­cu­ción de pro­pues­tas socia­les y edu­ca­ti­vas con­tra el bullying.

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